La Iglesia Católica ha pasado momentos peores: El caso de Juan XII

|

Posiblemente el más indigno sucesor de San Pedro fue Juan XII, inculto, traidor e incapaz de comportarse moralmente.

Los romanos se lo habían prometido a Alberico: su hijo Octaviano sucedería a Agapito. Y, en efecto, el 16 de diciembre del 955, aquel joven de diecisiete años accedía a la cabecera de la Iglesia y de Roma. Como hiciera Mercurio en el 533, Octaviano se cambió el nombre para la circunstancia y se hizo llamar Juan XII. ¡Hubiera sido mucho mejor que cambiara de vida!

Apasionado por la caza y por los juegos de dados, Juan XII estaba completamente corrompido. Su residencia pontificia de Letrán se llenó de mujeres, eunucos y esclavos y se convirtió en escenario de excesos y de orgías en el que el pontífice se movía como pez en el agua. Por demás, era un hombre perfectamente inculto que hasta ignoraba el latín. En su habitual jerga grosera juraba por Venus o por Júpiter y brindaba por los amores del diablo. Un día tuvo el capricho de ordenar un diácono en una cuadra, y, en otra ocasión, consagró obispo a un muchacho de diez años.

Con una visión sólo humana es del todo incomprensible -¡cómo en tantas otras ocasiones!- que con un hombre así al frente de la Iglesia, y muy a pesar suyo, fueran aquellos años el principio de una de las etapas más importantes de la historia de Occidente: la de la estrecha unión del imperio y del papado.

En efecto, en el 960, ante la amenaza que representaba Berengario de Ivrea y su hijo Adalberto, cuyas tropas avanzaban hacia el sur, el papa y los príncipes de Italia llamaron en su socorro al rey alemán Otón el Grande. Sintiéndose éste como un nuevo Carlomagno, cayó sobre Italia, venció a Berengario y entró triunfador en Roma. El 2 de febrero del 962, con su esposa, Adelaida, recibió aquella corona imperial que, desde entonces, ceñiría siempre frentes de príncipes alemanes. De este modo quedó restaurado el imperio de Carlomagno, el Santo Imperio Romano, como se le llamaría en el siglo XIII, antes de adoptar, en el XIV, su nombre definitivo de «Sacro Imperio Romano Germánico».

Hay un detalle revelador de la muy escasa confianza que tenía Otón en el papa y en los romanos en general: exigió que durante toda la ceremonia de su consagración su portaespada mantuviera el arma desnuda sobre su cabeza para protegerle de una eventual agresión.

El 13 de febrero del 962, remitió el emperador a Juan XII el célebre «Privilegium Ottonianum», por el que confirmaba al sucesor de Pedro todas las donaciones hechas a la Iglesia por sus predecesores desde Pipino el Breve, pero en el que también se planteaban las exigencias imperiales formuladas en el año 824 por la «Constitutio Lotharii». En particular, la obligación de obtener, antes de consagrar a ningún papa, el «placet» del emperador, y que el elegido y aceptado le prestara luego juramento de fidelidad.

Juan XII juró a Otón todo lo que éste quiso, pero el juramento le duró estrictamente el tiempo que permaneció en Roma el emperador. Tan pronto como el séquito imperial abandonó la Urbe, el papa expidió cartas a los griegos, a los húngaros y hasta a los mismos sarracenos proponiéndoles alianzas contra el flamante emperador. Los tales mensajes fueron interceptados y llevados a Otón, que se resistía a creer lo que veían sus ojos. Aunque lo que más le horrorizó fue el rumor generalizado, casi clamor, acerca de las costumbres licenciosas del joven pontífice. El caso es que el emperador se dirigió de nuevo a la Ciudad Eterna.

Naturalmente, Juan XII no esperó a que llegara: se dio a la fuga llevando consigo el tesoro de la Iglesia y se guardó mucho de comparecer ante el sínodo imperial. Otón hizo entonces jurar a los romanos que no elegirían papa sin su autorización y, el 4 de diciembre del año 963, pronunció la deposición de Juan XII, nombrando en aquel mismo día a su sucesor: León VIII.

