Bergoglio de Buenos Aires: más preguntas que han quedado sin respuesta

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Cuando escribí The Dictator Pope, señalé el fracaso de los cardenales en 2013 para informarse sobre el historial del cardenal Jorge Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires, porque si hubieran sabido de ello, incluso superficialmente, no le hubieran votado. Cuanto más se sabe acerca de este historial, más verdadero parece. Cada vez está más claro que el cardenal Bergoglio no estaba simplemente por debajo del estándar que generalmente se espera de un candidato papal; él representó, en sus contactos cercanos y, por qué no, en su propia conducta personal, un vínculo con algunas de las características más corruptas de la Iglesia Sudamericana. Es necesario poner varios ejemplos de esto.

1. La estafa contra la Sociedad Militar de Seguro de Vida

En mi libro mencioné un escándalo financiero en Buenos Aires, que estalló poco antes de que Bergoglio fuera nombrado arzobispo. Las revelaciones que se han hecho desde entonces sobre la figura que estaba en el centro de la estafa, mons. Roberto Toledo, le dan un aspecto aún más siniestro que el que tenía en ese momento.

La historia es la siguiente: en 1997, Jorge Bergoglio ya llevaba cinco años como obispo auxiliar de Buenos Aires, y se le había otorgado el derecho de suceder al cardenal Quarracino, que estaba enfermo y que falleció al año siguiente. Quarracino tenía vínculos con un banco, el Banco de Crédito Provincial, propiedad de la familia Trusso, considerada un pilar de la Iglesia y que tenía además una gran amistad con el cardenal. Quarracino había sido instrumental en asegurar para el BCP la gran cuenta del fondo de pensiones militar argentino, la Sociedad Militar de Seguro de Vida; en 1997, a esta última se le pidió que hiciera un préstamo a la archidiócesis de Buenos Aires de diez millones de dólares, suscrito por el BCP. La reunión para arreglar este contrato se llevó a cabo en las oficinas de la archidiócesis, pero el cardenal Quarracino estaba demasiado enfermo para asistir; le representó su secretario general, mons. Roberto Toledo. Cuando llegó el momento de firmar el contrato, mons. Toledo salió de la habitación con el documento con el pretexto de llevárselo al cardenal y, poco después, lo trajo con una firma que, como se supo más tarde, había sido falsificada por Toledo mismo.

Mons. Toledo fue un notorio ejemplo del clero corrupto, cuya prominencia en la Iglesia se destaca cada vez más por el pontificado del Papa Francisco. Era homosexual y eran bien sabido que tenía un amante masculino, un instructor de gimnasia que sirvió para canalizar la influencia financiera de Trusso en la arquidiócesis. A las pocas semanas de la firma del préstamo, pero por razones no relacionadas con el mismo, el BCP entró en bancarrota; se reveló que tenía grandes deudas que no podía pagar, y el dinero de la Sociedad Militar, depositado en el banco, se perdió. Cuando la Sociedad trató de recuperar su préstamo de diez millones de dólares de la archidiócesis, el cardenal Quarracino negó haber firmado nunca el contrato.

El cardenal murió poco después, y el arzobispo Bergoglio asumió la guía de la archidiócesis. En su biografía The Great Reformer, Austen Ivereigh presenta a Bergoglio como el hombre que trajo probidad financiera a las finanzas de la archidiócesis de Buenos Aires [1], pero omite una serie de detalles cruciales para el caso. La primera es la forma con la que el arzobispo Bergoglio manejó la reclamación de la Sociedad Militar para la restitución de sus diez millones de dólares. Nombró como abogado de la archidiócesis para gestionar el caso a una de las figuras más sombrías en el sistema legal argentino, Roberto Dromi, un hombre que había sido procesado por numerosos delitos de corrupción [2]. El mero empleo de un hombre así por parte del arzobispo Bergoglio debería ser una de las principales causas del escándalo. Dromi hostigó a la Sociedad de tal manera con su reclamación que, al final, la Sociedad se vio obligada a renunciar.

La familia Trusso se arruinó por el colapso de su banco, y algunos de ellos afirmaron que habían sufrido una injusticia. En 2002, la periodista Olga Wornat entrevistó a Francisco Trusso y le preguntó por qué no habló con Bergoglio sobre la firma falsificada. Él respondió: «He pedido una audiencia, mi esposa ha pedido una audiencia. Mi hijo. Mi hermano. Él no nos recibirá [.] … Se escapa, no quiere escuchar. Debe ser porque su conciencia no está muy limpia. Debe haber firmado algo» [3].

