El Papa: «No existen culturas superiores o culturas inferiores»

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Este miércoles 17 de enero, en la segunda jornada de su visita apostólica a Chile, el Papa Francisco ha viajado a Temuco, en la región de la Araucanía, donde ha presidido la celebración de la Santa Misa en el aeródromo de Maquehue.

Al inicio de su homilía, el Papa ha saludado de manera especial a los miembros del pueblo Mapuche, «así como también a los demás pueblos originarios que viven en estas tierras australes», y ha señalado «las graves violaciones de derechos humanos» que tuvieron lugar en el aeródromo de Maquehue. «Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron, por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias», ha afirmado.

En su homilía, Francisco ha hecho un llamamiento a la unidad: «Hoy nos queremos agarrar a esta oración de Jesús, queremos entrar con Él en este huerto de dolor, también con nuestros dolores, para pedirle al Padre con Jesús: que también nosotros seamos uno; no permitas que nos gane el enfrentamiento ni la división».

Una unidad que, según ha señalado el Santo Padre, «no nace ni nacerá de neutralizar o silenciar las diferencias» y «no es un simulacro ni de integración forzada ni de marginación armonizadora», sino que «reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra». «La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias. Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o culturas inferiores».

El Papa también ha recordado la necesidad de defender «que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas». «No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos «no a la violencia que destruye», en ninguna de sus dos formas».

A continuación la homilía completa del Papa Francisco en Temuco:

Mari, Mari» (Buenos días)

«Küme tünngün ta niemün» (La paz esté con ustedes) (Lc 24,36).

Doy gracias a Dios por permitirme visitar esta linda parte de nuestro continente, la Araucanía: Tierra bendecida por el Creador con la fertilidad de inmensos campos verdes, con bosques cuajados de imponentes araucarias —el quinto elogio realizado por Gabriela Mistral a esta tierra chilena—,[1] sus majestuosos volcanes nevados, sus lagos y ríos llenos de vida. Este paisaje nos eleva a Dios y es fácil ver su mano en cada criatura. Multitud de generaciones de hombres y mujeres han amado y aman este suelo con celosa gratitud. Y quiero detenerme y saludar de manera especial a los miembros del pueblo Mapuche, así como también a los demás pueblos originarios que viven en estas tierras australes: rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua y atacameños, y tantos otros.

Esta tierra, si la miramos con ojos de turistas, nos dejará extasiados y  luego seguiremos nuestro rumbo sin más; pero si nos acercamos a su suelo, lo escucharemos cantar y cantar con tristeza: «Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar».[2]

En este contexto de acción de gracias por esta tierra y por su gente, pero también de pena y dolor, celebramos la Eucaristía. Y lo hacemos en este aeródromo de Maqueue, en el cual tuvieron lugar graves violaciones de derechos humanos. Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron,  por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias.  Y recordando esta cosas nos quedamos un instante en silencio ante tanto dolor y tanta injusticia. La entrega de Jesús en la cruz carga con todo el pecado y el dolor de nuestros pueblos, un dolor para ser redimido.

En el Evangelio que hemos escuchado, Jesús ruega al Padre para que «todos sean uno» (Jn 17,21). En una hora crucial de su vida se detiene a pedir por la unidad. Su corazón sabe que una de las peores amenazas que golpea y golpeará a los suyos y a la humanidad toda será la división y el enfrentamiento, el avasallamiento de unos sobre otros. ¡Cuántas lágrimas derramadas! Hoy nos queremos agarrar a esta oración de Jesús, queremos entrar con Él en este huerto de dolor, también con nuestros dolores, para pedirle al Padre con Jesús: que también nosotros seamos uno; no permitas que nos gane el enfrentamiento ni la división.