Considerando que ya había puesto las cosas en orden, regresó el emperador a Alemania. Pero el papa depuesto sólo esperaba ese momento para reaparecer en Roma. Efectivamente, en febrero del 964 ya estaba en la Urbe. León VIII logró escapar por muy poco. Los que no tuvieron esa suerte lo pasaron mal: les saltaron los ojos, les arrancaron las orejas o les cortaron la nariz. La venganza del papa depuesto fue espantosa.

Avisado Otón, se apresuró a ir, una vez más, a Roma. Más no tuvo ocasión de castigar personalmente al culpable. Se dijo que un marido que había sorprendido a Juan en el lecho de su mujer le propinó tal paliza que murió a los tres días, el 14 de mayo del 964. Lo único seguro es que murió con violencia inesperadamente y sin sacramentos. Jamás se había sentado en la silla de Pedro persona más abyecta.

El 6 de diciembre del 963, por voluntad del emperador Otón el Grande, había sido elegido papa el encargado general de los archivos pontificios y jefe de secretarios. Debía sustituir a Juan XII, condenado por contumacia y depuesto dos días antes.

El elegido era laico. Contrariamente a las normas eclesiásticas, recibió todas las órdenes sagradas el mismo día. Un grupo de revoltosos, alentado por el desaprensivo Juan XII, había intentado provocar una sublevación contra el nuevo papa -antipapa en realidad- en los primeros días de enero del 964, pero el emperador reprimió enérgicamente el levantamiento. Restaurado el orden, Otón tomó el camino de Alemania.

Cuando el emperador se encontraba ya lejos de Roma, Juan XII se dispuso a ejecutar su venganza. León VIII, afortunadamente para él, pudo huir y buscar el amparo de Otón.

El 26 de febrero del año 964, reunió Juan XII un sínodo en el que hizo deponer a León. Como es sabido, Juan murió prematuramente, en circunstancias infamantes, el 14 de mayo. Y los romanos eligieron entonces un nuevo pontífice: Benedicto V. Pero al mes siguiente regresó a Roma León VIII. El infortunado Benedicto fue depuesto y desterrado. Y León prosiguió en calma un pontificado que, por lo demás, fue bastante breve, puesto que falleció el 1 de marzo del 965.

Se han atribuido a León VIII, tres documentos célebres: el Privilegium majus, el Privilegium minus y la Cessatio donationum. Según tales textos, el papa habría renunciado oficialmente a todas las donaciones hechas a la Iglesia por Pipino y Carlomagno. Pero no es verdad, sino que se trata de un infundio elaborado con ocasión de la querella de las investiduras por los partidarios del rey Enrique IV.

Benedicto V

Al morir Juan XII el 14 de mayo del año 964, pretextando la ausencia de León VIII, que se había alejado de Roma buscando la protección de Otón, los romanos eligieron a Benedicto V. El nuevo papa, consagrado el 22 de mayo, era un sacerdote digno. Su vasta cultura le había valido el sobrenombre de «Grammaticus», el «gramático».

Inmediatamente puso manos a la obra para borrar la imagen dejada por su predecesor, Juan XII. Pero exactamente al mes de su consagración volvieron a la Urbe León VIII y su protector, el emperador Otón. El pobre Benedicto se vio condenado por un sínodo como usurpador y degradado al rango de simple diácono. Fue desterrado a Hamburgo, donde el arzobispo Adaldag le tuvo bajo vigilancia, aunque este carcelero procuró hacerle grata o llevadera su reclusión. Benedicto falleció, con toda paz, el 23 de junio del 966.

Tomado de encuentra.com

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
32 comentarios en “La Iglesia Católica ha pasado momentos peores: El caso de Juan XII
  1. En el capítulo 2 de la carta a los Gálatas, cuenta San Pablo lo que se ha dado en llamar el incidente de Antioquía. Es bien conocido. San Pedro se dedicaba a disimular ante los judíos para que éstos no se enfadaran por las exigencias del cristianismo naciente. Vamos, que ya en aquella época el Vicario de Cristo tendía puentes y planteaba el discernimiento. Ahora hubiera dicho: Si un judío quiere ser judío y a la vez ser cristiano, pero su conciencia está tranquila, puede acercarse a la comunión. Seguramente algunos querrían haber redactado alguna nota 305 en el Concilio de Jerusalén. Pero san Pablo lo impidió. Le cantó las cuarenta en bastos al Papa Pedro y puso las cosas en su sitio.

