Comunión para todos: una modesta proposición

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Querer comulgar sin las condiciones para hacerlo es, además de un sacrilegio, como empeñarse en comerse la tarta y guardarla para mañana: una contradicción lógica, un imposible que solo cabe explicar -benévolamente- por un deseo de participar, de integrarse en el rito comunitario.

La Eucaristía, que ocupa el centro mismo de la vida de un católico y diferencia su fe de la de otras confesiones cristianas, está siendo también el centro y caballo de batalla de las grandes polémicas que están dividiendo la Iglesia últimamente.

No es un asunto baladí. La Eucaristía es la conversión real del pan y el vino en el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Cristo mismo bajo ambas especies, un milagro ante el que se arrodillan los ángeles en el Cielo y que ilustra el amor del Hijo de Dios por los hombres, que se humilla hasta el extremo para seguir con nosotros.

Como ha recordado recientemente Su Santidad, el alma de quien se acerca a recibir la Eucaristía debe estar libre de todo pecado mortal.

Y aquí está el problema. El Capítulo VIII de la exhortación papal Amoris Laetitia parece a muchos ambiguo en cuanto a la licitud, para los católicos divorciados que han contraído un segundo matrimonio sin una declaración de nulidad del primero, de recibir la comunión. Siendo el matrimonio católico indisoluble, convivir con mujer diferente a la propia esposa, salvo que se comprometan a vivir ‘como hermano y hermana’, debe considerarse una forma de adulterio continuado, lo que en sí mismo imposibilita al sujeto para recibir la comunión.

Y, sin embargo, la citada exhortación es interpretada en numerosas diócesis como un permiso para dar la comunión a estos sujetos «en algunos casos». Ya saben, discerniendo y todo eso. Esta interpretación ha sido avalada por el propio Pontífice en una carta privada a los obispos argentinos como «la única posible», carta que se ha incluido en las Acta, con lo que es difícil saber si es o no magisterio ordinario.

Luego está el asunto de la ‘intercomunión’. En Alemania, y otra vez «en algunos casos», la Conferencia Episcopal deja en libertad a los sacerdotes para «discernir» -ya tenemos aquí otra vez ese verbo- cuándo es lícito dar la comunión al cónyuge luterano de un fiel católico.

Podríamos seguir con debates menores, afortunadamente no elevados (aún) a revisión pastoral por parte de algún teólogo alemán de los que ahora lideran la ‘renovación’ eclesial, con respecto al mismo asunto pero referido a homosexuales activos, masones, y otros sujetos que viven en lo que hasta ayer se denominaba ‘situación objetiva de pecado’.

Dos cosas obvias: la comunión no es necesaria para salvarse y no tiene el menor sentido recibirla si se descree en la Presencia Real.

Eso es lo que hace intrigante toda la polémica. ¿Qué explica ese ‘hambre de Eucaristía’ -por usar las mismas palabras que emplea el documento de la Conferencia Episcopal Alemana- en personas que, o no creen que estén recibiendo al propio Cristo en cuerpo, alma y divinidad, o se niegan a abandonar una actividad objetivamente pecaminosa?

Si tanta ‘hambre’ tienen los primeros, nada les impide entrar en la Iglesia Católica, cuyas puertas están siempre abiertas de par en par; si tal ansia de Dios tienen los segundos, abiertos están también los confesionarios e infinita es la misericordia de Dios para el pecador que se arrepiente y propone la enmienda.

Querer comulgar sin las condiciones para hacerlo es, además de un sacrilegio, como empeñarse en comerse la tarta y guardarla para mañana: una contradicción lógica, un imposible que solo cabe explicar -benévolamente- por un deseo de participar, de integrarse en el rito comunitario.

Y es en este punto en el que queremos presentar nuestra modesta proposición, al estilo de Jonathan Swift: démosles de ‘comulgar’.

Que reserven el pasillo central de las iglesias en cada Santa Misa para estos sujetos, que busquen el copón más historiado y que un acólito digna y aun ceremonialmente revestido (mejor una mujer, más moderno) reparta entre ellos devotamente las delicadas formas.

Sin consagrar.

Si lo que desean es participar, ¿por qué no hacerlo así? Si, siendo luteranos, no creen estar recibiendo al propio Cristo, ¿cuál sería la diferencia? Si se trata de una comunión ‘espiritual’, ese pan vale tanto como cualquier otro.

Para todos los otros afectados sería, además, una forma de obtener lo que desean librándoles del acaso de cometer un sacrilegio y «comer y beber su propia condenación».

Creemos que una reforma de esta naturaleza podría dar fin a la polémica, de forma similar a como muchos ayuntamientos están celebrando, de forma cada vez más ornada y ceremoniosa, bautismos y primeras comuniones laicas. Después de todo, si ni unos ni otros aceptan lo que el Magisterio sostiene sin vacilar desde hace cientos de años sobre la Eucaristía, no veo dónde podría estar el problema.

