¿Qué hacer si has perdido ‘la fe’ en tus obispos?

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Finalmente ha sucedido. Ahora que la Conferencia de Obispos de EE.UU. ha terminado, y no se ha hecho absolutamente nada para combatir la crisis del abuso homosexual y el encubrimiento dentro de la Iglesia Católica de los EE.UU., puedo finalmente decir que he perdido la fe. No, no he perdido la fe en Jesucristo. No, no he perdido la fe en la intercesión de la Santísima Virgen María. No, no he perdido la fe en el Credo, o en los sacramentos, o en las enseñanzas de la Iglesia. No, ni siquiera he perdido la fe en la Iglesia Católica. En lo que he perdido la fe es en la jerarquía de los obispos y su capacidad para resolver problemas juntos.

También he perdido la fe en el Papa. No, no estoy negando el papado de Francisco. Le reconozco como el verdadero Papa, así como reconozco a la jerarquía como verdaderos obispos. Más bien, he perdido la fe en él como persona y en su capacidad para dirigir a la Iglesia. La barca de Pedro se ha convertido en un barco sin rumbo, no porque no haya papa, sino porque el Papa está demasiado distraído para dirigir la nave. Al decir que he perdido la fe en Francisco, estoy diciendo que no tengo confianza en Francisco como líder. Es decir, por mi parte él recibe un «voto de no confianza».

En resumen, mi fe en Cristo y en la Iglesia que él estableció permanece intacta. Mi fe en el liderazgo actual de esa Iglesia ha quedado irreparablemente destruida, y se necesitaría toda una vida para reconstruirla, si es que se puede reconstruir. En este momento, de hecho, tengo más fe en el Gobierno federal de los EE.UU. que en la jerarquía de la Iglesia católica y esto, realmente, es decir mucho, porque las personas que me conocen le podrían decir: “Shane casi no tiene ninguna fe en el Gobierno federal». En este momento, creo que es mucho más probable que los marcianos aterricen en Times Square, y que luego se declare la paz mundial, y no que nuestra jerarquía católica haga lo correcto sobre el abuso homosexual y su encubrimiento dentro de sus propias filas.

Creo que este es un enfoque más que justificado a los problemas de la Iglesia. Demasiados antiguos católicos me dicen que han perdido la fe por completo, y con frecuencia mencionan, como causa de ello, el liderazgo de la Iglesia. Sus quejas son legítimas, pero su solución es absurda. Si usted es una de esas personas que está leyendo esto ahora, esto es para usted…

No deje a Cristo por causa de Judas. No deje que malos sacerdotes y obispos le alejen de su derecho adquirido en el bautismo. ¿Por qué quiere darle a estos hombres malvados la satisfacción de alejarse de su hogar? Usted es católico. Usted merece algo más que el liderazgo que tenemos, todos lo merecemos, pero este es (desafortunadamente) con el que hemos sido flagelado por ahora. Así que me gustaría proponerle un reto. En lugar de alejarse de Cristo y de la Iglesia que fundó, haga lo que, a su vez, yo estoy haciendo. Conviértase en un buen católico a pesar de estos Judas. Porque ellos dicen que la mayor venganza es vivir bien. Vuélvase católico nuevamente, pero hágalo de una manera que contradiga a los malos sacerdotes y obispos, y los prive de su capacidad de controlar, manipular y abusar. Busque un viejo Catecismo de Baltimore (sí, todavía es legítimo) y léalo. Lea la Biblia también. Comience con los Evangelios. Comience a orar de nuevo, tal como recuerde que hacía antes, y si puede diga un rosario o dos. Luego, antes de volver a la misa, trate de encontrar una buena, donde los Judas en la Iglesia hayan tenido poca influencia.

El resto de este escrito está dirigido a todos los fieles católicos laicos. He llegado a la conclusión de que no habrá reforma desde la jerarquía. Basándome en lo que acaba de suceder en la reunión de la Conferencia Episcopal estadounidense en Baltimore, y en los posibles jugadores responsables de la misma, ahora estoy convencido al 100% de que la Reunión Extraordinaria de Obispos en Roma del próximo mes de febrero será una broma. Estoy convencido de que simplemente será un intento elaborado de confundir a los fieles para que crean que se hará algo concreto, cuando en realidad no se hará nada. Se presentará una apariencia de transparencia, pero no habrá transparencia real. Se presentará una impresión de reforma, pero no habrá reforma. Todo esto porque los hombres en la cima, incluido el Papa, están más interesados ​​en proteger su becerro de oro, que es permitir que la homosexualidad florezca en la jerarquía.