    Nadie se escandalizó. No hubo ningún problema, porque San Pedro era humilde (de verdad, no de boquilla) y supo aceptar la reprimenda. No era un dictadorzuelo y sabía perfectamente que la Iglesia no era su finca particular, ni su rancho, ni su cortijo. Como San Pedro era realmente bueno (y no de boquilla), ni había sido elegido hombre del año por las revistas gays de Antioquía, ni era celebrado por la web corintodigital.com como pobre y humilde, supo aceptar lo que San Pablo exigía. Y menos mal, porque eso salvó a la Iglesia. Es que entonces había las dos cosas: un verdadero Vicario de Cristo preocupado por la fidelidad al mandato del Señor, y un verdadero Obispo que dijo lo que tenía que decir.

  2. Es cierto que el Espíritu asiste a la Iglesia, a toda ella, y que no fallará. Pero mientras esa promesa se consuma ¿cuántos católicos confundidos, engañados, desorientados, manipulados, desertores por falta de pastores buenos, de doctrina y de vida, han sufrido y sufren? La institución, estupendo; las personas, redimidas una por una ¿qué?

  3. Es cierto que Jaun XII era tremendo y probablemente el sujeto más nefasto que se haya sentado en la Cátedra de San Pedro. Sin embarogo, como los demás papas indignos, no inatentó cambiar ninguna doctrina. De hecho, por una jugada dela Providencia. fue él quien aprobó la fundación de la Abadía de Cluny, de donde salió una de las reformas más extrarodinarias de la Iglesia. Por otra parte, en aquella, época en la que no había medios de ocmunicación como ahora, las fechorías de Jaun XII probablemente no se conocían o se conocían muy poco fuera de Roma. Ahora tenemos un papa que intenta cargar con la moral católica, pero de manera encubiernto, bajo la cobertura del «discernimiento», «acmpañamiento» y la falsa misericordia. Los obispos belgas han aprobado la posibilidad de dar la sagrada comunión a los adúlteros, sin mencionar para nada el «acompañamiento». Por otra parte, el Papa Bergoglio no puede apoyrase en la doctrina de San Ignacio sobre el discernimiento, porque ni en sueños el santo pensaba que se podía aplicar sus reglas de discernimiento al caso de cumplir no no los mandamientos de la ley de Dios, y uno de los pecados más graves que es el adúltero. Nada más lejos de lamente de San Ignacio o cualquier otro santo.

  4. Por suerte hoy tenemos un Vicario de Cristo que sabe guiar su rebaño, que trata de poner orden en una burocracia que presenta serias sospechas como lo demuestra el libro «Avaricia»; que mantiene la doctrina intacta. Son sencillamente católicos rígidos y atrincherados en antiguas formas que no comprenden al Santo Padre. Tiene un punto débil: para ellos Francisco no hace ni dice nada bien. Jamás una alabanza. Se trata de católicos que como diría Serrat tienen con Francisco una cuestión personal.

  5. Ya me gustaría que se tratara de rigidez y cuestión personal, porque, nos tratamos esa supuesta obsesión y problema resuelto. Simplemente me pregunto. Tenemos ya el divorcio católico versión Amoris, el aborto católico versión monjitas irlandesas, la eutanasia católica versión hermanos de la caridad belgas, tenemos a los Paglia, los Sosa, los kasper, los Spadaro, los Forte, los Fernandez, los Sorondo, los Coccopalmerio, a cual de ellos más heterodoxo, pululando a sus anchas por el Vaticano y ¿ el único problema en la Iglesia somos los rígidos como Jesucristo, que sigue sin admitir el divorcio ni la eutanasia ni el aborto ? Algo no me cuadra.