Esta unidad clamada por Jesús es un don que hay que pedir con insistencia por el bien de nuestra tierra y de sus hijos. Y es necesario estar atentos a posibles tentaciones que pueden aparecer y «contaminar desde la raíz» este don que Dios nos quiere regalar y con el que nos invita a ser auténticos protagonistas de la historia. ¿Cuáles son esas tentaciones?: Una,  los falsos sinónimos.

Una de las principales tentaciones a enfrentar es confundir unidad con uniformidad. Jesús no le pide a su Padre que todos sean iguales, idénticos; ya que la unidad no nace ni nacerá de neutralizar o silenciar las diferencias. La unidad no es un simulacro ni de integración forzada ni de marginación armonizadora. La riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás. No es ni será una uniformidad asfixiante que nace normalmente del predominio y la fuerza del más fuerte, ni tampoco una separación que no reconozca la bondad de los demás. La unidad pedida y ofrecida por Jesús reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra. La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias. Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o culturas inferiores. Un bello «chamal» requiere de tejedores que sepan el arte de armonizar los diferentes materiales y colores; que sepan darle tiempo a cada cosa y a cada etapa. Se podrá imitar industrialmente, pero todos reconoceremos que es una prenda sintéticamente compactada. El arte de la unidad necesita y reclama auténticos artesanos que sepan armonizar las diferencias en los «talleres» de los poblados, de los caminos, de las plazas y paisajes. No es un arte de escritorio la unidad, ni tampoco  de documentos, es un arte de la escucha y del reconocimiento. Un arte de la escucha y del reconocimiento. En eso radica su belleza y también su resistencia al paso del tiempo y de las inclemencias que tendrá que enfrentar.

La unidad que nuestros pueblos necesitan reclama que nos escuchemos, pero principalmente que nos reconozcamos, que no significa tan sólo «recibir información sobre los demás… sino de recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros».[3] Esto nos introduce en el camino de la solidaridad como forma de tejer la unidad, como forma de construir la historia; esa solidaridad que nos lleva a decir: nos necesitamos desde nuestras diferencias para que esta tierra siga siendo bella. Es la única arma que tenemos contra la «deforestación» de la esperanza. Por eso pedimos: Señor, haznos artesanos de unidad. Otra tentación puede venir de la consideración de cuáles son las armas de la unidad

La unidad, si quiere construirse desde el reconocimiento y la solidaridad, no puede aceptar cualquier medio para lograr este fin. Existen dos formas de violencia que más que impulsar los procesos de unidad y reconciliación terminan amenazándolos. En primer lugar, debemos estar atentos a la elaboración de «bellos» acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados, sí —y necesarios—, pero que al no volverse concretos terminan «borrando con el codo, lo escrito con la mano». Esto también es violencia. Y  ¿ por qué?: Porque frustra la esperanza.

En segundo lugar, es imprescindible defender que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos «no a la violencia que destruye», en ninguna de sus dos formas.

Estas actitudes son como lava de volcán que todo arrasa, todo quema, dejando a su paso sólo esterilidad y desolación. Busquemos, en cambio, el camino de la no violencia activa, «como un estilo de política para la paz».[4] Busquemos, en cambio,  y no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: Señor, haznos artesanos de unidad.

Todos nosotros que, en cierta medida, somos pueblo de la tierra (Gn 2,7) estamos llamados al (Küme Mongen), al Bien vivir, al Buen vivir como nos los recuerda la sabiduría ancestral del pueblo Mapuche. ¡Cuánto camino a recorrer, cuánto camino para aprender el Küme Mongen,! un anhelo hondo que brota no sólo de nuestros corazones, sino que resuena como un grito, como un canto en toda la creación. Por eso, hermanos, por los hijos de esta tierra, por los hijos de sus hijos digamos con Jesús al Padre: que también nosotros seamos uno: “Señor, haznos artesanos de unidad”.

