Cuando salió a la luz el gran escándalo de los casos de pedofilia clerical, especialmente en Estados Unidos, que ensombrecieron los últimos años del pontificado de San Juan Pablo II, y sobre todo el escándalo del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcel Maciel, se planteó, entre otros, un debate muy interesante. ¿Qué debe hacer el periodista católico enfrentado a este tipo de informaciones escandalosas, cuál debe ser la actitud de una publicación periodística desacomplejadamente confesional como Infovaticana ante noticias de este tipo?
La respuesta que dieron casi todos los medios católicos es bien conocida: negar mientras se pudo, ocultar, disimular, ningunear, escamotear e impugnar los motivos de quienes informaban de los escándalos. No se consiguió parar la información, solo que los periodistas católicos pareciéramos poco fiables.
Las publicaciones especializadas -las ortodoxas, al menos- no han escarmentado y se parecen cada vez a ese mítico diario, Buenas Noticias, que tuvo que cerrar por razones obvias. Siguen, a pesar de la experiencia vivida, empeñadas en tratar a los fieles como menores de edad que no deben exponerse a las realidades desagradables de la vida. Y la razón que aducen -y que tantas veces han usado para demonizar a esta publicación- es la condena evangélica contra el escándalo.
Pero la pregunta que habría que plantearse es muy sencilla: ¿qué cree usted que puede escandalizar más, conocer hoy que un sacerdote ha sido acusado de abusos sexuales a niños, o enterarse dentro de veinte años que sus superiores lo sabían y permitieron que siguiera haciéndolo durante todo ese tiempo?
Luz y taquígrafos no es un lema que solo sea aplicable a la política; con mucha más gravedad, es aplicable a materias de suyo más importantes, como es el destino de la Iglesia Católica. Es asombroso que ninguno de los periodistas de cámara que siguen prefiriendo hablar de pájaros y flores no se hayan planteado la espantosa responsabilidad, que no hayan concluido de todos esos escándalos pasados cómo podría haberse evitado lo peor informando inmediatamente de los abusos. “Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a la luz.”
El propio autor de estas últimas informaciones, el organizador de orgías gays para cléricos Francesco Mangiacapra, pese a no ser exactamente un ejemplo de pío católico, resume con bastante sensatez la causa de lo que él mismo ha revelado: «El comportamiento de los eclesiásticos que menciono es, en muchos casos, resultado de la impunidad a la cual los han acostumbrado los líderes de la Iglesia».
En Infovaticana, lo sentimos mucho, no creemos que los católicos sean todos ellos menores de edad o débiles mentales a los que hay que ocultarles las malas noticias, ni que la información tenga que ser otra cosa que cierta y relevante para publicarla, ni que las conductas nocivas, escandalosas y perversas vayan a desaparecer solas si miramos a otro lado. Por el contrario, creemos que el mal se alimenta de disimulo y ocultación y silencio. Creemos, en definitiva, que la verdad nos hará libres.