El Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, monseñor Bernardito Auza, ha denunciado que las denominadas ‘ayudas para el desarrollo’ han devenido en un instrumento encaminado a fomentar el aborto y los anticonceptivos.
(Julio Llorente / La Gaceta)– A nadie se le escapa que tras la ayuda que proveen diversas entidades públicas y privadas a países subdesarrollados subyace en verdad una colonización ideológica. Una colonización que no consiste tanto en la deseable promoción de la democracia o el imperio de la ley como en la imposición de los eufemísticamente llamados ‘derechos reproductivos’ (aborto, anticonceptivos, etc).
El Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, monseñor Bernardino Auza, se ha manifestado precisamente en este sentido. Así, en una alocución pronunciada en la sede de la organización supranacional, ha denunciado que las ‘ayudas para el desarrollo’ han devenido en un instrumento encaminado a fomentar el aborto y los anticonceptivos en países tercermundistas.
En esta línea, el purpurado ha motejado de ‘caballo de Troya’ la ya citada asistencia humanitaria: ‘El sistema de desarrollo no debe ser utilizado nunca como caballo de Troya para atacar los valores culturales y religiosos de las naciones en desarrollo’.
Mons Auza, en cualquier caso, deja clara su postura: no se opone a la ayuda humanitaria en sí, sino a que ésta se convierta en medio para alcanzar fines cuestionables desde el punto de vista moral: ‘No pretendemos criticar la asistencia al desarrollo, pero cuando ésta se convierte en un instrumento de imposición y control de los países pobres, debemos denunciarlo’.
En este sentido, el prelado ha reflexionado sobre las dramáticas consecuencias de la colonización ideológica, de esa constante violación de las convicciones y valores morales de los pueblos africanos. ¿Y cuáles son estas consecuencias? Fundamentalmente, un descenso de la natalidad, y sempiternas batallas legales y sociales en las que entra en juego la estructura tribal de la sociedad de muchos países africanos.
En la línea del Santo Padre
Las declaraciones pronunciadas por el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU concuerdan con la visión del Santo Padre Francisco sobre la cuestión; una visión que ha concretado en emotivos y vigorosos alegatos en ingentes ocasiones. De este modo, en su alocución ante la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2015, el pontífice criticó la colonización ideológica a la que ya nos hemos referido.
En aquella ocasión, el pontífice llamó la atención, pues, sobre cómo la indispensable ayuda humanitaria es utilizada a veces para ‘encubrir todo tipo de abusos y de corrupciones o para llevar a término una colonización ideológica a través de la imposición de modelos y estilos de vida de los autóctonos’.
También ha reflexionado el Papa Francisco con cierta asiduidad sobre el modo en que, en nombre de supuestos ‘derechos humanos’, se atenta contra el derecho de los grupos humanos más pobres a vivir de acuerdo con sus propias convicciones morales: ‘Nociones debatibles de derechos humanos, contrarias a la cultura de muchos países, han avanzado sobremanera (…) Paradójicamente, hay un riesgo de que, en nombre de los derechos humanos, veamos el surgimiento de formas modernas de colonización ideológica de los poderosos y los ricos en detrimento de los pobres y de los débiles’.
Denuncias desde África
Es importante señalar que esta colonización ideológica no es exclusivamente denunciada por la Santa Sede, sino también por egregias personalidades de la sociedad africana. Es el caso de Obianuju Ekeocha – presidente de Culture of Life Africa -, quien clamó ante la ONU hace más de un año contra el contumaz afán de imponer el aborto en los países africanos a través de esas de ‘ayuda humanitaria’.
En este sentido, aclaró la percepción de la mayor parte de las culturas africanas respecto al aborto: ‘La mayoría de lenguas nativas africanas ni siquiera tienen una forma de decir aborto de tal modo signifique algo bueno (…) Culturalmente, la mayoría de comunidades africanas realmente creen por tradición, por estándares culturales, que el aborto es un ataque directo contra la vida humana’.
A la luz de estas declaraciones, podemos concluir que la ayuda humanitaria que prestan muchas asociaciones a países en vías de desarrollo no está guiada por propósitos filantrópicos, sino por el malthusiano afán de reducir la población mundial. Una reducción que sólo puede conseguirse, en el corto plazo, ignorando los preceptos morales de las sociedades tercermundistas e imponiendo en su seno el aborto y los anticonceptivos.
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«Culturalmente, la mayoría de comunidades africanas realmente creen por tradición, por estándares culturales, que el aborto es un ataque directo contra la vida humana».
Esto es precisamente lo que los valedores del aborto opinan. Los africanos no creen por tradición, ni por estándares culturales que el aborto sea un ataque directo contra la vida humana. Saben que es un ataque contra la vida humana como saben que sin agua no se puede vivir. Para que el aborto se implante en una sociedad primero hay que elevar el nivel de vida de las familias. Alcanzado cierta seguridad y acomodo material se induce una crisis económica de manera que la opción sea mantener la tasa de consumo o acabar con la vida del niño no nacido. Eso no ocurrirá en África por la riqueza de sus tierras. No sería posible una crisis económica una vez alcanzado el nivel de desarrollo económico deseado. La única alternativa es mantener abiertos los conflictos entre sus pobladores para seguir absorbiendo sus riquezas.