  6. Juan XII fue un gran pecador, pero no sembró la confusión doctrinal en la Iglesia como Francisco ni amparó a pastores heterodoxos. Para encontrar un momento peor que el actual en la Historia de la Iglesia hay que remontarse a la crisis arriana. Éste es el único periodo comparable al momento presente.

  7. Echenique problemas en la Iglesia con el dogma ha habido siempre. Insistes con la AL pero deberías ver el canon 1095 inc. 3 impuesto por San Juan Pablo II. Ahí comenzaron los problemas; las nulidades por cuestiones de naturaleza psíquica. En cuanto a los monjitas irlandesas es como descalificar papados anteriores por barbaridades que hacían y decían curas y obispos. Sólo te subrayo que la crítica sin limites a Francisco le hace un flaco favor a la Iglesia ya que cuenta con el apoyo mayoritario de los Obispos y del pueblo. Cuidado con el escándalo por defender la «sana» doctrina denostando al Papa.

  8. Pero…no intentó cambiar la doctrina…y el mundo no lo aplaudió…Apostaría que era descarado…y no disimulado como este otro señor actual…

  9. Las nulidades por incapacidad psíquica han estado siempre presentes en la Iglesia, implícita o explícitamente. Practicar abortos y eutanasias con el consentimiento de Roma y dar la comunión en pecado mortal, a sabiendas de que se está en pecado mortal, esto nunca se había dado en la Iglesia. El responsable último tiene un nombre : Francisco, quien lo tiene bien fácil : Intervenir esas congregaciones eutanásicas y abortista. pero ni lo hace ni lo hará, por una sencilla razón : En el fondo fondo, le parece bien.

  10. Por el contrario interviene los franciscanos de la inmaculada, sin que se sepa porqué, y la orden de malta, elevando al poder al gran distribuidor de preservativos. Más claro agua.

  11. No nos podemos consolar con que la Iglesia haya pasado por momentos malos, porque éste es el momento malo, pésimo, que nos ha tocado vivir y hay que denunciarlo y corregirlo, pero no hay cardenales dispuestos a ello. Los 4 que había parece que se han echado atrás. Son unos comodones, como mínimo. Dios nos juzgará a todos, también por los pecados de omisión ante tanto atropello al derecho de los fieles a la sana doctrina. Nos dan piedras en vez de pan.

  12. Siempre es un consuélo saber que ha habido situaciones mas dificiles para la Iglesia, y que como dice el dicho popular:»No hay mal que cien años dure» pero el problema de ahora o lo singular, es que se esta destruyendo todo desde la raiz y con tecnicas tenebrosas y confusas (con lio).
    Y tal vez por una equivocada prudencia u obediencia por parte de de la Iglesia «sana», con el silencio contenido y por ello asimismo complice.

  13. Decir que a Francisco le «parece bien el aborto» corre por cuanta de quien lo dice sin aportar ninguna prueba y rayano con una ofensa de calibre al Papa.
    Tambien está el opus de sanísima doctrina atropellando las conciencias y violando normas del siglo XIX de la Iglesia y ningún Papa intervino. Tambien las autoridades eclesiásticas fueron de una lentitud inconcebible con los legionarios de Cristo. Hay que aparcar las cuestiones personales con el Papa y si es necesario una terapia no estaría mal.

  14. Este es el segundo artículo que saca Ariza, en el cual relativiza, la catastofre actual.
    No hay ningún punto de comparación.
    Lo actual es el intento de corromper todo el Cuerpo Místico de Cristo.
    Lo relatado , si cierto, es una corrupcion personal.

  15. Saben porque los Cardenales eligieron a Juan XII ……?

    Es porque era el mejor entre ellos .

    Si hay otra repuesta ….digan …

  16. Echenique podrías aportar pruebas de la aprobación del Papa Francisco al colectivo gay que citas? O seguimos con Serrat y las cuestiones personales con el Papa Francisco.