Entonces, ¿dónde nos deja eso, fieles laicos, en todo esto? Aunque no podamos reformar nuestra Iglesia, no estamos indefensos. Realmente tenemos algunas opciones …

  1. Tenemos que aceptar que ninguna reforma vendrá desde dentro de la Iglesia. No va a suceder, ¡así que tenemos que olvidarnos de esta posibilidad ahora! Ha llegado la hora de dejar de pedir un cambio a las conferencias episcopales. Ha llegado la hora de dejar de pedirle un cambio al Vaticano. Ha llegado la hora de guardar todas esas lágrimas y manifestaciones por el Papa Francisco y los obispos, porque simplemente no van a cambiar. Si usted ha sido víctima de abusos, ha llegado la hora de que se dirija directamente a las autoridades gubernamentales. Ni lo intente con los obispos. Podrán enterarse de sus acusaciones de abuso por parte del fiscal de distrito. Noticia de última hora para todos: ya existe una línea directa para informar sobre el abuso sexual por parte de sacerdotes en la Iglesia católica. Es el 9-1-1. No se preocupe, la reforma acabará llegando a la jerarquía, pero no desde dentro. Llegará mediante la aplicación de la ley y de la mano de Dios mismo. Cristo mismo, eventualmente, nos librará de esta jerarquía corrupta, tal como extinguió a los líderes religiosos corruptos del antiguo Israel. ¡Ay de ellos! Sería mejor si la ley los alcanzara primero.
  2. Nosotros, como laicos católicos, tendremos que ser mejores administradores de nuestras donaciones. Esto significa estar más alerta y ser más conscientes de lo que está sucediendo en nuestra Iglesia. SÍ, hay algunas buenas parroquias y diócesis por ahí, ¡y merecen ser financiadas! Pero esta es la cuestión. Si usted le está dando dinero a una parroquia, diócesis u organización corrupta, usted está siendo parte importante del problema. Sí, usted está financiando la corrupción con su dinero y lo está haciendo gustosamente. Nadie le pone a usted una pistola en la cabeza y le obliga. Más bien, está usted colaborando no sólo en la violación y la corrupción de adolescentes, sino también en la plétora de relaciones homosexuales entre sacerdotes y otros hombres, junto con toda la mala conducta financiera que conlleva. Usted lo está financiando, ¡voluntariamente! Esto tiene que parar. Entonces, lo que debemos hacer es comenzar a observar muy de cerca a nuestras parroquias y diócesis. Si algo le huele mal, aunque sea un poco, probablemente es que algo va mal. Como dice el dicho, ¡cuando el río suena, agua lleva! Si algo huele mal en su parroquia, no la financie. Haga sus donaciones a otra parroquia en su lugar. Si algo huele mal en su diócesis, no la financie. Envíe su dinero a otra diócesis. Si algo no huele bien, ¡no lo financie! ¡Sea responsable con sus donaciones, por el amor de Dios! Finalmente, no le dé un centavo a la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos o al Catholic Campaign for Human Development (CCHD). Estas organizaciones han demostrado ser grupos líderes izquierdistas que confunden a los fieles y respaldan cosas a las que se opone la Iglesia. Si quiere luchar contra la pobreza, dele ese dinero a un comedor de beneficencia católico local. Al menos allí podrá ver los resultados.
  3. Por último, esto me lleva al paso final. Una vez que sepa a quién no financiar, también sabrá de quién debe alejarse. Es hora de abandonar las parroquias corruptas y las diócesis corruptas y, sí, hay una forma canónica de hacerlo. Puede dejar la corrupción sin salir de la Iglesia Católica, y aquí es donde muchos ex católicos se han equivocado. No es necesario que deje su derecho adquirido con el bautismo para estar relativamente libre de esos sacerdotes-judas que corrompen la Iglesia. Usted tiene a su disposición opciones canónicas y, si es inteligente -se necesita ser inteligente en momentos como estos-, puede utilizarlas. No puedo darle una lista que enumere las buenas parroquias y los buenos obispos, pero como dicen las Escrituras, por sus frutos les conoceréis. Hay ciertas señales externas que indicarán cuáles son las parroquias o diócesis con una fuerte identidad católica y una menor probabilidad de corrupción homosexualista. No es una garantía (nada lo es), pero mejora radicalmente las probabilidades.

