Adolfo Nicolás defiende que en Japón ‘no hay evangelización posible sin alianzas con el budismo o el sintoísmo’

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En una entrevista concedida al semanal Alfa y Omega, el que fue Prepósito General de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, defiende que el error principal que se ha cometido a la hora de evangelizar Japón ha sido «no haber sabido entrar en la cultura y en la vida de su gente.

Reproducimos a continuación, la entrevista íntegra publicada por Alfa y Omega:

¿Recomienda entonces ver Silencio?

Sí, la recomiendo. Es la película ideal para quien quiera reflexionar acerca de la evangelización de Japón. Cuando se publicó la novela en que se basa la película, en el año 66, ya hubo allí cierta reacción negativa por parte del clero diocesano más que por parte de los jesuitas. Porque el clero diocesano problematiza que el japonés no entiende el cristianismo. Pero era un libro que hacía pensar, y todo lo que hace pensar es bueno.

¿Qué factores han dificultado la evangelización de Japón?

En Japón hemos cometido errores, como en todas partes. El error principal es no haber sabido entrar en la cultura y en la vida de su gente. Yo creo que no hay evangelización posible sin alianzas con el budismo o el sintoísmo. Los primeros cristianos estaban fascinados con encontrar las raíces del cristianismo en los filósofos o en los poetas paganos, pero eso ha sido flojo en nuestra generación. No nos inculcaron la urgencia de estudiar el budismo y el sintoísmo como merecían. Y eso es una debilidad muy fuerte. Yo estuve en el Sínodo de la Nueva Evangelización y ahí no se habló nunca de los errores de la vieja evangelización. ¿Cómo podemos hablar de una nueva evangelización sin reconocer que nos ha faltado algo en la vieja evangelización? Yo creo que el interés de Silencio va por ahí.

¿Qué nexos de unión percibe entre el cristianismo y la cultura japonesa?

El budismo creo que tiene raíces profundamente cristianas como el desapego, la convicción de que todo es transitorio y las cosas tienen una belleza en sí… Una película puramente budista que fui a ver en Japón cuenta la historia de un señor a quien le dice el médico que tiene cáncer y le quedan seis meses de vida. Busca entre sus amigos quién tiene cáncer y se encuentra a uno al que le quedan tres meses de vida. Le va a visitar y le pregunta: «¿Qué haces durante el día?». El otro responde: «Salgo al jardín, veo una flor y me quedo contemplándola». Así pasa el tiempo, encontrándose con la realidad tal como es: la cuestión no es si esta flor es bonita en un ramo; no hace falta el ramo, solo la flor como es.

El budismo es más meditación y muerte, mientras que el sintoísmo es vida y celebración. Por eso se dice que los japoneses nacen sintoístas, se casan católicos y mueren budistas.

También ha hablado usted mucho de la misericordia en el budismo.

Recuerdo a un cardenal de América Latina que se fue a Japón y en once días ya tenía su tesis hecha: los japoneses no entienden la misericordia de Dios. ¡Pero si eso es lo único que entienden! Porque la compasión es la virtud budista más profunda. Ellos no necesitan a un Dios juez. Por eso, de las cosas mejores de Francisco fue cuando le preguntaron por los homosexuales y él dijo aquello de «quién soy yo para juzgar a otros». Cuando a una persona la sociedad ya le ha juzgado y condenado, es importante que el Papa diga esto. El Evangelio nos dice que no juzguemos a los demás y no seremos juzgados.

El Papa insiste también en algo muy jesuítico, el discernimiento. ¿Cree que se entiende bien qué es esto?

Este es uno de los puntos clave de este pontificado. A los jesuitas de Polonia les dijo que necesita más de ellos porque el clero no está suficientemente preparado todavía para discernir. Si se toma el discernimiento en serio, a los laicos no hay que darles respuestas, hay que plantearles un discernimiento. Y eso es difícil. Porque supone considerar que la voluntad de Dios está abierta, y eso no es lo que prima muchas veces en la Iglesia, donde se considera a menudo que la voluntad de Dios está ya clara y que quiere que todos vengan a determinado redil, con un único pastor. Las luces que pueda haber en otras religiones se consideran siempre como una sombra, no son luces, sino sombras que anuncian otra cosa. Y eso nos trae algunos problemas.

¿Como cuáles?

No ser capaces de comprender que las otras religiones son lo mejor que una cultura puede ofrecer. Las culturas asiáticas, por ejemplo, han producido el budismo: este es su mejor fruto. Y sin embargo, hubo un tiempo en el que pensábamos, yo lo pensaba también, que esa religión era un producto del diablo, y resulta que es obra del Espíritu. Hoy esto lo entendemos mejor.