  17. Te reto a que me digas cuándo se ha pronunciado contra todo ello. Los papólatras tenéis un grave problema. No tenéis los pies en el suelo y pensáis que este papa es excelente cuando es el mayor desastre de la historia de la Iglesia, con gran diferencia. Otros papas llevan una vida desordenada; éste es un desastre doctrinal y personal puede que también.

  18. Los silencios, cuando hay obligación moral de hablar, conllevan aprobación. ¿ Qué le pidió Jesús a Pedro ? » Confirma a tus hermanos .. » Éste nos confirma en el mal.

  19. Echenique el Papa no puede seguir tu agenda de condenas. Por mi parte podría añadir otras. Pero lo cierto es que porque le marcas la agenda al Romano Pontífice en materias de condenas? ¿Quien te constituyó en juez y custodio de la «sana» doctrina? Echenique ¿Desde cuando «tu «doctrina» es la doctrina de la Iglesia? Me haces acordar a Lutero y la creencia de la superioridad de tu doctrina.

  20. Eresie moderne: Il diavolo «veste» Padre Sosa
    di Antonio Livi
    05-06-2017 AA+A++
    Padre Sosa superiore dei Gesuiti
    AddThis Sharing Buttons
    Share to Facebook
    Share to Twitter
    Stampa Invia ad un amico Scarica il PDF RSS
    Le sciocchezze dette recentemente da padre Sosa non sono più risibili di quelle dette da lui stesso qualche tempo addietro, e nemmeno sono più scandalose di quelle. Che il preposito generale dei gesuiti abbia tante idee (certamente) sbagliate in materia di fede assieme a qualche idea (probabilmente) sbagliata in materia di politica, non fa più scandalo perché ormai la dottrina della fede viene negata o rinnegata da (quasi) tutte le istanze che nella Chiesa dovrebbero averla a cuore: anzitutto i vescovi, con a capo il Papa, poi i teologi e le istituzioni teologiche di livello accademico, e infine gli strumenti della comunicazione sociale che furono creati da persone sollecite del bene comune ecclesiale e pertanto desiderose che l’informazione cattolica raggiungesse le masse portando dappertutto la verità del dogma e della morale, con le loro necessarie applicazioni ai problemi del mondo di oggi.

    Insomma, quello che padre Sosa ha detto ultimamente sull’esistenza del demonio e su altri argomenti attinenti alla fede è scandaloso ma per nulla sorprendente, dati i tempi che corrono nella Chiesa: da quando è stato eletto come preposito generale dei gesuiti, Sosa è andato ripetendo i soliti discorsi che io sento fare da decenni e ai quali mi sono inutilmente opposto, non solo con interventi giornalistici (molti sulla Nuova Bussola Quotidiana) ma anche con analisi teologiche approfondite (è uscita da poco la terza edizione aggiornata del mio trattato su Vera e falsa teologia, edito dalla Leonardo da Vinci).

    Inutilmente, dicevo, perché troppo potenti sono i mezzi di cui dispongono i cosiddetti «operatori della pastorale» oggi impegnati in una dissennata campagna di demolizione dell’identità religiosa del cattolicesimo. L’obiettivo prioritario di questa campagna mediatica mondiale è l’abolizione del dogma, ossia della «regula fidei», che serve a fornire a ogni fedele il chiaro criterio di discernimento per sapere qual è la fede della Chiesa, che cosa ognuno deve credere e a chi deve dare ascolto.

    Questi «cattivi maestri» e «falsi profeti», come inutilmente li ho chiamati (non certo per insultarli ma solo per mettere in guardia i fedeli) hanno in odio la dottrina cattolica, che comprende le verità da credere «in rebus fidei et morum». Padre Sosa lo dice espressamente nell’intervista al El Mundo: «Dottrina è una parola che non mi piace molto, porta con sé l’immagine della durezza della pietra. Invece la realtà umana è molto più sfumata, non è mai bianca o nera, è in uno sviluppo continuo».

