No, no fue un matrimonio espontáneo ni fue idea de Francisco

Francisco, primer papa en celebrar un matrimonio en un avión

La historia del enlace matrimonial celebrado por Francisco a bordo del vuelo que le llevaba de Chile a Perú ha sido presentada como algo espontáneo por la oficina de prensa de la Santa Sede a pesar de que llevaba meses preparándose.

A poco interés que tengan por seguir las noticias de este palo, estará el lector al cabo de la calle de esta, tan conmovedora: el Papa, en pleno vuelo, conoce a dos tripulantes chilenos, él y ella, que son pareja y que no están casados por la Iglesia porque cuando lo iban a hacer llegó un terremoto y destruyó el templo en el que iban a celebrar la boda. Y ese momento Francisco tiene la ocurrencia de preguntarles si quieren que él les case, allí mismo, y dicho y hecho.

Qué emoción, qué alboroto. Qué bonita anécdota, qué entrañable y humana.

Hay pocas descalificaciones tan miserables como la de «enemigo del Papa». Lo sé bien, porque desde hace tiempo se arroja con cierta vengativa alegría sobre quien exprese alguna duda u objeción al rumbo que Francisco parece querer dar a la Iglesia, o a cualquiera de sus expresiones extemporáneas.

Porque se da hoy la curiosa paradoja de que quienes han explicitado en el pasado sus dudas -por decirlo suave- sobre el dogma de la infalibilidad del Papa cuando habla ‘ex cathedra’ parecen haber pasado a ser fervorosos creyentes en ella incluso cuando habla del tiempo o cuenta un chiste.

Según esa curiosa visión, el amigo sería el zalamero, el indulgente con cualquier defecto del amigo, el que nunca advierte o cuestiona, sino que celebra todas las acciones de la persona, buena o malas.

El amigo, en el caso que nos ocupa, es el que repite poniendo figuradamente morritos de cucurucho la conmovedora anécdota subrayando lo ‘informal’ (ver mi artículo anterior), campechano y espontáneo que es nuestro Santo Padre, aplaudiendo como en una función infantil.

Desde que la campechanía se considera virtud obligada en los grandes de este mundo, es un no parar, como si hacer en cada momento lo que a uno se le pase por la cabeza fuera un mérito extraordinario y no una autoindulgencia. Saltarse el protocolo se ha hecho tan común que seguirlo es lo que resulta hoy extraordinario y prueba de un especial control sobre uno mismo.

Me pregunto si no habrá algún cargo secreto en la Curia romana que sea, más o menos, el de Preparador de Anécdotas Papales, porque de los periodistas católicos ya se puede esperar que traguen con cualquier cosa, convencidos como están de que su misión es mantener una visión de cuento de hadas de todo lo que rodea al mundo eclesial.

De no haber sido así, podrían haber leído en La Tercera de Chile, con fecha del 11 de enero, la noticia ‘El periodista que se convirtió en tripulante y que atenderá al Papa en sus vuelos por Chile’, y leer en ella que la pareja esperaba que su boda religiosa pudiera «concretarse en el avión, y dirigido nada más ni nada menos que por el mismo Papa Francisco».

Oh, vaya. Y yo que había leído que la idea había partido de Francisco, así, sobre la marcha, convenciendo a los novios para que dieran el paso transcendental.

La fatídica historia de la boda religiosa que impidió un terremoto también queda regular cuando uno descubre que dicho seísmo se produjo en 2010. Admito que no estoy íntimamente familiarizado con la escena chilena, pero me suena que no está la Iglesia allí en la situación desesperada de Arabia Saudí o Corea del Norte para que en ocho años sea imposible, o siquiera muy difícil, encontrar cura que les casara y templo donde hacerlo.

Por lo demás y pese a la defensa a muerte que hacen sus apologistas de su exhortación Amoris Laetitia, no parece que Francisco se tome sus propios escritos tan a la tremenda, porque para esta boda ni dio tiempo a un excesivo ‘discernimiento’, ni remitió a la pareja al párroco que les correspondiera ni algunas otras medidas prudenciales que recomienda en el controvertido texto.

Imagino que a una pareja que lleva ocho años sin delatar una prisa especial por bendecir su unión con la gracia del sacramento quizá le convendría un mínimo periodo de reflexión y examen, no sé, se me ocurre.

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