La última publicación en mi web fue una carta abierta a los Obispos católicos de los Estados Unidos, escrita la semana anterior a la Conferencia de Baltimore. No esperaba ningún tipo de respuesta, pero lo que hemos obtenido es mucho peor de lo que imaginaba. Literalmente, no hemos obtenido nada -un cero enorme y rotundo-, junto con un montón de pistas, tanto de la Conferencia como de Roma, que indican que el encubrimiento seguirá siendo el status quo. Terminé mi carta abierta diciendo que esa sería la última carta que les dirigiría, y no tengo ningún deseo de comunicarme más con ellos. Lo dije en serio. Como reza el título de este escrito, he perdido la fe en ellos por completo. Así que esa carta abierta fue lo último  que escucharán por mi parte.

Esta entrada, dirigida a mis lectores habituales, también pretende ser mi último escrito sobre el tema del abuso homosexual y su encubrimiento. El motivo de esta decisión es, principalmente, que no tengo nada más que decir. Ya he dicho todo lo que podía decir sobre el asunto. Puedo actualizar mis fuentes de redes sociales con algunos de los últimos hechos sobre el tema, pero realmente no tengo nada más que escribir, ni recomendaciones que hacer. Todo este lío pronto se resolverá mediante la aplicación de la ley y, tal vez, con una pequeña intervención divina a lo largo del camino. Así que no hay nada más que pueda añadir.

Hemos sufrido el peso de vivir la época más triste de la historia de la Iglesia católica. Lo que sucedió es peor que el arrianismo y su herejía, y creo que las generaciones futuras lo reconocerán. Para la herejía homosexualista, y todo el pecado sexual que la acompaña, especialmente el abuso sexual de menores, es un desafío a la naturaleza misma del cristianismo. Si la homosexualidad (sodomía o «sexo gay») no es un pecado, entonces no existe el pecado sexual en absoluto, y la totalidad de los dos mil años de enseñanza cristiana sobre el tema han sido una gran mentira. Si el pecado sexual no existe, entonces se reduce el sacrificio de la crucifixión de Cristo, disminuye la necesidad del evangelio y las disciplinas de la Iglesia son irrelevantes. Toda la fe cristiana gira sobre esta cuestión. Porque si no hay pecado sexual, entonces la mayoría de las personas no pecan en absoluto. La persona corriente no asesina, ni roba, ni calumnia a otros. El católico corriente va a misa los domingos, honra a sus padres y rara vez nombra al Señor en vano. ¿Qué es el adulterio cuando un hombre puede «casarse» con otro hombre? ¿Qué es el adulterio cuando una mujer casada puede tener una aventura con su novia, que tiene al lado? Si, contrariamente a lo que dicen las Escrituras y el Catecismo, todo esto se permite tal como desean los homosexualistas, entonces la Iglesia se convierte en nada más que un accesorio social, totalmente opcional para el cristiano que puede definir su «relación personal con Jesucristo» como mejor le guste. Jesús mismo se convierte en otro Buda o Krishna para que el hombre moderno elija a su discreción personal. No tengo ningún deseo de ser parte de una «iglesia» como esta. O existe el pecado sexual o no existe. O lo que las Escrituras nos dicen sobre la homosexualidad es cierto (sodomía o «sexo gay»), o las Escrituras son falsas. Elimine la condena de la homosexualidad de la Biblia, y estará usted eliminado el sacrificio que expiaba por ello en la cruz.

Yo sé la verdad. Creo en lo que nos dicen las Escrituras. Creo en lo que nos enseña el Catecismo. Creo lo que la fe católico-cristiana siempre nos ha enseñado. No apoyaré a quienes niegan estas cosas, ya sea con palabras o hechos, y no recibirán ni un centavo de mi dinero, ni asistiré regularmente a sus parroquias y catedrales. He perdido la fe en ellos. He decidido que, a partir de ahora, seguiré sólo a parroquias y obispos ortodoxos que sean responsables y transparentes. He decidido abandonar esa Iglesia católica dominada por la corrupción. No hay nada más que pueda hacer o decir. Si usted está leyendo esto y está listo para dejar atrás la corrupción, así es cómo lo puede hacer, legal y adecuadamente.

Este artículo apareció por primera vez en Complete Christianity aquí. Se reimprime con permiso del autor. Shane Schaetzel es un catequista certificado en la Iglesia Católica.

Traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.