    La frase è illogica in ogni sua parte (il fatto che la realtà sia in sviluppo continuo non toglie che la si possa comprendere solo attraverso concetti e leggi fisiche, psicologiche, morali e religiose), ma la campagna di demolizione della fede non ha bisogno di ragionamenti logici, si accontenta, come ogni campagna pubblicitaria, di slogan che suscitano nelle masse una qualche emozione e spesso, purtroppo, anche un cero consenso alla “linea”. E questa linea – sentimentale nelle argomentazioni ma estremamente lucida nel perseguire lo scopo finale – si ritrova tale e quale nei discorsi di tutti i testimonial della campagna contro la dottrina, i quali parlano a volte con un linguaggio semplicistico e apparentemente ingenuo (Arturo Sosa, Enzo Bianchi e altri), altre volte con un linguaggio più colto (Gianfranco Ravasi, Walter Kasper, Andrea Grillo, Bruno Forte e altri) oppure con un linguaggio decisamente specialistico e sofisticato (Karl Rahner e Hans Küng, con la pletora di discepoli e divulgatori del loro pensiero).

    Poco importano comunque le differenze di forma, perché nella sostanza si tratta sempre di discorsi che non sono funzionali alla prassi dei buoni pastori (che sono sempre in missione «de propaganda fide») bensì alla prassi dei poteri politico-ecclesiastici (che hanno interesse alla diffusione dell’eresia), dai quali i falsi profeti e cattivi maestri ricevono non censure o richiami ma protezione, coperture e addirittura “scatti di carriera”. Il caso di padre Sosa è emblematico. I cattolici ingenui si domandano: ma perché il Papa, che ben lo conosceva, lo ha voluto a capo dell’ordine dei gesuiti? E perché, dopo tante esternazioni dal contenuto ereticale non lo ha pubblicamente ripreso?

    A questa domanda dei cattolici ingenui rispondo (pregando Iddio che mi capiscano bene): papa Bergoglio non censura padre Sosa perché costui dice esplicitamente quello che lui stesso dice implicitamente, e che comunque fa pensare che sia il suo pensiero (il ricorso che Sosa fa alla metafora della “pietra” è chiaramente mutuato dai documenti magisteriali di papa Francesco). Lo stesso è successo con il cardinale Kasper, che il Papa elogia pubblicamente come grande e pio teologo, incurante del fatto che nei suoi libri ci sia più di un’eresia (sulla divinità di Cristo, sull’Eucaristia, sulla nozione stessa di fede cristiana).

    Parlo di eresia e faccio anche nomi e cognomi, sine ira et studio, avendo considerato le cose alla presenza di Dio, misurando le parole, avendo a cuore l’unità della Chiesa e prendendo anche sul serio quella «diaconia della verità» e quella «parresia» che san Giovanni Paolo II nella Fides et ratio raccomandava a tutti i Pastori e a tutti i teologi. La verità della fede va professata in ogni occasione, anche e soprattutto quando chi dovrebbe fare opera di catechesi ed evangelizzazione diffonde invece le opinioni di una qualche setta che allontana dall’adesione all’unica fede, quella della Chiesa (“eresia” è un termine dell’antichità cristiana che significa appunto “separazione”).

    Dato l’ambiente che si è venuto creando all’interno della Chiesa cattolica, ci sarà chi giudicherà le mie parole “esagerate” e “divisive”. E ci sarà anche chi tirerà fuori la solita sfilza di domande retoriche: “Chi sei tu per giudicare un tuo fratello? Chi ti dà l’autorità per etichettare un’opinione come eresia?”. Ho risposto mille volte a domande come queste, fin dai tempi nei quali intervenivo a contrastare (invano) le eresie misticheggianti che Enzo Bianchi pubblicava dappertutto, anche su testate come Famiglia Cristiana, Iesus e Avvenire. Ora, chi volesse una risposta esauriente e rigorosamente teologica a quelle domande può leggere i discorsi precisi e articolati che faccio nel libro Teologia e Magistero oggi (Leonardo da Vinci, Roma 2017).

