En la muerte de Pedro Mella, un abrazo al Padre Ángel

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Desde estas páginas hemos sido críticos con algunas de las actuaciones del Padre Angel, fundador y presidente de Mensajeros de la Paz. Hoy nos queremos unir al dolor del fallecimiento de su administrador histórico, Pedro Mella. Sabemos de la profunda amistad que le unía al Padre Ángel y del vacío que deja su ausencia.

Mensajeros de la Paz está realizando una enorme labor social en muchos ámbitos desfavorecidos de la sociedad. Es la ONG de inspiración católica más extendida en España y con presencia en decenas de países. El Padre Angel no lo oculta jamás, y se siente orgulloso de su condición de sacerdote católico.

Toda organización tiene que contar con personas que trabajan en la oscuridad y que hacen que la maquinaria funcione cada día. En la iglesia son muchos los hombres y mujeres callados que hacen que con la rutina diaria las palabras de los grandes dirigentes no queden vacías.

Su rostro nos es desconocido, su trabajo queda en el anonimato, no son personajes públicos ignoramos todo de su vida pero son las personas que hacen que la masa fermente. Su ausencia deja un silencio difícil de compensar.

Pedro Mella ha realizado su complicado trabajo durante decenios. Sabemos que su familia quiere vivir estos momentos en la intimidad pero no queremos dejar de invitar a nuestros lectores a una oración por Pedro Mella y su familia.

El Padre Angel tiene una gran debilidad y le traiciona el corazón, por lo que nos imaginamos su dolor en este momento. No ha perdido un trabajador, ha perdido un amigo, ha perdido un hijo. Si de algo le sirve, le hacemos llegar nuestro caluroso abrazo.

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Comentarios
1 comentarios en “En la muerte de Pedro Mella, un abrazo al Padre Ángel
  1. Pedro, yo sé que Mercheland, quien por cierto te ha sorprendido por su alegre caminar saltando de nube en nube y ya sin bastón te ha buscado el buen sitio que te mereces por tu lealtad y servicio a personas cuya vida conocías como nadie. Déjame seguir en el anonimato, como tú, piedra pequeña, pero cuán necesaria. Un abrazo a los dos, con la rúbrica de una oración sincera y alegre.

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