El filósofo católico italiano Augusto Del Noce escribía hace medio siglo, en 1970: «A veces siento envidia de los que no creen. ¿Acaso la historia contemporánea no proporciona abundantes pruebas de que los católicos son una especie mentalmente inferior? Su prontitud para amoldarse a la opinión sobre el catolicismo defendida por los laicos racionalistas es asombrosa».
Estas palabras, extraídas de su ensayo La escalada del erotismo, abren la brillante reflexión de Del Noce -en parte análisis, en parte profecía- sobre la revolución sexual en marcha entonces en Europa. En una época en la que un joven sacerdote llamado Joseph Ratzinger predecía en sus entrevistas de 1969-1970 en la radio alemana y vaticana una Iglesia futura más pequeña, acosada, pero más pura, Del Noce explicaba qué es lo que pasaría. Previó que «la batalla decisiva contra la cristiandad [puede] llevarse a cabo sólo a nivel de la revolución sexual. Por consiguiente, el problema de la sexualidad y el erotismo es, hoy en día, el problema fundamental desde el punto de vista moral».
La historia ha demostrado que tenía razón, y por obvios motivos. El sexo es, a la vez, un vínculo poderoso y un feroz corrosivo; esta es la razón por la que, históricamente, casi todas las culturas humanas lo han rodeado de tabúes que ordenan su integración armoniosa en la vida diaria. El entusiasmo ingenuo -«estupidez» no es una palabra lo suficientemente fuerte para los propósitos de Del Noce- de muchos progresistas de mediados de siglo de la Iglesia a la hora de aceptar o, por lo menos, de ser complacientes con ciertas libertades sexuales como forma de liberación humana, fue la punta de lanza del colapso intelectual de toda una generación de teología moral católica. A partir de los años 60, estas libertades se transformaron en una extendida disfunción sexual y social, en conflictos y sufrimiento, cosas que también previó Del Noce.
Por desgracias, las lecciones de los 60 siguen siendo firmemente ignoradas por una gran parte de la clase intelectual de la Iglesia: en pocas palabras, el sexo está íntimamente vinculado a la antropología, a la comprensión humana de uno mismo y a la finalidad del cuerpo. Por consiguiente, para que la Iglesia siga siendo Iglesia, no puede haber concordato con comportamientos que son fundamentalmente contrarios a la Palabra de Dios y a la concepción cristiana de la persona humana como imago Dei. Todos estos intentos han llevado inevitablemente a lo que Ratzinger (ahora Papa emérito Benedicto XVI) llamó, en una ocasión, apostasía silenciosa. Viene a la mente la situación actual de la Conferencia episcopal alemana; sin embargo, el problema es mucho más amplio, no atañe a una única Iglesia local.
En su ensayo del 10 de abril, La Iglesia y el escándalo de los abusos sexuales, un anciano Joseph Ratzinger observa el fenómeno de los abusos a través de las lentes de su propia experiencia de vida, dividiendo su texto en tres partes: orígenes de la crisis, respuestas iniciales de la Iglesia y lo que hay que hacer ahora para sanar la vida católica. El ensayo carece del rigor de sus anteriores escritos formales, y no satisfará a esos críticos que consideran que Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron lentos en abordar la magnitud y la gravedad del problema, pero sus palabras son, a pesar de todo, tan claras e incisivas como siempre.
Como los laicos a los que sirven y guían, los sacerdotes están condicionados por la cultura en la que han crecido. Justamente, debido a su llamada, deben aspirar a principios más altos. Pero los sacerdotes y los obispos no tienen una inmunidad milagrosa a la anormalidad que bulle a su alrededor. Ratzinger sitúa la semilla de la crisis actual en el giro deliberado hacia la anarquía sexual que marcó una gran parte de Europa en los años 60, y al completo fracaso de los teólogos morales católicos en contrarrestarla. Un fracaso que a veces parecía más bien un compañero de viaje. También observa, como Del Noce, el sucio pequeño secreto de la revolución sexual: unas normas sexuales laxas no reducen el deseo de violencia, incluyendo la violencia sexual. Más bien causan lo contrario.
Ratzinger observa que: «En varios seminarios se establecieron grupos homosexuales que actuaban más o menos abiertamente, con lo que cambiaron significativamente el clima que se vivía en ellos». También observa un problema que infectó a los líderes: «Por encima de todo se estableció la ‘conciliaridad’ como un criterio para el nombramiento de nuevos obispos, que podía entenderse de varias maneras».