    Qui basterà ricordare (a chi dovrebbe saperlo) o insegnare (a chi senza sua colpa non è mai stato istruito in materia) che “eresia”, nella Chiesa cattolica, è qualunque pubblica affermazione che risulti in diretta e insanabile contraddizione con il dogma, ossia con i contenuti certi e irreformabili della fede cattolica. Indipendentemente dal fatto che l’autorità ecclesiastica intervenga a censurare con un atto formale una proposizione eretica, qualsiasi fedele capace di discernimento teologico può dire e dimostrare che un certo discorso è (almeno materialmente) eretico.

    Nel caso di padre Sosa è difficile pensare che egli non si renda conto di quel che dice, ma si può anche pensare che non abbia quella preparazione teologica elementare che consente a chiunque di accorgersi che ciò che va dicendo contraddice direttamene la dottrina cattolica. Infatti, chiunque abbia una preparazione teologica elementare sa che la Chiesa insegna da sempre (e anche oggi, come si può verificare aprendo il Catechismo della Chiesa Cattolica) che il demonio c’è e agisce, e che tutti noi dobbiamo «stare in guardia» per evitare che ci induca in peccato (cfr Lettera di San Pietro), Inoltre la Chiesa ha istituito anche la funzione dell’esorcistato per allontanare il demonio dalle persone che egli ha posseduto e dai luoghi che egli ha infestato.

    Per di più la Chiesa ci consegna la Sacra Scrittura assicurandoci che è davvero Parola di Dio, dotata di assoluta inerranza. Tutta la Bibbia, a cominciare dal Libro della Genesi, parla dell’esistenza degli angeli ribelli, della loro cacciata dal Cielo e della loro azione volta a impedire l’amicizia dell’uomo con Dio. Poi, il Nuovo Testamento completa la rivelazione di questo mistero con i fatti della vita di Cristo e con le sue le parole, presentando la redenzione operata de Cristo come liberazione degli uomini dal «potere di Satana». Certo, si può conoscere bene il dogma cattolico e la dottrina presente nella Scrittura e non crederci. Ecco allora dove sta il punto. Chi si dedica a demolire con l’eresia la fede del popolo di Dio è uno che non l’ha mai avuta egli stesso o la sta rinnegando per interessi mondani.

    Prima ho detto che forse padre Sosa non ha quella preparazione teologica elementare che consente a chiunque di accorgersi che ciò che va dicendo contraddice direttamene la dottrina cattolica. Ma si capisce che è un’ipotesi che ho tirato fuori per dovere di misericordia, cercando qualche attenuante generica. In realtà, sapendo degli studi che si fanno nella Compagni di Gesù l’ipotesi più realistica è che abbia ricevuto una preparazione teologica elementare, media e superiore irrimediabilmente inquinata dall’eresia modernista.

    Si tratta dell’eresia che rende gli uomini di Chiesa (religiosi, teologi e vescovi) del tutto indifferenti al dogma, o anche insofferenti nei suoi confronti. Per questo diceva san Pio X che il modernismo è il «coacervo di tutte le eresie», perché tolto di mezzo il dogma, ogni opinione è ugualmente possibile, purché ottenga il consenso di chi ne vede l’utilità pratica. Il fatto è che già da un secolo la Compagnia di Gesù alleva al proprio interno e promuove anche alle massime cariche ecclesiastiche uomini di Chiesa che demoliscono sistematicamente la fede della Chiesa. Ha cominciato il francese Pierre Teilhard de Chardin, che negli anni Cinquanta del Novecento proponeva un «meta-cristianesimo» incentrato sulla nozione di Cristo come “Punto Omega” dell’evoluzione cosmica. Poi è venuto il tedesco Karl Rahner, ispiratore e maestro di tutti i teologi di orientamento modernistico, cui giova molto la sua visione trascendentalistica (ossia, soggettivistica) della coscienza morale e quindi della fede, visione che porta direttamente alla teoria dei «cristiani anonimi».

    Papa Bergoglio non fa direttamente sue le posizioni ereticali dei suoi mastri gesuiti, ma nemmeno le critica, anzi talvolta le cita favorevolmente: vedi l’enciclica Laudato sì, con un accenno positivo al pancosmismo di Teilhard de Chardin, subito rilevato dal gesuita padre Antonio Spadaro nelle pagine della Civiltà Cattolica per dimostrare che le censure ecclesiastiche contro il paleontologo-teologo si potevano considerare «superate».

