El misterio del padre Pío

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El próximo viernes llega a nuestros cines la película El misterio del padre Pío, un film que tiene como objetivo dar a conocer la figura de este célebre santo italiano. Su autor es el no menos famoso José María Zavala, un hombre que, hasta el momento, solo habíamos asociado tanto a su labor periodística como a su faceta literaria, pero que ahora ha dado el salto a la gran pantalla para profundizar en la imagen de este egregio capuchino, a cuya devoción él siempre se ha sentido especialmente vinculado. Y es que, ciertamente, ya en 2010 el escritor manifestó su interés por el fraile a través de su obra Padre Pío. Los milagros desconocidos del santo de los estigmas, un texto mediante el que procuró divulgar el asombro que aún causan los hechos extraordinarios e inexplicables que rodearon al religioso, pero en el que no ahondó lo suficiente en los padecimientos que le acarrearon, puesto que, por culpa de ellos, fue hostigado hasta sus últimos días de vida tanto por algunos miembros de su orden como por la mismísima Santa Sede. De ahí que esta película, que comienza con una elocuente advertencia sobre lo que pensaban de san Pío muchos de sus contemporáneos, sea un complemento perfecto de la citada obra literaria.

En efecto, el santo que hoy la Iglesia venera bajo el nombre de Pío de Pietrelcina nació precisamente en esta pequeña ciudad del sur de Italia en 1887, pero sus padres lo habían llamado Francesco, en honor del fraile más famoso de todo el país alpino: san Francisco de Asís. Curiosamente, siendo aún muy joven, destacó por su piedad, por su devoción e incluso por sus múltiples penitencias, unas costumbres que, poco después, lo conducirían a plantearse el camino del sacerdocio. Esta idea recibiría un impulso providencial por parte de la orden fundada por aquel, la de los Hermanos Menores (aunque en su vertiente reformada, la capuchina), puesto que, cierto día, al ver cómo llegaba hasta su casa uno de sus frailes, el padre Camilo, y que, para ello, este había tenido que recorrer nada menos que treinta kilómetros (y con el único objeto de pedir limosna para su convento), el joven comprendió que, solo viviendo de esa manera, conseguiría alcanzar la intimidad con Dios que tanto anhelaba. Y su perseverancia fue tan firme que, cuando cumplió dieciséis años de edad, solicitó su ingreso en el mismo cenobio del que había partido aquel humilde religioso en dirección a su hogar.

Si obedecemos a los innumerables estudios que existen sobre él, san Pío de Pietrelcina habría vivido su primer milagro tan solo un año después de ingresar en la orden (hay que advertir, no obstante, que muchos testimonios acreditados aseguran que el fraile ya habría tenido encuentros divinos -y hasta malignos- siendo un niño): una bilocación (encontrarse a la vez en dos sitios completamente distintos). En efecto, según parece, una fría noche de enero, mientras rezaba con otro fraile en su nuevo convento de San Elías, cerca de Catania, en la isla de Sicilia, sintió que era trasladado repentinamente a una habitación donde estaba naciendo una niña; a su lado, se personificó la Virgen María que, aludiendo a la bebé, le espetó: “Encomiendo esta criatura a tus cuidados; es una piedra preciosa sin pulir: trabaja en ella, lústrala, hazla brillar lo más posible, porque un día me quiero adornar con ella”. Evidentemente, el sorprendido fraile no vaciló en preguntarle cómo sería eso posible, puesto que se trataba de una niña a la que no reconocería llegado el momento; sin embargo, aquella lo calmó y le explicó que sería la propia chica la que lo identificaría a él en la basílica de San Pedro. Después de esto, y con la misma celeridad con que había sido arrebatado a ese dormitorio, fue conducido de vuelta al coro de su convento, donde aún estaba su condiscípulo rezando, sin que se hubiera percatado siquiera de su ausencia. Lo más curioso es que esta, si hubiese acontecido según el cómputo terrenal, se habría prolongado a lo largo de varios días (¡e incluso semanas!), puesto que aquella alcoba a la que había sido trasladado se encontraba realmente en Venecia, es decir, a un millar de kilómetros de distancia de Sicilia. Y por supuesto, dieciocho años más tarde, conforme la Madre de Dios le había asegurado, aquella niña se topó con él en la basílica vaticana de San Pedro (por cierto, se trataba de otro caso de bilocación, puesto que el religioso, en ese preciso instante, se encontraba rezando en el convento de San Giovani Rotondo).

