Burke: «Me opongo absolutamente a cualquier tipo de cisma formal»

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En una entrevista el purpurado, que visitará Madrid en septiembre invitado por InfoVaticana, explica cómo sería un proceso de corrección formal al Sumo Pontífice.

A continuación, la entrevista del Cardenal Burke con The Wanderer Press, traducida por InfoVaticana.

P. Cuando le entrevisté para The Wanderer hace un año y medio, usted afirmó que «muchos buenos sacerdotes, incluso obispos, le comentan las dificultades y la confusión a las que se enfrentan cuando presentan la enseñanza de la Iglesia».

Y esto fue antes de que se publicara Amoris Laetitia. La confusión ha aumentado, tal como evidencia la cita de la carta del Cardenal Caffarra al Santo Padre a la que hacía usted referencia antes: «Lo que es pecado en Polonia es bueno en Alemania; lo que está prohibido en la archidiócesis de Filadelfia está permitido en Malta».

De hecho, parece que algunas interpretaciones están en oposición directa con lo que se enseña en el párrafo 1650 del Catecismo de la Iglesia Católica. A la luz de la situación actual, ¿tiene usted algún consejo para los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que se mantienen fieles a la doctrina y que anhelan la claridad?

R. Mi consejo es simple. Sabemos lo que la Iglesia enseña y pone en práctica; es lo que contiene el Catecismo de la Iglesia Católica y las enseñanzas magisteriales constantes de la Iglesia. Esto es lo que defendemos como la verdad. En mi opinión, desde la publicación de Amoris Laetitia, la situación ha empeorado. Viajo bastante y allí donde voy encuentro siempre numerosos grupos de fieles (como también sacerdotes e incluso obispos) que me confían su situación: están desesperados.

Afirmo con frecuencia que los sacerdotes son los que más sufren: son los que están en contacto directo con los fieles, que se acercan a ellos y les piden que hagan cosas que no pueden hacer. Cuando estos sacerdotes explican a la gente que no pueden satisfacer sus peticiones, les acusan de ser contrarios al Papa, de ir contra la denominada nueva dirección de la Iglesia.

Por esto admiro lo que están ustedes haciendo: escribir un comentario exhaustivo al Catecismo que aparece semanalmente en The Wanderer. Necesitamos volver al Catecismo y estudiarlo detalladamente, asegurándonos que comprendemos la profundidad de la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio y todo lo que ello comporta.

P. Esto nos lleva a otra cuestión, de la que ya hablamos en diciembre de 2015. Cuando le pregunté sobre la posible descentralización de la estructura jerárquica de gobierno de la Iglesia, usted insistió que no hay nada en «la tradición de la Iglesia que dé a las conferencias episcopales [o a los ordinarios diocesanos] la autoridad de tomar decisiones sobre prácticas pastorales que implicarían un cambio en la enseñanza de la Iglesia».

Sin embargo, tal como es evidente en la pregunta anterior, esto es lo que parece que está sucediendo. En lo que respecta al matrimonio, ¿estamos llegando al punto de tener una Iglesia en la que los católicos pueden literalmente buscar y elegir un lugar que responda a sus deseos personales? ¿Está la Iglesia en peligro de tener un cisma, a no ser que la doctrina universal sea restablecida?

R. Esto es exactamente lo que está pasando. Los obispos me dicen que cuando insisten sobre la enseñanza auténtica de la Iglesia en lo que atañe a las uniones matrimoniales irregulares, la gente claramente rechaza sus enseñanzas diciendo que otro obispo afirma cosas distintas, por lo que eligen seguirle.

La respuesta del arzobispo de Malta fue asombrosa cuando, criticado sobre el problemático documento emitido por los obispos de Malta sobre Amoris Laetitia, afirmó que ellos siguen la enseñanza del Papa Francisco y no la de otros Papas. ¿Cómo es posible? Los Papas deben proclamar y obedecer, todos ellos, a la única y verdadera fe católica. Si no es así, deben ser destituidos, como fue el caso del Papa Honorio. Por consiguiente, esto sencillamente no es posible.