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Comentarios
12 comentarios en “El Papa: «No existen culturas superiores o culturas inferiores»
  1. Ojalá Chile sea el certificado de defunción de la misericorditis y se vuelva al evangelio entero, sin recortes, a los 10 mandamientos, y no 8 o menos, a los Novísimos, incluidos el infierno, a los 7 sacramentos, en especial la eucaristía en estado de gracia y la confesión con propósito de la enmienda, a la oración, a la liturgia mimada, a las obras de misericordia, incluidas las espirituales, a promocionar las vocaciones sacerdotales y no los viri probati, que ni son tan viri ni probati, impulsar colegios de inspiración y educación cristiana, al matrimonio de por vida, a recuperar la mortificación, tan olvidada, la cruz, etc. Con la misericorditis la Iglesia se hunde. No acerca a los lejanos y espanta a los cercanos.

  2. Hay una interrogante, especialmente dirigida a los bobaines de este mundo y es: ¿por qué el Papa de San Gallen se reúne con toda clase de delincuentes, drogadictos, homosexuales, pro-aborto (y los premia por protocolo) y, al mismo tiempo, se invoca un protocolo para no reunirse con el presidente Piñera electo democráticamente y que hoy ya representa a los chilenos, a quienes visita?

  3. La ignorancia es muy atrevida y la ineptitud tiende a igualar por abajo. El inculto Francisco es notablemente inferior al cultísimo Benedicto XVI. ¡ Qué ocasión ha tenido de callarse el populista demagógico que esa´ña dejando el papado a la altura del betún !

  4. O sea, que si una cultura considera que ha de aniquilar a las demás, no es ni mejor ni peor que otras, porque hay que “dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o culturas inferiores”. Magnifico.

  5. Populismo e indigenismo. Hay culturas mejores y peores, por tanto hay culturas superiores e inferiores. La cultura no es folklore, la cultura son unos valores y una forma de entender la vida y las hay muy equivocadas.

  6. Claro que sí!! La cultura de los aztecas y sus sacrificios humanos era abominable; la cultura de la Cristiandad medieval con el esplendor de sus Universidades, Catedrales y obras de beneficencia fue gloriosa. Pobre Bergoglio! Qué resentido está… cómo se le nota.

  7. Echenique, «inculto» el Papa e «inferior» al Papa emérito? Deje de insultarse a sí mismo insultando constantememte al prójimo…

  8. Un discurso políticamente correcto pero falso, lamentablemente.
    Siempre hubo culturas superiores e inferiores, aunque suene mal decirlo. Lo vemos incluso en la Biblia, en el AT, donde culturas terribles sacrificaban a niños y bebés a dioses paganos. Y qué decir de la cultura de otros pueblos como Sodoma y Gomorra. Dios no solamente las condenaba en los términos mas severos,sino que directamente ordenaba borrarlas por completo de la faz de la tierra.

  9. ¡ Qué pena que el Papa no haga algunos cursos de Antropología, y no la Teológica, muy importante para su labor, sino de la Cultural y Filosófica!. La reivindicación que hace, es la de los marxistas en las universidades de los años 70. Pero , afortunadamente, y salvo en los círculos de base marxista, la realidad es otra. Hay culturas superiores a otras por los valores que promueven y llevan al bien común (aquel bien que es bueno para la naturaleza individual y colectiva del hombre). Además hay objetivamente bienes y males (frente al «todoigual»): ya puedo llamar al «chamán» y que cante lo que quiera frente a un enfermo por una infección bacteriana, si le aplico un antibiótico adecuado, desaparece el «mal», es objetivo, y sólo podría influir -en muy pequeña medida- el estado de ánimo de los cantos en su sistema inmunológico. No todo es igual, ¡apañados andaríamos si los primeros apóstoles, en unas y otras naciones, hubiesen andado por esos caminos, caminos falsos y torticeros!

  10. Relativismo en estado puro, lo de éste Papa.
    «Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del señor, y se acaba por faltar a la buen educación, por dejar las cosas para el día siguiente, y al abandono de los deberes de higiene.
    Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse»
    -Tomás de Quincey, 1785-1859.

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