Ha llamado la atención, y no se ha dejado de comentar en redes sociales, el hecho de que, por primera vez en nuestra ya no tan joven democracia, el nuevo presidente del Gobierno ha jurado su cargo ante el Rey sin biblia, crucifijo o símbolo religioso alguno. Solo la Constitución.
Los comentarios, aunque de todos los colores, se han distribuido principalmente en dos grupos: los de quienes ven con alarma la citada ausencia como una especie de declaración de intenciones de Pedro Sánchez, en el sentido de profundizar en la ya evidente descristianización de España, y los elogios aliviados de los que celebran el cambio, precisamente porque también aplauden la acelerada descristianización de nuestro país.
Desde Infovaticana estamos con los segundos por las razones de los primeros. Aún más: no entendemos bien, y no es la primera vez, qué puede ganar nuestra fe o en qué nos conviene a los creyentes el paripé que representa mantener los símbolos cuando ha desaparecido su sentido.
Por el contrario, nos parece una excelente noticia, como nos alegramos de que esos mismos símbolos desaparezcan, no de la vida pública (que no es en absoluto propiedad del Estado, sino patrimonio de toda la sociedad), pero sí de todo organismo oficial e institución de autoridad.
Lejos de sentirnos halagados, nos parece una burla que sucesivos gobiernos que han infligido leyes no ya anticristianas, sino negadoras de la propia ley natural, hagan la más ligera mención a lo que para nosotros los creyentes es sagrado y para ellos, evidentemente, no lo es.
No tenemos el menor deseo -otro ‘clásico’ de las redes- de que los políticos nos feliciten la Navidad, participen semioficialmente en ceremonias religiosas y procesiones o, en general, hagan uso de unos símbolos que están, al hacerlo, profanando. Todo eso no hace más que aportar confusión, proporcionar a algunos políticos una escandalosa coartada electoral y ofrecer una visión infantilizada y clerical del cristianismo. Por último, da una idea completamente errónea del peso social de la Iglesia en la vida política.
Nos sorprende, por lo demás, que esa postura fácil a la indignación o al halago con semejantes migajas sea la que transmite y fomenta un episcopado que sigue, en esto, en la luna de Valencia. Nuestra jerarquía sigue creyendo, o fingiendo creer, que España es aún un país católico. Esa, por la demás, parece ser la base de su actividad, mucho más política que religiosa.
Para acabar y achacar las responsabilidades a quienes corresponden, Pedro Sánchez, de quien sospechamos no solo que habría jurado ante la Biblia, sino ante el Corán o el Código de la Circulación si fuera necesario, no tiene nada que ver con las visibles ausencias. Fue Su Majestad Felipe VI -a quien los indignados, por lo general, sitúan por encima de toda crítica- quien cambió el protocolo a este respecto.
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No estoy de acuerdo con las ideas propuestas por Infovaticana. Sánchez, lamentablemente para é,l se confiesta «ateo a secas», pero cualquier ateo es un fideísta, pues no solo no tienen nada que afirmar ni saben dar ninguna explicación de la existencia de sí mismos ni del universo entero, más de la noción absurda de la casuallidad. Ponen su fe ciega en unas tesis irracionales. Como si tuviérammos todos las letras de la Biblia o del Quijote en una canasta en la azotea de un edificio y las echáramos a la calle, y con la misma lógica que tienen los que proponen la causualidad, todas caerían en la mismísima orden que las palabras del libro. El crufifijo y la Biblia significan mucho, muchísimo, y pese a que los políticos no han hecho caso a esta verdad, no es para tirar cohetes que se haya eliminado esta costumbre. Sin la Biblia, el crucifijo, el Misterio Pascual de Jesucristo, no se puede comprender nada de lo que es España y que Sánchez implícitamente rechaza esta verdad no es bueno.
Fui el primero en comentar y todavía o aprueban mi comentario.
La Iglesia siempre ha favorecido el estado confesional católico y eso no ha cambiado. Incluso en Vaticano II se refrenda este principio. Además, si el cometido del Estado es la promoción del bien común, debería de ser obvio que parte esencial del bien común es el apoyo a la religión, sobre todo la verdadera religión que es la católica y que tanto tiene que ver con la historia de España. Hay religiones esecnialmente perversas como es el caso del islam que manda matar al resto de la humanidad y un Estado debería de tomar medidas para que no pueda llevar acabo sus nefastos presupuestos. Claro, hoy en día con la secularización rampante, no hay prácticamete ningún Estado que respeta los principios de la ley natural y la Doctrina Social de la Iglesia. Ya vemos lo que ha pasado en Irlanda, que sí tiene una constitución conforme a estos principios pero que ahora la han hecho añicos.
La ausencia de símbolos religiosos no puede haber partido de Felipe VI porque en la toma de posesión de Mariano Rajoy en 2016 sí estuvieron presentes la Biblia y el crucifijo:
http://www.rtve.es/noticias/20161031/rajoy-jura-este-lunes-su-cargo-ante-rey-comienza-disenar-su-gobierno/1435020.shtml
A mí no me alegra en absoluto la noticia porque supone un avance más en la descristianización de España. Alegrarse de que se pierda esta tradición es como alegrarse de la desaparición de la Semana Santa porque en buena medida se ha vaciado de contenido religioso.
Se seguirá llamando Felipe VI Su Católica Majestad?
Según la Constitución sí, porque es un título tradicional vinculado a los Reyes españoles y así se reconoce. De todos modos, no comparto la alegría del articulista. Creo que si perviven los símbolos es más fácil la tarea de la reconstrucción. Tampoco creo que el Rey sea culpable de la evolución errática y autodestructiva de la Iglesia, iniciada con el Concilio y rematada por este Papa, por lo que no aprecio la ironía de modo favorable. Lo digo sin ser creyente, pero muy convencido del papel del catolicismo en nuestra cultura.
El problema no es si jura o no con la biblia, sino la búsqueda de la desaparición total de los símbolos cristianos de la vida pública, que la religión sea un asunto puramente privado, sin expresión externa.
¡La que nos espera a los católicos con este tío!
Ciertamente protestante y liberal es la línea que está tomando Infovaticana con respecto a la relación de la Iglesia y el poder público. Me está empezando a irritar bastante.
Es significativo su eliminación en todo caso. ¡ A Dios y Cristo, ni en pintura! Otro masoncete.
Lo que sorpende no es la ausencia de Biblia y crucifijo, sino la ausencia de escuadra y compás. El mandil puede que lo llevara oculta debajo del traje.
Creo peligra la paga doble de junio, y la de Navidad ni lo dudo. Lo tendremos bien merecido por tontos útiles.
Lo importante no son tanto las causas, sean remotas, obvias u ocultas del hecho de la desaparición del crucifijo y la Biblia, sino el hecho en sí, unido a otros muchos que llevan aconteciendo en España y todo el orbe cristiano desde hace ya décadas. Es toda una nueva sociedad postcristiana, la que se construye gota a gota, ante la parálisis o impotencia de aquellos que deberían (deberíamos) oponerse.