    Per capire dove vanno a parare le argomentazioni pseudo-teologiche dei modernisti va rilevato che essi dipendono tutti dalle dottrine luterane sulla rivelazione e la fede. I maggiori teologi cattolici della seconda metà del Novecento, sull’onda dell’ecumenismo, hanno “creduto” ai luterani e ne hanno accettato il pregiudizio anti-metafisico e anti-dogmatico. Così, il Magistero della Chiesa non è più la norma prossima della fede, anzi va censurato come sopruso del potere papale e dittatura ideologica sulle coscienze (al posto del Magistero, che per statuto ecclesiologico deve essere fedele alla Tradizione e al dogma, i modernisti aspirano a essere loro nella «stanza dei bottoni», per poter instaurare quella «dittatura del relativismo» che tanto paventava papa Benedetto XVI).

    Tolto il Magistero, restano la «sola Scriptura» e il «libero esame»: ma così, logicamente, la Bibbia non è più adoperata come riferimento obbligato della rivelazione divina garantita dalla Chiesa ma come strumento retorico per sostenere le proprie tesi, quali che siano. Il teologo e filosofo luterano Karl Jaspers diceva infatti: «Nella Bibbia non c’è una dottrina: il cristiano vi trova tutto e il contrario di tutto». E un altro teologo luterano, Rudolf Bultmann, diceva che l’uomo moderno non può capire né tanto meno accettare la dottrina del Nuovo Testamento e che quindi bisogna “de-mitologizzarlo”, togliendo dalle sue pagine tutto ciò che non piace alla mentalità scientifica moderna: la creazione, i miracoli, la divinità di Cristo, la sua resurrezione eccetera.

    E infatti anche il cardinale Walter Kasper sia convinto anch’egli che i miracoli di Cristo e la sua resurrezione siano un’invenzione della primitiva comunità cristiana per giustificare la propria immagine di Cristo come Figlio di Dio. Non sorprende che anche padre Sosa tiri fuori la storiella che il demonio sia un’invenzione dei cristiani superstiziosi. La realtà vera sarebbe che il demonio è un simbolo del Male: l’astratto per il concreto, secondo il paradigma idealistico che regge tutta la teologia protestante (dipendente da Hegel e da Schelling) e tutta la teologia modernistica.

  21. Ricardo. Echenique no ha establecido la Doctrina Católica, pero la defiende, lo que no hace el 99,9% de los católicos.
    ?Comprendes?
    Como dice el Papa Benedicto, yo no tengo la Verdad, la Verdad me tiene a mi.

  22. Francisco sí que sigue una clara agenda de condenas, pero sólo a los ortodoxos, por rígidos, doctores de la letra e hipócritas de doble vida. En compensación ensalza a los heterodoxos, que campan por el vaticano a sus anchas, como Kasper, Paglia, Sorondo, Fernandez, Spadaro, Forte, etc, pero la mayor hipocresía es la que rige en el vaticano, que consiste en llamar virtud al vicio.

  23. Carlos: No estoy de acuerdo con que Echenique defienda la «sana» doctrina. Ello por cuanto 1) Está lejísimo del espíritu del Vaticano II; 2) ningunea la misericordia que proclamó San Juan Pablo II 3) Practica el ataque y la descalificación en todos los frentes de Francisco sea defensa de la sana doctrina; 4) Pretende marcarle la agenda y calendario de condenas.
    Los tiempos de los Echeniques se fueron con el Vaticano II. Es como querer reimplantar el Codigo de Derecho Canónico de 1917 donde el matrimonio era el «remedio de la concuspicencia». Ya está bien que gente rígida, atrincherada, se lenvante contra el Santo Padre.
    Después del Concilio los que quedaron fuera de la Iglesia fueron los rígidos lefebristas al grito de que era un Concilio meramente pastoralista. No me extrañaría que ahora se repita el fenómeno donde se quedaran fuera muchos de «sana doctrina»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles