Después del tajante, incluso vehemente, rechazo de Macron al ‘procés’, de las palabras de Juncker, del apoyo de Trump al Estado español, de, en fin, el universal rechazo de nuestros socios internacionales, de cualquier figura de peso, al independentismo catalán, es de suponer que el ‘non placet’ del Papa Francisco no sería de los más deprimentes entre las filas secesionistas.
Según nuestro embajador en el Vaticano, Gerardo Bugall, “el Papa no reconoce los movimientos secesionistas o la autodeterminación si no es el resultado de un proceso de descolonización. Una cosa son, para el Pontífice, los países latinoamericanos y otra los procesos actuales como los de Escocia y Cataluña, que provocan una atmósfera de división».
Pero hay una figura central en el proceso de independencia, quizá la más importante, para quien estas palabras de Francisco han debido resultar especialmente dolorosas: Oriol Junqueras.
Junqueras, pese a su pertenencia a un partido de izquierdas con resonancias fuertemente anticlericales en su historia, es, como se sabe, católico, a más de tener buenos contactos y amistades en las esferas vaticanas.
Cuenta Andrea Nicastro en el diario italiano ‘Il Corriere della Sera’ que la noche del fatídico ‘Día D’ del independentismo, el 1 de octubre, Junqueras preguntaba, ansioso: «Y el Vaticano, ¿no dice nada?», mientras sus compañeros, ‘enganchados’ a la BBC, esperaban las reacciones de otros líderes internacionales.
Junqueras guarda excelentes recuerdos de sus días en el liceo italiano de Barcelona, en vísperas del referéndum, en entrevista con el propio ‘Corsera’, estableció una contraposición entre el nacionalismo italiano y el catalán, cuanto menos curiosa. Para este profesor de Historia, lo legítimamente ‘nacionalista’ en un italiano -recuérdese: una amalgama de Estados tan gloriosos y ‘diferenciales’ como la Serenésima República de Venecia, el Ducado de Toscana o el Reino de las Dos Sicilias- era luchar por su unión, mientras que para Cataluña -que jamás fue un Estado y lleva siendo España desde que esta existe-, lo adecuado es la separación.
«Soy de cultura italiana y entiendo vuestras dificultades para compartir el sueño catalán», declaró en la entrevista. «Vosotros tenéis el mito fundacional de la unidad de Italia: Garibaldi y Mazzini son libertadores, héroes de una victoria deseada. Para nosotros los catalanes, al contrario, los reyes borbones son invasores y la unidad una derrota».
Se me ocurre que podría hablar con algún napolitano o repasar, como historiador, la trágica historia del ‘brigantaggio’, una resistencia que exigió más tropas y produjo más muertos en aquel reino arrebatado, precisamente, a una dinastía Borbón, que todas las guerras de unificación de Italia.
Junqueras, pese a todo, conoce personalmente al Papa Emérito de cuando era simplemente el Cardenal Ratzinger, mantiene excelentes contactos entre algunos cardenales y es dado a citar el Evangelio.
Si hay en el ‘procés’ una ‘conexión vaticana’, no duden de que pasa por él.