¿Qué parte de la religión diría que es producto humano y qué partes son movimiento de Dios, que se deja buscar por el hombre? ¿Dónde está la síntesis?

La síntesis está en las relaciones humanas. En esto he pensado mucho: por qué cuando voy a Asia, a Hong Kong, a Bangkok o a Tokio me siento en casa inmediatamente, mientras que en Europa no me siento en casa. Europa tiene unas relaciones apoyadas quizás en la verdad. Como explicó un obispo, «Jesús dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Las religiones de Asia son el camino, pero los misioneros han venido hablando de la verdad y nunca nos hemos encontrado». Asia es el camino. Europa y Estados Unidos están preocupados por la verdad, por cómo definirla. Latinoamérica y África son la vida, y tienen valores que nosotros hemos olvidado ya, como la familia, los niños, la amistad… Necesitamos a todo el mundo para encontrar la plenitud de Cristo.

Cuando usted es elegido en 2008 general de los jesuitas, ¿cómo se plantea la integración de todas esas dimensiones culturales que le da a la Compañía de Jesús su presencia en todos los continentes?

Mi norma en estos años de gobierno ha sido ser yo mismo en Roma. No tengo conciencia de haber tenido un programa especial. Pero ser yo mismo significa estar abierto a todo. Y yo creo que eso ha funcionado. Estar abierto a Asia, a Latinoamérica, a África, a mi propia cultura… Porque en todo está Dios, y en todo podemos encontrar signos de su presencia. Esa apertura es lo que más me ha ayudado: Dejar que me impacten las personas, las culturas, los acontecimientos…

A mí me ha preocupado mucho la interpretación del mundo desde las diversas culturas. Yo creo que ahí está el problema de la inculturación. No es una simple cuestión de gestos, sino de interpretación total de la realidad, sin perder de vista la totalidad y cómo las culturas pueden enriquecerse mutuamente y contribuir mejor a la vida de los demás. En África los jesuitas se han tomado esto muy en serio con el Instituto Histórico de Nairobi. Se trata de devolverles a los africanos la capacidad de interpretar su historia con ojos africanos, no europeos. De hecho, la idea primera era una cadena de institutos históricos en distintas partes del mundo. En Colombia ya existe algo similar y también en la India. Esto es fundamental.

¿Cómo fue su relación con Benedicto XVI?

Cuando me eligieron fui a verle, y me contó que, siendo seminarista, había tenido un director espiritual jesuita, y que después, durante el Concilio, fue varias veces a consultar a teólogos de la Gregoriana y le impresionó la sencillez de los cuartos, llenos solo de libros. Benedicto lo interpretó como que eran personas dedicadas al servicio de la Iglesia, que no pretenden nada más. Y eso le impresionó, y conservó siempre una visión de la vida religiosa muy positiva. Por ejemplo, un prefecto vino a España y dijo aquello de que el único modelo era determinada congregación, que entonces tenía muchas vocaciones. Una semana después, hablando a los obispos brasileños, el Papa le corrigió, al decir que la vida religiosa es la esencia de la Iglesia.

Una visión positiva que mantiene Francisco…

Por mis conversaciones con él tengo claro que conoce la vida religiosa, sus glorias y también sus defectos. Tiene una visión muy realista y muy positiva, porque al fin y al cabo es su propia vocación religiosa lo que está en juego.

Cuando fue elegido hubo un momento de suspenso. Según me han dicho, a muchos jesuitas les ayudaron dos cartas que yo escribí sobre el Papa Francisco, porque se habían corrido rumores sobre Bergoglio que ponían en tela de juicio su opinión sobre la Compañía y que no respondían a la realidad. Y parece ser que mis cartas aliviaron esos rumores. Yo lo que me encontré es a una persona muy afable, muy positiva, sin ninguna reserva frente a la Compañía, y eso fue lo que traté de comunicar a los jesuitas.

¿Ve en su elección cierta reivindicación de la Compañía de Jesús, tras unas décadas no precisamente fáciles?

Francisco, a pesar de haber sido obispo y ahora Papa, ha entendido que no es bueno para la Compañía de Jesús ser obispo, porque el obispo no puede ir a las fronteras. Hay una diferencia carismática: la vocación del jesuita es en las fronteras, mientras que el obispo tiene otra vocación, que es cuidar de la grey. Y por eso el Papa ha hablado con el prefecto de la Congregación de Obispos y le ha dicho: «¡No más jesuitas!». Y eso creo que es bueno para la Compañía.

Otro los acontecimientos decisivos en Roma durante su etapa al frente de los jesuitas fue la muerte del cardenal Martini, uno de los grandes jesuitas del siglo XX.

