Dos sacerdotes de la archidiócesis de Chicago, presidida por el Cardenal Blase Cupich, han sido detenidos en Miami cuando practicaban sexo oral en un coche, a la vista de todos y cerca de un parque infantil.
Dos sacerdotes de la Archidiócesis de Chicago -uno de ellos un ‘sacerdote externo’ procedente de Colombia- han sido detenidos en Miami acusados de exposición impúdica al estar supuestamente practicando sexo oral en el interior de un coche aparcado en una calle muy transitada, no lejos de un parque infantil.
Uno de ellos, el padre Diego Berrio, es director espiritual y asesor canónico de un grupo juvenil que organiza retiros especialmente dirigidos a la población hispana.
Según el informe de la policía, «el acto sexual se estaba produciendo a la vista del público que pasaba por la acera de Ocean Drive. Debe consignarse que las ventanas del vehículo no estaban tintadas ni cubiertas».
La Archidiócesis de Chicago informa en una nota que el Cardenal Cupich ha retirado a Berrio de su ministerio y ha suspendido sus facultades sacerdotales. Su compañero, Giraldo Cortés, un ‘sacerdote externo’, perderá sus facultades para ejercer su ministerio en la archidiócesis norteamericana y su destino definitivo deberá decidirlo su superior en Soacha, Colombia.
La noticia no ha podido producirse en un momento más inoportuno, ya que Cupich, que aparece citado en el Informe Viganò como uno de los ‘miñones’ del ex cardenal McCarrick, promovido por el propio Arzobispo Emérito de Washington al episcopado junto a Farrell y Tobin, ha sido fuertemente criticado por su torpe ataque al explosivo testimonio. Cupich trató de quitar importancia al silencio papal ante las acusaciones asegurando que Su Santidad tiene una «agenda más amplia», de la que citó como prioridades «cuestiones medioambientales» y la inmigración.
La extraña réplica, que parecía minusvalorar el terrible daño para las víctimas y para el prestigio de la Iglesia de los abusos y su encubrimiento, se ha leído como un síntoma significativo de la indiferencia y confusión con la que parte de la jerarquía americana se enfrenta a este espinoso asunto.
Por lo demás, el caso de Berrio y Cortés vendría a dar la razón tanto a quienes lanza la voz de alarma ante la penetración masiva de redes homosexuales en el clero americano como a las informaciones, recogidas en esta publicación, sobre el sospechoso programa de ‘importación’ de sacerdotes jóvenes colombianos en diócesis estadounidenses.