Ratzinger intenta explicar la respuesta inicial de la Iglesia al problema de los abusos, que fue lenta e inadecuada. Justamente, él vio la cuestión de los abusos como una crisis que afectaba a la integridad de la fe y no sólo como un tema legal basado en los derechos de los sacerdotes acusados. Así que forzó el traslado de los casos de abuso, pasándolos de la jurisdicción de la Congregación para el Clero a la de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde se aceleraría el trámite de estos casos. Pero incluso aquí el alcance del problema demostró ser más amplio de lo que nadie se esperaba. Guarda silencio sobre lo que muchos ven como la continua resistencia de Roma a darle sencillamente un nombre al punto central del problema de los abusos por parte del clero, que no es una cuestión de privilegios clericales, sino de un patrón de homosexualidad predatoria.
A lo largo de su breve texto, Ratzinger tiene momentos de perspicacia y genio que son como lluvia en el desierto, sobre todo en estos momentos. Como cuando escribe: «Hay valores que nunca deben ser abandonados por un valor mayor e incluso sobrepasan la preservación de la vida física. Existe el martirio. Dios es más, incluida la supervivencia física. Una vida comprada por la negación de Dios, una vida que se base en una mentira final, no es vida». O: «Un mundo sin Dios sólo puede ser un mundo sin significado». O: «Una tarea primordial, necesaria debido a las convulsiones morales de nuestro tiempo, es que nuevamente comencemos a vivir por Dios y bajo Él».
Las palabras del Papa emérito son especialmente desgarradoras cuando habla del modo en el que los católicos actuales tratan la Eucaristía -la presencia real de Dios entre nosotros, fuente y culmen de la vida cristiana-, es decir, como «un mero gesto ceremonial… que destruye la grandeza del Misterio». O cuando escribe que la Iglesia actualmente «es vista ampliamente sólo como una especie de aparato político», o que muchos obispos «formulan su concepción de la Iglesia del mañana casi exclusivamente en términos políticos». Y, por último, esto: «Hoy, la acusación contra Dios es sobre todo cuando se describe a Su Iglesia como algo malo en su totalidad y es lo que nos aparta de ella. La idea de una Iglesia mejor, hecha por nosotros mismos, es de hecho una propuesta del demonio, con la que nos quiere alejar del Dios viviente usando una lógica mentirosa en la que fácilmente podemos caer. No, incluso hoy la Iglesia no está hecha sólo de malos peces y mala hierba. La Iglesia de Dios también existe hoy, y hoy es ese mismo instrumento por medio del cual Dios nos salva. (…). El hoy de la Iglesia es más que nunca una Iglesia de mártires y por ello un testimonio del Dios viviente. Si miramos a nuestro alrededor y escuchamos con un corazón atento, podremos hoy encontrar testigos en todos lados, especialmente entre la gente corriente, pero también en los altos rangos de la Iglesia, que se ponen en pie por Dios con sus vidas y su sufrimiento. Es una inercia del corazón lo que nos lleva a no desear reconocerlos. Una de las grandes y esenciales tareas de nuestra evangelización es, hasta donde podamos, crear unos hábitats de fe y, sobre todo, encontrarlos y reconocerlos».
Amén. No es necesario añadir nada más.
Hacia el final de su ensayo de 1970, Augusto Del Noce observó que «se necesitará una enorme revisión cultural para dejar atrás de verdad los procesos filosóficos que han encontrado una expresión en la revolución sexual actual». La mala noticia es que son demasiados los católicos actuales que carecen del deseo y la capacidad de realizar esta tarea. La buena es que algunos de nuestros líderes aún tienen el valor de decir la verdad.
Charles J. Chaput, O.F.M. Cap., es arzobispo de Filadelfia.
Publicado en First Things; traducido por Helena Faccia Serrano para InfoVaticana.
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Ya que Francisco ni puede ni quiere ni sabe responder al memorial Viganó, lo hace Benedicto con un análisis confirmatorio de la línea Viganó.
El cardenal Müller es entrevistado por Riccardo Cascioli en La Nuova Bússola Quotidiana, de la que es director. » Quieren acallar a Benedicto porque dice la Verdad «.
Cuando nuestro catolicismo es solo un barniz, con un raspón se nos cae, y sale a relucir quienes somos en realidad. Católicos de cumplimiento.
Cumplo y miento.
Vamos, la tesis de moda entre los conservadores, la iglesia no tiene culpa de nada ni nunca la ha tenido, los únicos responsables son los gays que son unos delincuentes. Mientras tanto en Cataluña del casi cien por ciento de matrimonios y bautizos católicos a menos del diez por ciento de matrimonios, pero ustedes sigan con la suya, la iglesia jamás se equivoca, son los judíos, protestantes, masones, bolcheviques y ahora los gays, la nueva estrella entre los enemigos míticos hasta que llegue un nievo colectivo al que demonizar los culpables de todo
No es una «tesis de moda», sino la verdad. La Iglesia es Santa y no se equivoca. Si acaso se equivocan sus hijos, especialmente, cuando se alejan de Ella.
José,. La Iglesia nunca se ha equivocado, ni se equivocarå, EN CAMBIO, los que si nos equivocamos y a toda hora, somos nosotros, los que la conformamos, éso se lo sabe hasta un párvulo. Solo los burritos no.
Pregúntaselo, entre otros a Galileo
A Galileo?
Me niego seguir escuchando la mentira de que se lo cargó la Inquisición.
Hay documentación suficiente que demuestra cómo pasó el final de sus días.
¡Qué bien que Benedicto nos regala su sabia aportación sin romper la comunión con el Papa!
Es así como podremos construir la Iglesia de Cristo o, mejor aún, ser instrumentos para que el Espíritu la construya.
Toda revolución es una reacción exagerada contra los excesos de la época anterior. Si en Occidente ha tenido una disparatada revolución sexual, es porque en la época anterior habían regido las también disparatadas teorías de la filosofía griega, según la cual el sexo era sucio y malo y las inhumanas normas del derecho romano, cuya finalidad era cimentar la separación entre las clases sociales. Ya se nos pasará este sarampión, pero no lo alimentemos poniéndonos histéricos.
Bodoque, estudia bien el caso Galileo y luego hablas.
Para la Iglesia el sexo no ha sido sucio y malo, pero su uso indebido trae numerosísimos inconvenientes y problemas a todos, como saben las madres solteras de bajo nivel social, obligadas a desatender a sus hijos para sobrevivir con trabajos de miseria, con los consiguientes problemas para el desarrollo del niño; embarazos no deseados que acaban en criminales abortos y remordimientos de por vida en ellas, personas que después de múltiples relaciones tienen un vacío por usar y haber sido usados, la expansión de la prostitución y la pornografía.
El sexo tiene fuera del matrimonio efectos indeseables que es mejor prevenir, de ahí la prevención que cuando era la Semana Madre Iglesia tenía hacia el sexo indebido.
Gato con botas,
Pues qué bien se ve que no sabes cómo son las jovencitas bonitas y decentitas de alto nivel social. Se diferencian en que unas son adineradas, y otras están pobres, es todo ,
Una pare o aborta en la calle, se prostituye en la calle, y la otra, pare o aborta en un hospital de lujo, y se prostituye entre sus amigos adinerados.
Que discriminación hacia la mujer pobre, en unas cuantas líneas, pasó a ser prostituta, criminal, abortista, paridora de monstruos, ! Qué barbaridad!
La culpa de la situación actual de caos, de incertidumbre, de abusos sexuales por parte de miembros del clero, desorientación de los fieles, de la conducta contraria por parte de muchísimos sacerdotes y Obispos a la verdadera doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Católica es , insisto, del satánico Concilio Vaticano II.
Seguro que cuando empezamos a tener uso de razón cristiana y oímos por primera vez a Jesús “amad a vuestros enemigos”, nos pareció un mandato excesivo e imposible de cumplir por nuestra parte. ¿Cómo amar el enemigo, al que busca y nos hace, si puede, daño y mal? Pero Jesús se mantiene en sus trece. Nuestra relación con los demás, incluso con los enemigos, debe estar presidida por el amor porque también nuestro corazón está hecho para el amor, el único camino para alcanzar nuestra felicidad y nunca llegaremos a esa meta si en nuestro corazón anida un miligramo de odio, de violencia, de desamor hacia cualquier persona. Incluidos los enemigos.
Rezando el Santo Rosario con amor este se contagia, hacia los demás. Probarlo ya veréis.
Para mi hija Elisa Isabel, discapacitada físico y psíquico no tenemos medios de transporte para ella, hemos de pagar anualmente por adelantado a una empresa que esta concertada cada mes; que hace el recorrido; dos viajes al día ida i vuelta. Nuestra urgencia es primordial. MI teléfono es 634710065. Mi correo [email protected] hemos conseguido ayuda de Caritas, y de los servicios Sociales del Ayuntamiento pero no nos llega: pedimos un empujón de ayuda para conseguir con urgencia lo que necesitamos, y por ello contamos contigo. Los ingresos que tenemos son muy bajos, tenemos certificados de pobreza que lo acreditan. Y bonos sociales para que no nos corten los suministros, también lo acreditan. Todo cuanto escribo anteriormente lo puedo presentar con certificaciones y documentación a la persona que lo solicite. Tu ¡hermano! Por la fe. J.M.IBAN ES3301824259040200015686. Barco de Bilbao. Necesitamos 2,220€.
Reza el Santo Rosario a diario con nosotros a las 19:00. R. María.