El desplome de un cardenal

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Gonzalo Ibáñez Santa María

La noticia se veía venir. Después que el cardenal Ricardo Ezzati fue citado por tribunales a declarar como imputado por encubrimiento, en un caso de abuso sexual causado por un miembro del clero, pocas dudas quedaron de que sus minutos estaban contados. La ocasión para que esa cuenta llegara a término la constituyó la perspectiva de un Te Deum del 18 de septiembre presidido por una autoridad eclesiástica cuestionada en tribunales: varios mostraron una profunda reticencia a asistir; otros, sin más trámite, anunciaron su inasistencia. En definitiva, el cardenal desistió de presidir la ceremonia, con lo cual la poca autoridad de que aún dispone se ha visto reducida casi a cero. Es cierto que aún falta que el Papa le acepte oficialmente la renuncia que presentó con motivo de haber cumplido 75 años de edad. Pero, en los hechos, la sede episcopal de Santiago está vacante o muy cerca de estarlo.

Tan implacable consecuencia no se explica, sin embargo, sólo por la acusación de que ha sido objeto Ezzati. No hay proporción entre ésta y el descabezamiento de la diócesis más importante del país, que se suma al que han experimentado varías otras en los últimos meses. Pero sí, esa acusación fue la gota que rebalsó el vaso de un evidente fracaso en la conducción de esta diócesis y, en general, de toda la Iglesia chilena. Fracaso que, subrayémoslo, se inicia en períodos anteriores. De hecho, su origen está en la política del cardenal Raúl Silva Henríquez que ató la suerte de la Iglesia al predominio del partido Demócrata Cristiano que, de tal, no ha tenido nunca ni la sombra.

Fue Silva Henríquez quien le dio la espalda a Paulo VI cuando este promulgó su encíclica Humanae Vitae y respaldó al gobierno DC de Frei Montalva en una política de control de la natalidad por medio del empleo masivo de anticonceptivos artificiales. Con el resultado que ahora vemos: un país envejecido, sin juventud que sostenga a sus ancianos y que debe recurrir a una inmensa inmigración para continuar a flote. Fue Silva Henríquez quien respaldó la nefasta política de reforma agraria promovida por el mismo Frei y quien miró para el lado cuando la “opción preferencial por los pobres” a la cual nos llama la Iglesia, fue desvirtuada para convertirse, muchas veces en manos de los mismos clérigos, en ariete de lucha de clases y así pavimentar el camino al triunfo del marxismo. Después, la DC no lo ha hecho mejor: fue ella la que estuvo detrás de la ley que terminó con el matrimonio cuando se impuso el divorcio; y fueron sus votos los que aseguraron la legalización del aborto.  Todo eso, bajo el gobierno de otros cardenales; pero, ninguno de los cuales fue capaz de enderezar este barco que, desde entonces, venía a la deriva. Con Ezzati, topó fondo.

Entre nosotros, la religión ha perdido gran parte de su sentido: las manifestaciones de piedad como el Mes de María y la Procesión de la Virgen del Carmen han casi desaparecido  y devociones tan arraigadas como el rezo del Rosario se practican cada día menos. Para qué decir, la asistencia a Misa. La enseñanza de la doctrina de la Iglesia para alcanzar la Vida Eterna se ha difuminado, reemplazada por intrascendentes documentos cuando no por apoyos explícitos a banderías políticas que poco y nada tienen que ver con el destino de las personas encarnado en Cristo Nuestro Señor.

Creer, por eso, que el problema se va a solucionar constituyendo una comisión destinada a recibir las acusaciones contra los sacerdotes por acoso sexual, es no entender nada de lo que está pasando. Es cierto que debe hacerse; pero, teniendo presente que no es un asunto disciplinario lo que hace el fondo de esta cuestión. Es el sentido mismo de la existencia de la Iglesia ¿Para qué queremos y para qué es necesario una Iglesia? Sin una adecuada respuesta a estas interrogantes nada se puede avanzar para revertir este proceso de demolición.

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Comentarios
3 comentarios en “El desplome de un cardenal
  1. Félix:

    Su razonamiento es equivocado. Los sacerdotes tienen una forma de vida muy particular: Seminario, castidad, represión, culpa, etc… Esa forma de vida puede («puede») ser la culpable de que le metan mano a «l@s niñ@s» (en general). Si tienen a mano monaguillos, pues le meten mano a los monaguillos. Si tuvieran a mano monaguillas, pues le meterían mano a las monaguillas.

    No puede usted juzgar el todo (los homosexuales) estudiando a la parte (los sacerdotes). ¿Qué pasa entre los homosexuales? Hay estudios de sobra en Internet a los que usted puede acudir para mantener su afirmación. Mientras no acuda usted a datos serios le ruego deje de repetir falsedades.

  2. «Si tuvieran a mano monaguillas, pues le meterían mano a las monaguillas.»

    Me olvidaba que, como eres ateo militante y protestante, no tiene ni flores de cómo funciona la Iglesia. Que no hay monaguillas dice…. tu miente, miente…..

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