Precisamente, este último sería el lugar donde el padre Pío alcanzaría su merecida fama de santidad, puesto que en él se darían a conocer todos los carismas de los que gozo a lo largo de su azarosa vida: las curaciones milagrosas, las citadas bilocaciones, el don de lágrimas cuando leía el Evangelio o rezaba el rosario y el misterioso olor a flores que siempre desprendía (y es que, como él afirmaba de sí mismo, “el padre Pío es un enigma incluso para el padre Pío”). Pero, sobre todo, fue el lugar que presenció los dos hechos extraordinarios que consolidarían para siempre su ya consabida reputación: por un lado, el discernimiento de conciencias maravilloso del que hizo gala en el confesionario; por el otro, sus célebres estigmas, que lo acompañaron hasta el día de su muerte. En cuanto a lo primero, es sabido por todos que el santo capuchino tenía la capacidad de leer las almas de los penitentes como si se trataran de libros abiertos solo para él, puesto que, a cada uno de ellos, les describía minuciosamente los pecados de los que querían quedar absueltos (y aun aquellos que ya habían olvidado o que silenciaban por vergüenza). Además, tan grande era esta capacidad de discernimiento que, en cierta ocasión, como relata la cinta, el padre Pío detectó que unas niñas habían abandonado su casa para conocerlo a él en persona, pero sin habérselo advertido previamente a sus padres; es por ello que, durante la misa, les aconsejó que pidieran perdón a estos últimos antes de comulgar, cosa que aquellas hicieron de inmediato. En cuanto a sus estigmas, tal vez sean el mayor motivo de fama del santo, puesto que todo el mundo oyó hablar de ellos y hasta lograron congregar a miles de personas, que se arremolinaban en torno a él con el único propósito de venerarlos (aun su propia madre, como desvela el documental, quiso besarlos, con el consecuente rechazo por parte del santo, que siempre decía que eran los hijos los que debían besar las manos de sus madres y no al revés). Estos le brotaron al religioso en septiembre de 1918, y estuvieron con él, como ya hemos afirmado, hasta el día de su muerte, es decir, el 23 del mismo mes, aunque de 1968; y no solo se le hicieron visibles en las manos (que parecían haber sido hendidas por un par de gruesos clavos, puesto que se podía mirar a través de sus palmas), sino también en su pies y en su costado, así como en el hombro derecho, lugar donde el mismísimo Jesucristo habría apoyado la cruz camino del Calvario. Mas, a diferencia de lo que pudiéramos pensar por todo el bullicio que se generó a su alrededor, el fraile nunca presumió de estas heridas, sino que, al contrario, procuró constantemente su ocultación (en todas las fotografías de la época seleccionadas para la película, podemos ver cómo se cubría las manos con mitones), ya que no quería que el interés se centrase sobre él, sino solo sobre el Señor.

Por supuesto, la fama que el padre Pío alcanzó a raíz de estas llagas milagrosas fue tan grande que incluso llegó a oídos de la Santa Sede, que quiso indagar en la veracidad del hecho y determinar, de esta manera, si verdaderamente se hallaban ante el primer caso en la historia de un sacerdote estigmatizado, como se decía por aquel entonces. Para este propósito, por tanto, nombró jefe de la investigación al franciscano Agustino Gemelli, doctor en Medicina, que era a la sazón una gran celebridad en materia de psicología experimental, fundador de la Universidad Católica de Milán y, sobre todo, amigo personal del papa Pío XI. Auspiciado, pues, por estas asombrosas credenciales, el investigador viajó hasta San Giovanni Rotondo para examinar las heridas del fraile capuchino, pero, cuando este le solicitó una autorización escrita del pontífice para hacerlo, tuvo que regresar a Roma, ya que carecía de ella. Es posible que esta contrariedad airase sobremanera al religioso franciscano, ya que, cuando volvió al Vaticano, en su informe, y pese a que no había podido concluir con éxito sus pesquisas, estableció que los estigmas eran falsos y que, si realmente existían, eran debidos a la naturaleza neurótica del santo y no a una gracia particular concedida por Dios. Desgraciadamente, y a pesar de la premura con que Gemelli plasmó estas conclusiones, fueron aceptadas por la Santa Sede, que comenzó contra el fraile de Pietrelcina un sistemático hostigamiento sin parangón en los anales de la Iglesia.

