Retirado y octogenario, el Cardenal McMarrick ha sido apartado del ejercicio sacerdotal por un caso de abuso a un menor hace 50 años. ¿Cuántos callaron o encubrieron casos similares durante este medio siglo?
El monumental escándalo de la pedofilia clerical y, sobre todo, de su ocultación durante años por parte de la jeraquía católica vuelve a su origen, Estados Unidos, con la decisión de prohibir el ejercicio de sus funciones sacerdotales al Cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo Emérito de Washington, por la acusación «creíble» de haber abusado de un menor hace medio siglo.
El periodista norteamericano Rod Dreher comparte en The American Conservative sus recuerdos relativos al Cardenal, y nos incita a preguntarnos cuántos sabían y cuántos callaron. Y cómo pudo nombrarse a un sacerdote con semejante historial arzobispo de la capital federal y cardenal, es decir, elector del Papa.
Cuando se empezó a rumorear que el entonces arzobispo de Newark iba a ser promovido a la diócesis de Washington, un sacerdote y un grupo de prominentes laicos viajaron a Roma para advertir a las autoridades eclesiásticas de que McCarrick era un acosador sexual en el seminario diocesano. Tenía la costumbre de invitar a los seminaristas a dormir con él y dejarse abrazar. No podía hablarse aún de abuso, porque no existía coerción física directa; sencillamente, el seminarista que se negaba sabía que contaba con pocas probabilidades de ser ordenado sacerdote.
Roma escuchó y no hizo nada. Mejor dicho, sí hizo: en 2000, McCarrick fue nombrado Arzobispo de Washington.
Dreher conoció la historia por el sacerdote, e intentó confirmarla contactando con los laicos implicados. En vano. Unos no querían hablar públicamente para no ver dañada su carrera; otros, para no «hacer daño a la Iglesia». También le llamó, en el curso de su investigación, un amigo de McCarrick para aconsejarle que dejara de fisgonear.
Desde ese momento, Dreher recibió más llamadas de sacerdotes que le confirmaban que, efectivamente, McMarrick era un abusador homosexual. Pero, sin posibilidad de que declararan, no había caso.
Lo curioso es que Roma fue informada por un grupo perfectamente respetable e investigable, y la acusación privada y confidencial no solo no llevó a abrir investigación alguna, sino que se siguió adelante con la promoción de McCarrick, que pasaría a convertirse en una de las figuras más influyentes de la Iglesia americana.
«Que el Cardenal McCarrick era un depredador sexual de algún tipo era el secreto peor guardado entre los periodistas de la Costa Este que cubrían el escándalo de absusos clericales», concluye Dreher. Pero nadie habló públicamente.
El caso que ha provocado la tardía y ya irrelevante caída de McCarrick tiene cincuenta años de antigüedad, medio siglo. En medio siglo, decenas, quizá cientos de personas, de colegas, subordinados y superiores, tenían que conocer, si no el caso concreto, sí la peligrosa inclinación del cardenal. Y nadie habló, y la brillante carrera eclesial de McCarrick siguió adelante incluso en medio de aquella sangría que ensombreció los últimos años del Pontificado de San Juan Pablo II.
No basta con retirar del ejercicio activo a un octogenario clérigo retirado. En este escándalo ha habido necesariamente muchos cómplices o, en el mejor de los casos, encubridores. No pueden seguir manteniendo puestos de responsabilidad pastoral en la Iglesia.
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¡Qué tristeza que me da todo esto!
¡Dios mío, ven en auxilio de Tu Iglesia. Señor, date prisa en socorrerla!
Aparte del escándalo con “delay “ (retraso), esto refleja una monumental hipocresía. Mientras se condena a este hombre por hechos ocurridos hace cincuenta años, se invita a James Martin a dar conferencias nada menos que en las jornadas de la familia…Seguramente tendremos que esperar otros cincuenta años para enterarnos de las hazañas del padre J. Martin. ¿Y qué pasa con Paglia? ¿Se sabe algo sobre sus tendencias claramente desviadas? Lo mismo cabe pensar del secretario de Coccopalmerio, del que no hemos vuelto a saber nada. Este, con el agravante de la orgia en las mismas narices del papa. Por no hablar de otro tipo de escándalos, menos llamativos, pero posiblemente más graves. Es el caso de las hereticas afirmaciones de los obispos alemanes y de otros países. Hay, no dos, sino muchas varas de medir en este desgraciado pontificado, dependiendo de la mayor o menor simpatía del sujeto de que goce en las altas instancias vaticanas
Que curioso, a mi me parece hipocresia que se prohiba hablar a Martin y se escondan las hazañas del cardenal, lobque habría hecho Juan Pablo II y a ti te parece hipocresia que se condene al cardenal y se feje hablar a Martin, parece que nuestro concepto de hipocresía no concuerda, a mi me parece hipocrita que se finja que las personas no tienen deseos sexuales y se ponga de ejemplo a los sacerdotes y cuando la realidad demuestra la falsedad, se esconda todo, a ti te parece hipocrita que se castigue al que abusaba de su poder, -porque en eso está el pecado únicamente- y que se hable abiertamente de la realidad, un concepto totalmente distinto
Y bueno. No hay que ser rigoristas. Los mandamientos no son mandamientos. No son leyes rigidas. Son palabras que se pueden dialogar. Este cardenal y Martin no pecaron . Quien soy yo…
Es lamentable que se actúe así en la Iglesia. Después de 50 años!!! se condena a un sacerdote por abuso ….dónde están las pruebas???? Al final, el Vaticano procede según la ideología imperante lo está haciendo. Con sólo decir que fui violada, sin prueba alguna, tengo derecho de abortar. No me parece que con sólo la acusación de una persona (que puede tener distintos móviles), se proceda de esta manera.
Espero que publiquen mi comentario, pues al anterior lo omitieron. Gracias.
Muy oportuna tu apreciación Rosita, primero debemos reconocer que cualquier abuso y acoso es siempre grave y merece ser condenado. Nunca debemos minimizar NADA. Sin embargo, lastimosamente hoy en día con tal de que alguien mencione tu nombre casi todo el mundo te trata como un delincuente ya culpable. Es cierto que se debe apartar a la persona de sus funciones para no “trabar” o sencillamente para facilitar una buena investigación. Pero lastimosamente, hoy en día la acusación es sinónimo de culpable. No se presume la inocencia hasta que se compruebe lo contrario. Esta parte estamos descuidando mucho y hay gente inocente que sufre esta injusticia. Habrá que ver para que siempre se haga justicia, se condene al culpable y no se dañe al que no haya cometido delito