Aún más significativo es el trato con guantes de seda que le otorgó el arzobispo Bergoglio a mons. Toledo. Primero le enviaron a su ciudad natal sin ninguna sanción. En 2005 fue juzgado por fraude, pero nunca se dictó sentencia. Este trato entra dentro del patrón de inacción habitual de Bergoglio en casos de falta, pero hay un detalle especial: como secretario del cardenal Quarracino en 1991, mons. Toledo fue el responsable de rescatar al padre Bergoglio del exilio interno al que le habían relegado los jesuitas, e hizo que fuera nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires. Desde entonces, Bergoglio siempre ha intentado evitar que la reputación del cardenal Quarracino o de mons. Toledo se vieran empañadas por los escándalos que les rodeaban [4].

Una posdata macabra a esta historia surgió en enero de 2017, cuando mons. Toledo, que había sido párroco durante dieciocho años en su ciudad natal, todavía impune, fue acusado de asesinar a un amigo suyo y falsear su testamento [5]. Aquí podemos ver algunas de las consecuencias de la famosa clemencia de Bergoglio, y empezamos a tener una idea de las personalidades a las que debe su ascenso en la Iglesia y con quién se juntaba durante su mandato.

2. La Universidad Católica de Argentina y el IOR (Instituto para las Obras de Religión)

Otro incidente mencionado en mi libro se refiere a la Universidad Católica de Argentina, de la cual Bergoglio fue canciller ex officio como arzobispo de Buenos Aires. Su agente aquí era Pablo Garrido, gerente financiero de la archidiócesis y a quien Bergoglio también nombró gerente financiero de la universidad (puesto del que fue destituido en 2017). La universidad, que tenía una rica dotación de 200 millones de dólares, le proporcionó al arzobispo Bergoglio el tejido financiero que necesitaba para ganar influencia en el Vaticano, cuyas finanzas habían quedado en un estado desastroso debido a las actividades ilegales de mons. Marcinkus y su sucesor, mons. de Bonis.

Entre 2005 y 2011, se transfirieron unos 40 millones de dólares de la Universidad Católica Argentina al Instituto para las Obras de Religión (el banco del Vaticano), en una transacción que se suponía era un depósito, pero que hasta ahora el IOR ha tratado como una donación. (Justo este año, los informes indican que esta apropiación indebida ha empezado a remediarse, pero solo parcialmente). Pablo Garrido fue el responsable de esta transferencia, en contra de las protestas de los miembros de la universidad que señalaron que la universidad, como fundación educativa, no podía hacer una donación a un banco extranjero. Junto con el caso de la Sociedad Militar de Seguro de Vida, este es uno de los oscuros episodios financieros en la administración del arzobispo Bergoglio que merece ser estudiado en profundidad por un investigador cualificado.

3. Los compinches episcopales de Bergoglio

Es igual de revelador echar una mirada a los colaboradores cercanos del cardenal Bergoglio en el episcopado de Buenos Aires. El primero de la lista es Juan Carlos Maccarone, a quien Bergoglio nombró obispo auxiliar al comienzo de su mandato, en 1999. En 2005, Maccarone fue destituido del episcopado por el Papa Benedicto XVI después de aparecer en un vídeo teniendo relaciones sexuales en la sacristía de su catedral, con un homosexual que ejercía la prostitución. Sin embargo, el cardenal Bergoglio le defendió públicamente, afirmando que la filmación había sido un montaje para derribar al obispo debido a su compromiso político de izquierdas. Vale la pena señalar que Maccarone declaró que todos conocían sus actividades homosexuales y que había sido nombrado obispo a pesar de ellas.

Otro amigo y protegido del cardenal Bergoglio fue Joaquín Mariano Sucunza, a quien consagró obispo auxiliar en 2000, aunque sabía que Sucunza había sido citado en un caso de divorcio como amante de una mujer casada, cuyo marido le acusó de haber destruido su matrimonio [6]. El obispo Sucunza continúa desde entonces como obispo auxiliar y, de hecho, fue nombrado por el Papa Francisco administrador temporal de la archidiócesis en 2013 después de su elección al trono papal.

4. Protección de abusadores sexuales

Ninguna ofensa ha sido más perjudicial para los obispos en los últimos años que la acusación de no haber actuado con diligencia contra los sacerdotes sospechosos de abusar sexualmente de niños. Varios obispos han visto sus carreras destruidas por este tema, no siempre en casos de culpabilidad obvia. El mismo Papa Francisco proclamó una política de «tolerancia cero» en relación a este tema y, supuestamente, introdujo un nuevo reinado de transparencia. Sin embargo, si lo analizamos, descubrimos que su propia carrera en el pasado está plagada de episodios que merecen un escrutinio tan completo como los que han derribado a otros prelados.

