“Son dos hermanas que, con su modo de actuar”, explicó el Papa en su homilía, “nos enseñan cómo debe ir adelante la vida del cristiano”. “María escuchaba al Señor”, mientras Marta estaba “distraída”, porque se estaba ocupando de los distintos servicios. He aquí Marta, que es una de esas mujeres “fuertes” – reafirmó Francisco – también capaz de reprochar al Señor por no haber estado presente en la hora de la muerte de su hermano Lázaro. Sabe “ir adelante”, es valerosa – observó el Pontífice – pero carente de “contemplación”, incapaz de “perder el tiempo mirando al Señor”:
“Hay tantos cristianos que sí van el domingo a Misa, pero después están ocupados, siempre. No tienen tiempo ni para los hijos, y ni siquiera para jugar con sus hijos: es feo esto. ‘Tengo tanto que hacer, estoy ajetreado…’. Y al final se convierten en cultores de esa religión que es el estar atareado: pertenecen al grupo de los ocupados, que siempre están haciendo… pero detente, mira al Señor, toma el Evangelio, escucha la Palabra del Señor, abre tu corazón… No: siempre el lenguaje de las manos, siempre… Y hace el bien, pero no el bien cristiano: un bien humano. A estos les falta la contemplación. A Marta le faltaba esto. Valerosa, siempre iba adelante, llevaba las cosas en la mano, pero le faltaba la paz: perder el tiempo mirando al Señor.
Por el contrario, está María: de quien el Papa aclara que no es que se dedica a “no hacer nada”. Sino que ella “miraba al Señor porque el Señor tocaba su corazón y desde allí, desde la inspiración del Señor, es de donde viene el trabajo que se debe desarrollar después. Es la regla de San Benito, “Ora et labora”, que encarnan los monjes y las monjas de clausura, los cuales, ciertamente – subrayó el Papa Bergoglio – no “están todo el día mirando el cielo. Rezan y trabajan”. Y, sobre todo, es cuanto ha encarnado el Apóstol Pablo, como está escrito en la Primera Lectura de hoy: “Cuando Dios lo eligió” – hizo notar Francisco – “no fue a predicar inmediatamente”, sino que “fue a rezar”, “a contemplar el misterio de Jesucristo que le había sido revelado”:
“Cada cosa que hacía Pablo la hacía con este espíritu de contemplación, de mirar al Señor. Era el Señor el que hablaba a su corazón, porque Pablo era un enamorado del Señor. Y ésta es la palabra-clave para no equivocarse: enamorados. Nosotros, para saber de qué parte estamos, si exageramos porque vamos hacia una contemplación demasiado abstracta, también gnóstica, o si estamos demasiado ocupados, debemos hacernos esta pregunta: “¿Estoy enamorado del Señor? ¿Estoy seguro, estoy segura de que Él me ha elegido? ¿O vivo mi cristianismo así, haciendo las cosas… sí, hago esto, hago, hago, pero mira y el corazón? ¿Contempla?”.
Es como cuando una marido regresa a su casa del trabajo y encuentra a su esposa que lo recibe: ella, que verdaderamente está enamorada, no hace que se acomode y después continúa con las tareas de la casa, sino que “se toma el tiempo para estar con él”. Así también nosotros debemos tomarnos el tiempo para el Señor, para estar al servicio de los demás:
“Contemplación y servicio: éste es el camino de nuestra vida. Cada uno de nosotros piense: ¿Cuánto tiempo al día dedico a contemplar el misterio de Jesús? Y después: ¿Cómo trabajo? Trabajo tanto ¿que parece una alienación, o trabajo de modo coherente con mi fe? ¿Trabajo como un servicio que viene del Evangelio? Nos hará bien pensar esto”.
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Mi opinión es la siguiente, eso que dice no evitará que entren seminaristas homosexuales. Eso lo que evitará es que lo digan. Y al final tendremos a aquellos que puedan ser homosexuales y sientan una llamada real de parte de Dios ( no olvidar que es Dios el que llama y lo que dispuso benedicto no era a ex cátedra) que sean sinceros en la calle ( sabiendo que en nuestra sociedad no pasa absolutamente nada por ser homosexual) y a aquellos que por cualquier razon hayan utilizado el sacerdocio para esconderse los tendremos en el altar. Yo no estoy de acuerdo con este obispo, al igual que no estoy de acuerdo con el que no ordenara sacerdotes tradicionales, lo cual me prece de traca.