La gente habla sobre un cisma de facto. Yo me opongo absolutamente a cualquier tipo de cisma formal: un cisma jamás puede enmendarse. No obstante, la gente puede estar viviendo en una situación cismática si la enseñanza de Cristo ha sido abandonada. La palabra más adecuada sería la que utilizó la Virgen en su mensaje de Fátima: apostasia. Puede haber apostasia dentro de la Iglesia y, de hecho, es lo que está pasando. En relación con la apostasia, la Virgen también habló del fracaso de los pastores en llevar la Iglesia a la unidad.

P. Dejando de lado la cuestión de la elección del momento oportuno, por favor, explíquenos cómo se llevaría a cabo el proceso para la realización de una «corrección formal» si no llegara una respuesta a los cinco dubia. ¿Cómo se presenta oficialmente una corrección formal? ¿Cómo se aborda dentro de la estructura jerárquica de la Iglesia?

R. El proceso no ha sido invocado con frecuencia en la Iglesia; y no durante muchos siglos. En el pasado ha habido correcciones por parte de los Papas en puntos significativos, pero no de una manera doctrinal. A mí me parece que la esencia de la corrección es bastante simple. Por una parte, se expone la clara y evidente enseñanza de la Iglesia; por la otra, se indica lo que está enseñando en ese momento el Romano Pontífice. Si hay una contradicción, se le pide al Romano Pontífice que conforme su propia enseñanza en obediencia a Cristo y al Magisterio de la Iglesia.

La pregunta es: «¿Cómo se haría esto?». De manera muy sencilla: mediante una declaración formal a la que el Santo Padre estaría obligado a responder. Los Cardenales Brandmüller, Caffarra, Meisner y yo mismo utilizamos una antigua costumbre de la Iglesia según la cual se proponen dubia al Papa.

Esto se hizo de manera muy respetuosa y para nada agresiva, con el fin de darle la ocasión de exponer la inmutable enseñanza de la Iglesia. El Papa Francisco decidió no responder a los cinco dubia, por lo que ahora es necesario declarar con sencillez lo que la Iglesia enseña sobre el matrimonio, la familia, los actos que son intrínsecamente malos y todo lo demás. Estos son los puntos que no están claros en la enseñanza actual del Romano Pontífice; por lo tanto, la situación debe ser corregida. Dicha corrección atañe principalmente a estos puntos de la doctrina.

Ha habido casos, como he dicho antes, de corrección por parte de Papas precedentes a puntos no doctrinales expuestos por cardenales y que atañen a cuestiones como, por ejemplo, la administración de la Iglesia.

Se puede plantear otra cuestión. El Papa es el principio de unidad de los obispos y de todos los fieles. Sin embargo, la Iglesia está siendo desgarrada por la confusión y la división. El Santo Padre debe ser llamado para ejercer su ministerio y acabar con todo esto.

Por consiguiente, el paso siguiente debería ser una declaración formal en la que se exponga la enseñanza clara de la Iglesia tal como expusieron los dubia. Además, se declararía que estas verdades de la fe no están siendo claramente expuestas por el Romano Pontífice. En otras palabras, en lugar de plantear las preguntas como hemos hecho en los dubia, la corrección formal sería exponer las respuestas tal como enseña claramente la Iglesia.

P. Durante su ejercicio como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Gerhard Müller defendió firmemente que las declaraciones confusas presentes en Amoris Laetitia debían ser interpretadas en línea con la enseñanza tradicional de la Iglesia en lo que atañe a la comunión de los católicos divorciados que se han vuelto a casar por lo civil. ¿Prevé usted un posible cambio radical en esta enseñanza por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe tras su cese como Prefecto?

R. La Congregación para la Doctrina de la Fe no puede hacer declaraciones contrarias a la doctrina; si lo hiciera, no estaría en comunión con la Iglesia. Lo que el Cardenal Müller ha expuesto es exactamente lo que siempre ha enseñado la Iglesia. En un pasado reciente, el párrafo 84 de la Exhortación apostólica Familiaris Consortio del Papa San Juan Pablo II definió claramente la enseñanza inmutable de la Iglesia. Por consiguiente, este tipo de cambio radical no es en absoluto posible.