El primer caso es el del sacerdote Rubén Pardo, que fue denunciado a un obispo auxiliar de Buenos Aires en 2002 por haber invitado a un niño de quince años a su casa y abusar sexualmente de él, en la cama. La madre del niño tuvo muchas dificultades para lograr que las autoridades eclesiásticas admitieran el caso; consideró que el cardenal Bergoglio estaba protegiendo al sacerdote culpable y estaba indignada por haberle dado alojamiento en una residencia diocesana. La madre se quejó de que cuando trató de hablar con el cardenal en la residencia arzobispal, fue expulsada por el personal de seguridad. El sacerdote murió de SIDA en 2005; en 2013, un tribunal de Buenos Aires obligó a la Iglesia Católica a pagar a la familia una indemnización por el daño que había sufrido. La opinión de la madre sobre la gestión del caso fue: «Ese es el compromiso de Bergoglio: de la boca para fuera». (7).

Otro caso instructivo es el del padre Julio Grassi, condenado en 2009 por abusar sexualmente de un adolescente [8]. Lo que sorprende en este caso son los grandes esfuerzos que la Conferencia Episcopal argentina, bajo la presidencia del cardenal Bergoglio, dedicó para lograr la purificación del Padre Grassi, encargando un documento de 2.600 páginas para este propósito. Fue presentado a los jueces después de la condena de Grassi, pero antes de que hubieran dictado sentencia fue descrito, por el abogado Juan Pablo Gallego, como «un ejemplo escandaloso de ejercicio de presión sobre el Tribunal».

No negamos la importancia de defender a las personas inocentes de acusaciones falsas, pero de todo esto no se saca la impresión de un prelado con un historial de «tolerancia cero» contra el abuso sexual. Quizás más significativo es un comentario del cardenal Bergoglio al rabino Abraham Skorka, publicado en 2010, un año después de la condena al padre Grassi, que casos de abuso sexual clerical «nunca habían surgido» en su diócesis [9]. Es un ejemplo de la costumbre típica de Jorge Bergoglio de deshacerse de hechos inconvenientes negando su existencia.

Otro ejemplo de este manía lo proporciona el padre de un alumno de la escuela jesuita de Buenos Aires, donde Bergoglio había enseñado de joven en la década de los 60. Cuarenta años después, cuando Bergoglio era cardenal-arzobispo, el hijo le dijo a su padre que el capellán de la escuela se le había insinuado de manera indecente en el confesionario. Informó del caso al cardenal y se sorprendió al descubrir que no tomó ninguna medida; es la respuesta de Bergoglio que encontramos una y otra vez frente a la mala conducta de todo tipo. Poco después, el padre se sorprendió al escuchar al cardenal Bergoglio declarar, en respuesta a una pregunta planteada en una reunión de padres de la escuela, que el problema del abuso sexual y del clero homosexual era virtualmente inexistente en su diócesis.

A la luz de estos hechos, las recientes revelaciones sobre la complicidad del Papa Francisco en el encubrimiento de los abusos sexuales en los Estados Unidos, encajan fácilmente en su sitio. Entra totalmente en el carácter de un hombre que a lo largo de su carrera, cuando llegaron a su conocimiento acusaciones de corrupción clerical, mostró total indiferencia. Cuando consideramos sus promociones del obispo Maccarone y del obispo Sucunza, no sorprende que fuera amigo del cardenal McCarrick, quien, en los años previos a la elección de Bergoglio como Papa, ya había sido sancionado por el Papa Benedicto XVI por su extenso abuso de niños y jóvenes, pero que sin embargo fue capaz de desempeñar un papel influyente en la elección de Bergoglio. También es natural que, al convertirse en Papa, tomara como principales aliados a prelados como el cardenal Danneels, conocido por haber encubierto abusos infantiles en Bélgica, y al cardenal Wuerl, cuyo papel en los Estados Unidos demuestra haber sido igualmente turbio.

Volvemos al hecho de que, si los cardenales hubieran tenido alguna idea del trasfondo de la Iglesia del cardenal Bergoglio en Buenos Aires, nunca habrían votado por él. Puede que no previeran la actitud displicente de Bergoglio hacia la doctrina católica, pero lo que estaban buscando era un hombre que afrontara los nudos gordianos que habían derrotado a Benedicto XVI, y que estaban relacionados con la reforma financiera y moral en el Vaticano y la plaga generalizada de los abusos sexuales del clero. Si hubieran tenido conocimiento de la falta de integridad moral del clero con el que Bergoglio se había rodeado en Buenos Aires, de los escándalos financieros en su diócesis, de su inacción habitual en casos de mala conducta, de su repetido rechazo a las personas que fueron a él con quejas y de su tendencia a esconder la cabeza como una avestruz ante la crítica, habrían tenido claro que este era el último candidato que hubiera podido encajar en el perfil de un reformador.

 [1] Austen Ivereigh, El gran reformador, 2014, p. 244.