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Comentarios
12 comentarios en “Comunión para todos: una modesta proposición
  1. El desastroso capítulo 8º sólo habla de atenuantes, como si no hubiera agravantes, que las hay, sobre todo en los que fomentan la comunión en pecado mortal, que se van a condenar en mogollón, por mucho que no crean en el infierno. ¡ Ya lo verán ! El diablo ya no se viste de Prada, se viste de misericorditis, el mayor engaño de la historia, la autopista más ancha y rápida al infierno, sin billete de vuelta.

  2. Muy buena sugerencia.
    Querer participar en algo que no se cree es absurdo, un capricho.
    El problema es que los que si saben se están condenando y arrastrando a los otros.

  3. Es un analisis anacronico. Dudo mucho que comulgue de corazón , otra cosa es porqué lo hace, no sabía que comulgara,preo si ella lo hace porque otros divorciados no?

  4. «Tomad y comed todos de él porque éste es mi Cuerpo que será entregado por vosotros».
    Cuando uno tiene claro a quién se refiere el «vosotros» sabe si puede, o no, acercarse a comulgar. Por eso son necesarias ciertas disposiciones previas para no acabar comerciando con el Cuerpo de Cristo.

  5. La comunión para todos y de cualquier manera está alentada por el propio papa. La famosa carta a los sedicentes obispos de Argentina, pej.

  6. Entiendo que el interpretación de un texto la establece el mismo autor y como dice el artículo, el autor de AL ha escrito e incluido en AAS como «Magisterio Auténtico»: «Esta interpretación ha sido avalada por el propio Pontífice en una carta privada a los obispos argentinos como “la única posible”. Por lo tanto, ya no hay ninguna confusión. El mismo Papa ha proclamado un error garafal, que como bien escribía el Profesor Seifert, tiende destruir los fudamentos de la moral católica como una bomba atòmica. AL dice que «en algunos casos» y con el subterfugio de siempre de «discernimiento», «acompañamiento» y «miseridocrdia», se puede cometer el pecado de adulterio y también los de sacrilegio y escándalo, y permanecer en estado de gracia. Luego el mismo Papa se contradice diciendo que o se puede comulgar en estado de pecado mortal». ¿En qué quedamos pues? Allí si hay no sólo confusión sino un aataque al mismo princiio de no contradicción.

  7. Me conmueve la referencia que hace Don Carlos al Texto paulino «quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación» (1Co 11, 27-29). Por si alguien no lo sabe el uso liturgico de estos tres versículos fue expresamente suprimido por quien elaboró los leccionarios del Misal de Pablo VI, aprobados y promulgados por este papa que pronto será canonizado ¿también por esto?. En el Misal de Juan XXIII este texto completo I Co 11, 20-32, era leido como epístola en la Misa In Coena Domini del Jueves Santo y tambien de la Misa del Corpus Christi, si bien aquí se omitían los dos ultimos versículos, sin afectar para nada al conjunto. Ahora no se esfuercen por encontrarlo; simplemente fue eliminado.

  8. La propuesta me parece un grave error:
    1.- Porque se parte de la base de que todo el que entra en una Iglesia tiene derecho a todo. No se trata de derechos, sino de obligaciones y respeto a Dios. Precisamente no es nada bueno alentar los criterios del mundo de que «todos tenemos derecho a algo», porque todos somos muy «buenos».
    2.- Puede llevar a una enorme confusión que hayan Sagradas Formas consagradas y otras no consagradas. Al final el que fuera a recibir las no consagradas se «sentiria discriminado» y eso que respecto a temas de Dios la palabra «discriminación» como la entiende el mundo no cabe.
    3.- El que empiece a plantearse la idea de «no consagrar» ya es peligrosa de por sí, parece que se nos «cuela» una mentalidad luterana.
    4.- Lo que hay que hacer es todo lo contrario de lo que se propone: Consagrar correctamente, y el Sacerdote advertir de lo que se ha hecho siempre en la Iglesia (y que ahora no se hace) QUE NO SE PUEDE COMULGAR EN PECADO MORTAL.

  9. Tendremos una Iglesia «oficial» que da la comunión (sin consagrar) a protestantes, ateos y musulmanes, ocupando las iglesias y edificios eclesiares… Y paralelamente tendremos una Iglesia «clandestina», que consagrará el pan y el vino, cuidará de la liturgia y de la sana doctrina, y que tendrá que celebrarse en pisos privados, garajes, catacumbas… Como en la actual China comunista (tan alabada por Francisco) y en la primitiva Iglesia en Roma… Son tiempos difíciles, para hombres recios y en pie, no para Blázqueces y soplaflautillas.

  10. ¿ Para qué tenemos la comunión espiritual : Yo quisiera Señor recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió Vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos ? Ya está todo inventado. Basta con rememorar y actualizar.

  11. Legalistas no os preocupéis, si te dan 1 especie, acaso es valida? Medid todo con la misma vara. Ah y el planteamiento es tramposo para con Dios. Bendiciones

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