P. El Papa emérito Benedicto XVI, en un mensaje leído en el funeral del Cardenal Joachim Meisner, expresaba su admiración por la capacidad del cardenal de «abandonarse y vivir con profunda certeza que el Señor no abandona a Su Iglesia, incluso cuando la  barca está tan inundada que está a punto de zozobrar».

Antes, en su mensaje, el Papa emérito se había referido al Cardenal Meisner como «un pastor y sacerdote apasionado al que resultó difícil dejar su ministerio, sobre todo en una época en que la Iglesia necesita de una forma especialmente apremiante pastores convincentes que resistan a la dictadura del espíritu de la época y que vivan y piensen con firmeza la fe».

Eminencia, como amigo y colaborador cercano del Cardenal Meisner, ¿cómo  valora y entiende estas afectuosas palabras que le tributa el Papa emérito? ¿Puede usted ofrecernos una reflexión personal sobre la vida y el legado de este gran príncipe de la Iglesia?

R. No hay duda que el Cardenal Meisner tenía un profundo sentido de la fe católica en su totalidad y un amor profundo por Nuestro Señor y Su Iglesia. Su dedicación y entrega de sí mismo para ser un buen pastor fue completa. Recuerdo especialmente un encuentro con él en febrero de 2014, en un consistorio en el que el Cardenal Walter Kasper hizo una presentación sugiriendo la posibilidad de cambiar la disciplina de la Iglesia en lo que respecta a quienes viven en uniones matrimoniales irregulares, dándoles la posibilidad de acceder a los sacramentos de la Comunión y la Reconciliación.

El Cardenal Meisner y yo estábamos saliendo de una de estas sesiones cuando me dijo: «Esto no es posible. Esto llevará al cisma». Y lo decía con mucha pasión.

El Cardenal Meisner ha seguido atentamente en todo momento, apoyando y animando, a quienes han defendido la enseñanza y práctica inmutables de la Iglesia. Era un pastor maravilloso y nunca dijo que los que apoyan la enseñanza de la Iglesia eran legalistas que no se ocupaban de la gente, que apedreaban a las personas. Era un pastor afectuoso consciente que un buen pastor de su grey debe enseñar toda la verdad a sus fieles.

Le vi el 4 de marzo de 2017 en Colonia, con ocasión de la celebración del 65 cumpleaños de un antiguo compañero de clase de derecho canónico. Algunos de nosotros habíamos escrito un ensayo en su honor, que luego fueron recogidos en un libro. Fui a la presentación del mismo y el Cardenal Meisner estaba allí. Es absolutamente verdad lo que el Papa Benedicto XVI ha escrito sobre él: era un hombre sereno y, a la vez, apasionado.

Recuerdo vívidamente al Cardenal Meisner diciéndome que tenemos que seguir luchando por la Iglesia y sus enseñanzas. Poseía una maravillosa combinación de estas dos cualidades, serenidad y pasión. Siempre tuve la impresión de que era alguien muy cercano a Dios en la oración y que hablaba desde una certeza que no se basaba en sí mismo, sino en un conocimiento íntimo de Nuestro Señor.

P. Han aparecido muchas noticias no confirmadas que sugieren que se ha formado en Roma una «comisión secreta» con el fin de re-examinar las enseñanzas sobre anticoncepción contenidas en la Encíclica de Pablo VI, y punto de referencia, Humanae Vitae. ¿Se puede dar credibilidad a estas noticias? ¿No es la enseñanza infalible e inmutable de la Iglesia la que se trastorna, se desordena intrínsecamente cuando se separa el acto unitivo del procreador en el acto matrimonial?

R. No puedo decir nada directamente sobre esta situación porque nadie que sea miembro de dicha comisión ha hablado conmigo sobre ella. Sin embargo, algunas personas serias y muy bien informadas me han dicho que, efectivamente, dicha comisión ha sido creada y que sus miembros ya están trabajando. Por lo que creo que se puede dar credibilidad a estas noticias.