[2] Ver los artículos «Acusan a Dromi de cobrar sobornos. Guillermo Laura dijo que el exministro recibió US $ 7 millones de firmas viales» en La Nación del 9 de septiembre de 1999; y «La Justicia pidió un embargo millonario contra Menem y Dromi». Presunta venta irregular de un terreno de 241 ha. a Radio Nacional», en La Gaceta (Tucumán), 23 de abril de 2008.

[3] Olga Wornat, Nuestra Santa Madre, Buenos Aires, 2002.

[4] Ver Urgente24 (un periódico argentino online), 23 de marzo de 2013: «Una causa judicial que todavía le importa al Papa». En este artículo, publicado justo después de que Bergoglio fuera elegido Papa, el autor también informa sobre la historia relatada por el obispo Justo Laguna de Morón según el cual, en el momento del cónclave de 2005, el cardenal argentino Leonardo Sandri, refiriéndose a Bergoglio, le comentó: «Mejor reza a San José para que este hombre no se convierta en Papa».

[5] Ver https://www.infobae.com/sociedad/2017/01/29/una-muerte-dudosa-una-herencia-millonaria-y-un-cura-bajo-sospecha/ («Una muerte sospechosa, una herencia millonaria y un sacerdote bajo sospecha»).

[6] Ver el artículo de Marcelo González en Panorama Católico Internacional, 20 de septiembre de 2010: «Obispo Adúltero: Nombre y Pruebas».

[7] Ver el artículo en Público, 3 de mayo de 2013, «El Papa encubrió al cura que abusó de mi hijo».

[8] Véase BBC News, 24 de septiembre de 2013, «El sacerdote argentino Julio Grassi encarcelado por abuso sexual».

[9] Sobre el cielo y la tierra, un libro de conversaciones entre el cardenal Bergoglio y el rabino Abraham Skorka, publicado en Buenos Aires en 2010.

 Publicado por Henry Sire en 1P5; traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.

 

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Comentarios
11 comentarios en “Bergoglio de Buenos Aires: más preguntas que han quedado sin respuesta
  1. Sé que tenéis un filtro dedicado a mis aportaciones, lo que es directamente proporcional a vuestra miserble actitud y a vuestra mediocre profesionalidad. Todo ello, debido a esa espiritualidad que ha marcado el rumbo de la Iglesia hasta convertirse en un paraíso de abusadores.

  2. Ahhh!! Entonces SÍ que se trata de un una infamia tramada contra el Papa Francisco. Para muestra ‘un botón’. La Conferencia Episcopal Argentina le encargó al jurista Marcelo Sancinetti, uno de los más reconocidos penalistas del país, un análisis de la causa de Julio César Grassi, QUE CONCLUYÓ QUE EL SACERDOTE ES INOCENTE de los cargos de abuso sexual contra menores a su cargo, por los que fue condenado a 15 años de prisión. La tarea fue encomendada durante el mandato del cardenal Jorge Bergoglio (Hoy Papa Francisco) y se tradujo en dos libros. Tiene muchísima importancia para una evaluación lógica de la acusación perpetrada que, de las tres presuntas víctimas, dos no pudieron probar ningún delito; y de los supuestos DIECISIETE hechos delictivos QUINCE no existieron. El tercer denunciante «con el mismo tipo de pruebas (ninguna, sólo un falso testimonio) y las mismas pericias utilizadas para intentar probar las falsedades», ‘da pie de barro’ a una incomprensible decisión judicial.

  3. Últimamente suelo hacer comentarios de Pascuas a Ramos y me sale un texto que dice que voy muy rápido, que frene.
    Sr. Ariza, desde que le besó la mano al papa Francisco no se aclara.

  4. Coincido plenamente con el Sr. Horacio Castro en cuanto ocurrido sobre el tema del sacerdote Julio Grassi. Aclarando ademas que el presbitero Grassi no pertenecia a la Arquidiocesis de Buenos Aires , pertenecia a la Diocesis de San Justo y en la fecha de los supuestos abusos el obispo era monseñor Justo Laguna.
    Sobre las Acusaciones sobre Monseñor Zucunza no se aclara que en el proceso que se le siguiò se demostro su INOSENCIA.

    Sobre el caso Maccarone fue destituido en forma fulminante ni bien se conociò la noticia, y de ser cierta fue un caso entre adultos, lo que no lo hace menos grave por su investidura pero no fue con un menor de edad. Ademas en ese momento Maccarone era obispo de Santiago del Estero.
    Y la defensa de Bergoglio solo se refirio a que como Pastor se le recomociera el papel desempeñado por Maccarone en un momento dramatico del pais ( crisis del 2001) como miembro del Grupo politico-sacial-economico y eclesial denominado Dialoggo Argentino para superar la crisis.

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