Francisco: El mundo necesita una conversión ecológica

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El mundo necesita una conversión ecológica para que se manifieste la visión de la Iglesia de una ecología humana integral, ha dicho el Santo Padre en una conferencia sobre doctrina social de la Iglesia.

Habla el Papa de un asunto muy adecuado a su misión: de conversión. Pero no de los corazones al Cristo de los Evangelios, sino una ‘conversión ecológica’, y lo hace ante la asamblea anual celebrada en Roma de la Conferencia Internacional de la Fundación Centesimus Annus pro Pontifice, que este año ha elegido la encíclica Laudato Sì como objeto de debate.

Esta conversión, ha recalcado Su Santidad, resulta de especial importancia en nuestra situación actual. Las respuestas adecuadas a los problemas actuales no pueden ser superficiales. Más bien, lo que se necesita es precisamente una conversión, una darse la vuelta, es decir, una transformación de los corazones y de las mentes.

Para salvar el planeta de la amenaza del Cambio Climático, un dogma secular que, curiosamente, la cúpula vaticana parece haber aceptado en incorporado ‘in toto’. Esforzarse por superar problemas como el hambre y la inseguridad alimentaria, las persistentes tensiones sociales y económicas, la degradación de los ecosistemas y un cultura del derroche exige una visión ética renovada, que sitúe a las personas en el centro, deseando no dejar a nadie en los márgenes de la vida.

La tarea consiste en cambiar los modelos de desarrollo global para hacer que promuevan la solidaridad económica, medioambiental y social y la sostenibilidad dentro de una economía más humana que no solo considere la satisfacción de deseos inmediatos sino el bienestar de generaciones futuras.

El Papa no quiso ocultar los signos de esperanza en esta carrera, volviendo con ello a uno de sus respaldos obsesivos, como la adopción por muchas naciones de los Objetivos de Desarrollo Humano de la Organización de las Naciones Unidas; una creciente inversión en fuentes energéticas renovables y sostenibles; nuevos métodos de eficiencia energética y una mayor sensibilidad, especialmente entre los jóvenes, hacia las preocupaciones ecológicas.

Ciertamente entre los jóvenes, como muy acertadamente ha señalado el Papa, pero nos permitiríamos precisar más aún: entre los jóvenes de los países ricos. Es decir, de aquellos países que, gracias a más de un siglo de industrialización contaminante, pueden permitirse ya preocuparse por el medio y tienen los medios para producir de modo más limpio y sostenible. Y que al pretender imponer esa misma conciencia ecológica y sus restricciones sobre países que aún están en las primeras fases del desarrollo industrial y a los que, de esta forma, se condena a permanecer en esta situación subordinada.

Como señala en La Nuova Bussola Quotidiana Riccardo Cascioli, hoy el Vaticano parece empeñado en una carrera por sustituir o, como poco, remedar a la ONU. En los últimos meses se han multiplicado en él o con su participación activa conferencias y convenciones que poco o nada tienen que ver con su misión de anunciar a Cristo Resucitado: en septiembre del año pasado, sobre ‘Seguridad alimentaria y dieta sana’, y sobre Racismo; en noviembre, sobre el Cambio Climático y el acceso al agua potable; el pasado marzo, sobre ‘Religiones y desarrollo sostenible’, más la Cumbre sindical y patronal del sector del transporte; y ahora en este pasado mes de mayo, Biodiversidad y extinción de especies y, naturalmente, la asamblea plenaria de la Academia de Ciencias Sociales dedicada a ‘Nación, Estado y Estado-Nación’, con la intervención estelar del propio pontífice.

Mientras, en Italia, el partido más abiertamente criticado y atacado por la jerarquía eclesiástica, la Liga de Matteo Salvini, se convierte en la formación más votada por los católicos, en una actitud de abierta rebeldía hacia las directrices políticas de la Santa Sede como no se recordaba en décadas.

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