Bullón de Mendoza, la ACdP, José Manuel López Vidal y los ‘ultraneoconservadores’

por Carlos Esteban | 25 junio, 2018

Es gracioso ver a los amos del discurso acumulando hipérboles en sus mismos titulares para negar el pan y la sal a quienes ven como enemigos, descalificándolos con etiquetas que cada día, por su mismo abuso, significan menos. Esto afecta a todo el pensamiento único, el mensaje de progreso, también en la información religiosa.

Es difícil que se conformen con, digamos, ‘conservador’ para designar lo que no les gusta; algo menos de ‘ultraconservador’ les sabe ya a poco, aunque el concepto sea difícil de precisar y aunque el término, por la connotación evidente que quieren transmitir, casa mal con sus prédicas de tolerancia y caridad.

Un reciente titular -con su subtítulo- en Religión Digital, de la pluma de José M. López Vidal, quizá les divierta por lo saturado que viene en la técnica de la que hablamos: ‘El ultra Alfonso Bullón de Mendoza gana las elecciones de la ACdP…en primera vuelta’.

Es difícil negar que el discurso público está de tu lado cuando puedes permitirte calificar a alguien de ‘ultra’ sin miedo a que durante un segundo alguien pueda preguntarse si el calificado será ‘ultraprogresista’. Eso, sin más, no existe, porque uno puede ir hasta el extremo del progresismo sin ser extremista, misterio de la semántica moderna.

El subtítulo aclara, por si algún despistado no se ha dado cuenta de lo despreciable que es el sujeto al que se refieren: ‘El catedrático carlista cuenta con el aval de los movimientos eclesiales neoconservadores’.

No sé en qué sentido es ‘carlista’ un insulto tan escandaloso que lo repite con asombro en páginas interiores, en el tercer párrafo: «De hecho, el propio Bullón es carlista y su candidatura está siendo apoyada por los movimientos neoconservadores eclesiales, como el Camino Neocatecumenal, Comunión y Liberación o el Opus Dei, que quieren retomar el control de la asociación y, sobre todo, de la Fundación Universitaria San Pablo CEU».

La mera sintaxis hace evidente que para Vidal el asombro es similar o mayor que si el tal Bullón hubiera sido un pedófilo confeso. En cuanto a esos ‘movimientos neoconservadores eclesiales’, no puedo sino sentir cierta compasión por el Opus Dei que, en esto, me recuerda mucho al PP de Rajoy: por más esfuerzos que ponga en alinearse con Francisco, por más que le haga la ola con un entusiasmo quizá improcedente, nada se le pega de esos aires de apertura, progresismo, renovación y todas las otras cosas buenas.

El Opus Dei para Vidal, como los ímprobos para Calvino, tiene fijado su destino eterno desde el principio de los tiempos, son ‘neoconservadores’ ontológicamente, por esencia, hagan lo que hagan y se alineen con quien deseen.

Lo mismo podría decir de los neocatecumenales o los ‘celinos’, pero mi familiaridad con ambos grupos es algo menor.

Hablo del asunto con especial autoridad, la que me da desconocerlo absolutamente y así poder juzgar no tanto los hechos, que como digo ignoro, como esa visión de «nosotros contra ellos», de enfrentamiento y revancha, teñida de ideología política hasta la raíz, que se está haciendo deplorablemente habitual.

Observen este párrafo: «En cualquier caso, fuentes de la ACdP señalan a RD que «Bullón ha alcanzado su techo» y, por lo tanto, no es probable que salga elegido en la segunda vuelta, a celebrar el próximo día 21 de julio. Además, tanto dentro como fuera de la Iglesia, la eventual victoria de Bullón se interpretaría «como una marcha atrás de la asociación hacia posiciones frentistas y poco plurales», en un momento en que el Papa Francisco pide que las asociaciones estén en salida, se abran a la sociedad y eviten cualquier signo de proselitismo».

«Estar en salida», lo confieso, es una expresión que no había oído hasta escuchársela al Papa, aunque de un tiempo a esta parte he tenido que leerla demasiadas veces sin que nadie acierte a explicarme qué significa en concreto. Tendré que pensar que es otra consigna peronista, más importa por la emoción que connota que por la idea que transmite. Como «abrirse a la sociedad», algo que, por lo visto, un carlista está incapacitado para hacer.

A la sociedad, a la calle, al pueblo, a lo que pasa, todo el mundo sabe, solo están abiertos los octogenarios de la Juan XXIII y en general los que defienden la juventud de Mayo del 68. Solo hay que ver lo pegados que están al pulso de la sociedad siguiendo de cerca lo que piensan los fieles en la propia Italia, el país que rodea el Vaticano, expresado en las urnas.

No sé, quizá se me ocurre que esta impetuosa juventud eclesial podía uno de estos días buscar un calendario o un espejo y hacerse, al fin, a la idea de que la sociedad a la que están abiertos hace décadas que no existe, y que sus fórmulas para renovar la Iglesia, lejos de ser innovadoras son ya el dogma del mundo; lejos de ser audaces, son timoratas y seguidistas de lo que dictan los medios seculares -que no están exactamente en manos de los pobres de la tierra-; lejos de propiciar una ‘primavera’, nos ha sumido desde hace medio siglo en un invierno que parece no tener fin.