Al mismo tiempo, lo que usted declara en su pregunta es exactamente el caso: es enseñanza infalible de la Iglesia que la anticoncepción es intrínsecamente desordenada, que separar los aspectos unitivo y procreador del acto matrimonial es siempre y en todas partes un error. Si esta enseñanza no se defiende, no sólo hay una violación del acto conyugal en su esencia, sino que habría también una apertura a todo tipo de actividad inmoral que implicaría a nuestras facultades sexuales, pues la gente justificaría actos genitales pecaminosos.

Los llamo actos genitales en lugar de actos sexuales porque no respetan los aspectos unitivo y procreador del acto conyugal. Es así como, por ejemplo, dos personas del mismo sexo justifican la actividad genital entre ellas: justifican su comportamiento inmoral diciendo que «se aman la una a la otra», por lo que entonces no importa que sus acciones no sean procreadoras.

Esto llevaría también a la realización de actos inmorales más graves cuando las personas intentan tener hijos como producto de su llamado amor. Del mismo modo, sería la justificación utilizada para actos solitarios con nuestros órganos sexuales. Lo cual tampoco está bien.

Amor y Verdad

P. Hoy, muchos parecen entender la «misericordia» como tolerancia a males morales, por lo que caracterizar los actos de otros como «pecado» es considerado como intolerablemente crítico. Sin embargo, sabemos que la misericordia no puede estar separada de la verdad. ¿Cómo podemos ser defensores eficaces de una misericordia «discernidora»? ¿Es el arrepentimiento un prerrequisito de la misericordia?

R. Recuerdo que cuando era niño me enseñaron que hay que amar al pecador y odiar al pecado. El fracaso en seguir esta verdad es el origen de la confusión que vemos hoy en día. La gente piensa, incorrectamente, que al identificar ciertos actos como pecado, se está odiando a las personas que los cometen. En realidad, la gente está expresando el mayor amor posible hacia estas personas. En otras palabras, si uno realmente ama a otra persona y esta persona está cometiendo actos que ponen en peligro su salvación eterna, está obligado a decir algo para ayudar a que la persona en cuestión abandone el acto pecaminoso y reforme su vida.

Es un poco similar a la situación que se da con los padres cuando educan a sus hijos. Me acuerdo cuando, siendo niño, mis padres me corregían por algo que había hecho mal: no me gustaba. Ahora, como adulto, puedo ver claramente por qué me corrigieron. Cuando los padres corrigen a sus hijos, los niños a veces salen corriendo de la habitación diciendo: «Os odio». Más tarde, están agradecidos a sus padres porque los han ayudado a ser personas virtuosas.

Discernir la misericordia, que es un excelente modo de describirlo, hace posible distinguir entre el pecado y el pecador. Una expresión de amor hacia el pecador hace que éste tenga muy claro que el pecado que ha cometido es absolutamente repulsivo y que debe detenerse. Sin embargo, la tendencia actual es responder con un falso sentido de la misericordia.

Si no somos conscientes de nuestro pecado y nos arrepentimos, ¿qué significa pedir la misericordia de Dios? ¿Por qué pedimos que Dios sea misericordioso con nosotros si no hemos pecado? Es tan simple como esto. La misericordia pasa a ser un término sin significado. Debemos admitir que el pecado cometido es grave, que estamos muy arrepentidos y que pedimos la misericordia de Dios.

(Nota del Editor: Su Eminencia el Cardenal Raymond Leo Burke, Patrono de la Soberana Orden de Malta y Fundador del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en La Crosse, Wis., EE.UU., ha reservado amablemente tiempo de su apretada agenda para conceder una amplia entrevista a The Wanderer durante una visita al santuario. Entre los temas que ha tratado con su lúcida mirada están el Mensaje de Nuestra Virgen de Fátima, una valoración sobre la situación actual de la Iglesia y la celebración de la Sagrada Liturgia.
(Esta entrevista aparece en The Wanderer Press dividida en tres partes. La primera parte se publicó la semana pasada).

(Traducción de Helena Faccia Serrano en exclusiva para InfoVaticana)