El tercer milagro

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Un santo es una persona que la Iglesia propone como ejemplo de vida cristiana a los fieles. Ello no significa que seleccione a cualquiera, sino que señala a aquellas que ya se encuentran en el cielo. Para determinar esto último, sin embargo, elabora un duro proceso de estudio, que concluye, llegado el caso, con su canonización. Como esta película sostiene, “la Iglesia católica no hace a los santos; los hace Dios. Ella solamente los verifica”.

Ed Harris interpreta a un sacerdote con serios problemas de fe. El motivo es su trabajo, que consiste en investigar los supuestos milagros de las personas que han sido presentadas como santas. Ya que a lo largo de sus pesquisas ha encontrado muchos fraudes, opina que aquellos no existen realmente. Pero cierto día recibe el encargo de estudiar el caso de Helen, una mujer a la que se le atribuye un milagro durante la Segunda Guerra Mundial. Su averiguación no solo lo llevará a profundizar en la vida de esta mujer, sino también a reencontrarse con la fe que tantas dudas le suscita.

Agnieszka Holland, autora de esta cinta, nos ha deleitado durante su filmografía con películas como Europa, Europa y Copying Beethoven. Pero son sus filmes de estricto corte religioso los que más cautivan al espectador. Es el caso de Conspiración para matar a un cura o este que hoy nos ocupa. No es extraño que así sea, puesto que ella siempre se ha declarado católica, elemento que podemos detectar en cada uno de sus largometrajes.

El tercer milagro es una prueba más de ese respeto por la creencia que ella profesa, puesto que elabora un estudio profundo y dramático sobre una persona que duda de su autenticidad, pero que ansía vivirla en plenitud. Asimismo, es un buen documento histórico, ya que presenta la figura del abogado del diablo o del tercer milagro del título, que fueron abolidas o matizadas por el papa san Juan Pablo II, pero que estaban en vigor durante el período que describe la película.

Por otro lado, es verdad que critica a la jerarquía de la Iglesia, presentando a unos obispos acomodados. Sin embargo, más que cebarse en ellos, pretende contraponer su vida con la de la mujer investigada o con la del sacerdote que duda de su fe. En conclusión, es probable que sea un recordatorio del objetivo de todo cristiano: la santidad. No en vano, la cinta recuerda una y otra vez la frase con la que iniciábamos este artículo: “La Iglesia católica no hace a los santos; los hace Dios. Ella solamente los verifica”.