El cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, ha escrito una carta pastoral contra el tráfico de personas dedicadas a la prostitución, deplorando un silencio que realmente no existe. Admitámoslo, no es difícil condenar la trata de blancas; el silencio atronador de los prelados es otro.
«Queridos hermanos y hermanas, es necesario que esta realidad silenciada nos sacuda y conmueva», escribe el cardenal Omella en su última carta dominical. «Es necesario que, en la medida que podamos, no seamos cómplices de este silencio». Pero, no, no se emocionen, no va a hablar de los casos de encubrimiento de la pederastia clerical que asola la Iglesia, sino de las redes de prostitución forzosa.
«El mercadeo con seres humanos es una actividad económica ilegal, que a menudo observamos desde la distancia, aunque la tenemos muy cerca», se lamenta. «Tristemente hay un gran silencio sobre este gran drama que afecta directamente a muchas personas, pero que, en realidad, también afecta a toda la sociedad».
¿Y qué tiene de especial, podrán preguntarse, que un prelado católico deplore la prostitución forzosa? ¿No es acaso una lacra espantosa y profundamente inmoral? Sí, claro, naturalmente. De hecho, lo es para todo el mundo, y eso es lo que hace característicos los mensajes de nuestros prelados hoy: que defienden lo que todo el mundo defiende y se oponen con firmeza a lo que no defendería nadie en su sano juicio. Es decir, es ir a lo seguro, como pescar en un barril; recordar lo que apenas nadie necesita que le recuerden, lo que es ya un grave delito y lo que no hace falta que la Iglesia condene especialmente porque nadie pone en duda su carácter indignante e inmoral.
De hecho, si algo resulta cuestionable en la carta de Omella es esa referencia al asunto como «realidad silenciada». Cualquiera puede comprobar que es objeto de reportajes y denuncias en prensa, radio y televisión. Si la Iglesia estuviera para decir estas cosas, nos tememos que sería redundante, como lo es cuando insiste en la urgencia de adoptar medidas contra el Cambio Climático o jalear por una apertura de par de par de las fronteras a la inmigración masiva: se piense lo que se piense de estas cuestiones, son ya obsesiones de los grandes grupos mediáticos de todo Occidente, y la Iglesia tiene poco o nada especializado que aportar.
Ya nos hemos referido otras veces que lo que la Iglesia ha dado tradicionalmente al mundo es el espíritu de profecía, que consiste en decir de forma especialmente insistente a cada época lo que no quiere oír; no el bien que ya hace, sino el que ignora; no el mal que condena, sino aquel al que llama «bien». Por eso es desalentador oír a nuestros prelados usando su púlpito para repetir lo mismo que cualquier puede leer en la página editorial del New York Times o de El País, bueno o malo. La Iglesia nunca puede ser irrelevante, pero el mensaje de su jerarquía, sí; de hecho, ya lo es en su mayor parte.
Porque si de silencios hablamos, es notable comprobar el de nuestros obispos en todo el mundo, verdaderamente sepulcral, ante los escándalos de encubrimiento de sacerdotes pederastas o la evidentísima extensión de redes homosexuales en el clero. En la Iglesia de Francisco, la Iglesia sinodal, democrática, transparente y participativa, llama la atención que todos los sucesores de los Apóstoles actúen tan al unísono como soldados en un desfile.
Las iglesias se vacían a un ritmo alarmante, Occidente se descristianiza a marchas forzadas, en la Curia bulle un mundo aparte del mundo, una atmósfera enrarecida y opaca de rumores y secretos. Puestos a condenar, sí, mejor tirar por algo facilito, como la prostitución forzosa, que no va a molestar absolutamente a nadie. Ni a los propios proxenetas.
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Yo es que no hablo el «socialistés» y eso de hermanos y hermanas, no lo entiendo.
Si Abderraman I levantara la cabeza…..
¿Qué pasa Eminencia, que se avizoran nombramientos? Porque este tipo, que sufrimos en Zaragoza, no da puntada sin hilo y cada vez que le da al bolígrafo (la estilográfica mancha mucho el púrpura) además de emitir una gansada busca reflejo mediático. Ya nos enteraremos. Mientras tanto, mire a ver si arregla el empandullo ya público y notorio, aunque archisabido, de Montserrat.
Para esto no necesitamos una jerarquía. Omella a la rue.
Hombre, pues si tanto se denuncia y todos se indignan tanto, ¿como es que sigue?
Por otro lado si no se denuncian tanto los abusos clericales es porque excepto en los casos de abusos a un menor a nadie le importa un pimiento con quien se acuesta un clerigo, queda feo mentir, pero se dicen tantas mentiras desde un púlpito o desde un blog católico que a estas alturas lo de menos es que un cura finja que no se acuesta con nadie, mientras no se dañe a alguien vulnerable
Omella es caótico como sacerdote y como patriota, por eso ahora es obispo o simulacro de obispo.
La prostitucion forzosa es mala. La otra no? La prostitucion voluntaria tan apreciada por las izquierdas no es reprobable por el «obispo»?
Hay que ver que bien sabe el Omella este los temas de la prostitución. ¿lo sabe de primera mano o por lo que le han contado?
Pies por el modo de comentar que tienes, siempre he tenido claro que tú sabes mucho más del tema que cualquiera de este blog
Para silencio, el que impuso al cura más combativo de la diócesis sobre el aborto. Silencio… sobre el aborto en general. Y desde luego que su palabra iba a molestar por enfrentarse al mundo. ¿Pedirá Dios cuentas a sus pastores por la sangre de esos niños a los que no defienden? Si es así, no sé si, de los de nuestros días, van a quedar muchos en pie el día del Juicio, que es el día en el que importará seguir en pie.