Como es probable que muy pocas personas sean conscientes de esta actitud por parte de la sede de Pedro, empeñada a la sazón en desmontar el supuesto fraude elaborado por el padre Pío, la película de Zavala, como ya hemos indicado, procura hacerse eco de ella y desgranarla minuciosamente, con el fin de darla a conocer; por este motivo, presenta en pantalla multitud de fotografías, de vídeos, de documentos escritos, de testimonios directos e incluso de grabaciones magnetofónicas de la época que dan fe de ello. Sin embargo, y a pesar de lo que pudiera parecer en un primer momento, su propósito no consiste en acusar al Vaticano de una persecución injusta, sino en destacar el comportamiento del santo durante la misma; de este modo, el espectador podrá ver cómo san Pío, pese al hostigamiento que estaba padeciendo incluso en el interior de su propia celda, donde sus hermanos de religión habían ocultado micrófonos con el fin de vigilarlo constantemente, rezaba por sus perseguidores y hasta los justificaba, pues nunca los criticó, ni siquiera en la intimidad (en este sentido, es impagable el momento en que se puede escuchar la voz original del padre Pío hablando sobre el amor y el perdón, precisamente en un instante de su vida en que dicha persecución estaba arreciando). Por esta razón, podemos decir que no solo estamos frente a un documental que exalta la figura del padre Pío y que divulga una parte nunca bien detallada de su vida, sino que, asimismo, nos hallamos ante una película que pretende instruirnos en su paciencia, en su amor y en su comprensión, es decir, en las virtudes que cultivó durante esta difícil etapa.

José María Zavala, pues, ha conseguido con esta película elaborar un documento único, jamás visto con tanto detalle en la gran pantalla, que no procura establecer posturas en contra de una actitud determinada de la Iglesia hacia el padre Pío, sino solamente en favor de este último, a quien presenta como un ejemplo eviterno de santidad para todo el mundo. Sin lugar a dudas, y como anunciábamos al principio del texto, su devoción por el santo de Pietrelcina ha quedado más que saldada con esta cinta, que se complementa, como decíamos, con aquel maravilloso libro que le dedicó en 2010. Como él ha dicho muchas veces, le debe la fe al fraile capuchino, y es precisamente esta fe la que consigue transmitirle al espectador mediante esta magnífica cinta.

 

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Comentarios
3 comentarios en “El misterio del padre Pío
  1. Conocí en Tarija-Bolivia el 1973 un mantel del P.Pío con una imagen de N.Señor Jesús, formada de una gota de sangre seca. Impresionante evidencia. Q Dios les bendiga…

  2. Impresionante este santo, impresionante su vida, todo lo que sufrio, como lo llevó, sus dones, milagros fisicos y conversiones, etc
    Lo más impresionante es que es un santo del siglo XX, cuando su vida podria ser una leyenda medieval, pero es todo auténtico, comprobado con los medios y tecnología suficiente.
    En el cartel no viene que también lo estrenan en Santander en los cines Peñacastillo.

  3. Mi nombre es Mayra Morales. Padre Pío sigue realizando grandes milagros a pesar de su muerte. Una vez me aleje de la Iglesia, aún no conocía de su vida. Increíblemente soñé con el. Lo ví solo sentado a la puerta de mi parroquia esperando en el silencio y soledad mi entrada. Aguardaba mi llegada para confesarme. Días después de este sueño, entre a una librería católica y ví su rostro en la portada de un libro. De inmediato lo reconocí. Compré el libro y conocí sobre su vida. Regrese a la Iglesia. Yo vivo en Puerto Rico. Si.os muchos los católicos que deseamos que traigan está película a nuestro país. Ya fue presentada la película de «Garabandal, solo Dios sabe». Mi familia y yo fuimos a verla. Por favor si la empresa a cargo de la promoción lee mi mensaje les sugiero la proyecten en Puerto Rico y a través de toda América. Somos muchos los católicos que amamos a San Padre Pio. Gracias mil.

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