Ciertamente. El cardenal Martini es otra de las personas que influyen en toda la Iglesia, precisamente por su apertura, por su capacidad de suscitar cuestiones y problemas y no retraerse por nada. El divorcio, por ejemplo, no le impresionaba, porque él tenía una hermana divorciada y sabía personalmente que el divorcio no es la última palabra, que hay algo último en la persona que vale mucho más.

¿Qué le desea a su sucesor, el padre Arturo Sosa?

Le deseo apertura y enfrentarse con las cuestiones como vayan apareciendo, con confianza, porque él está muy cualificado para responder a los problemas. De hecho, su elección como general me ha servido de reconciliación con su provincial, que al principio no quería que Sosa fuera a Roma, porque me decía que le necesitaba en Venezuela. Y era verdad, pero yo insistí en que viniera, y ahora, tras su elección, el provincial vino a mí y me dijo: «Ahora veo que su servicio debe ser para toda la Compañía». Es un hombre muy eficaz. Yo le llamé «bombero número uno», porque me apagaba muchos fuegos. Cuando tiene una cuestión entre manos, no la deja hasta que encuentra la solución. Así que creo que la elección ha sido muy buena.

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Comentarios
13 comentarios en “Adolfo Nicolás defiende que en Japón ‘no hay evangelización posible sin alianzas con el budismo o el sintoísmo’
  1. Tan poca confianza tiene en la Palabra de Dios hecha Hombre, Jesucristo, y en el Espíritu Santo ? Si no cree en la bondad del producto ¿ cómo va a vender la mercancía ?

  2. Yo soy el camino la verdad y la vida y nadie va al padre si no es por mi. ¿Qué nos aportarán los budistas, o los hindúes?

  3. Ahora ya tengo claro porque el Señor, Sabiduría del Padre, no escogió a estos sujetos para estar entre sus doce Apóstoles: después de la Ascensión se hubieran quedado de brazos cruzados y hubiesen hecho planes y pactos con los judíos, las religiones romanas, las griegas, etc. etc. Y si el Señor les hubiera hablado preguntando que qué pasaba con respecto a su mandato de «id…», se lo habrían dicho claramente: «mira, tal y como Tú lo planteas no hay nada que hacer».
    Y, aunque tal vez sea antiguo, me permito añadir un enlace del pensamiento del nuevo Prepósito, deseando que sean planteamientos ya pasados, porque sino, se sabe adónde vamos:
    http://gumilla.org/biblioteca/bases/biblo/texto/SIC1978402_64-67.pdf

  4. San Pablo también tendría que haber buscado «alianzas» con los politeístas romanos y griegos, los judíos, los zoroastristas, etc, ¿no? … Y Cristo también tendría que haber buscado «alianzas» con los romanos y el sandrín, ¿verdad?… Pandilla de aburguesados, «¡Hay de mí si no evangelizare!»

  5. El Camino, la Verdad y la Vida con que se identifica Jesucristo son facetas de una misma realidad. Cuanto más nos internemos en la Verdad más nos apegamos al Camino y a la Vida. Si no aceptamos la universalidad, la validez para todo tiempo, lugar, cultura y historia, de Jesucristo, que siendo Dios revela en su plenitud qué es el hombre, todo hombre, no nos hemos convertido realmente a Dios, no lo seguimos, no somos cristianos, no podemos ser CATÓLICOS. Lo otro no es verdaderamente fe sino una suerte de ingeniería o marketing sociológico-cultural, una perspectiva groucho marxiana: Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros. Esta no es la actitud del católico. Una herejia actual es la equiparación valorativa de toda manifestación cultural históricamente emergida. Y es una completa falsedad. Hay frutos y desarrollos culturales que son muerte, veneno y podredumbre.

  6. Me parece que quienes me preceden en los comentarios no han leído con claridad lo que dice el Jesuíta Nicolás. Recuerda tanto a la epopeya de Mateo Ricci, a caballo entre el siglo XVI y XVII, que parece una reproducción de lo que el apóstol de China, en proceso de beatificación tras las alabanzas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, intentó en China. Se puede decir sin tergiversar la historia que muy probablemente China sería hoy mayoritariamente católica si no hubiera sido por las insidias papales, movidas por timoratos clérigos de su tiempo, que bloquearon la labor inculturativa de Ricci; eso mismo me comentaba un viejo amigo misionero en Japón desde hace más de tres décadas. Las trabas iniciales a la asimilación de criterios culturales chinos, no dogmáticos ni morales, del mensaje evangélico, culminaron con la actitud cerril de Benedicto XIV que en 1742 condenó definitivamente los métodos misionales jesuíticos (y no solo en China). Cuando el desaguisado ya no tiene arreglo, como siempre, vienen los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI a reconocer públicamente lo que era obvio. El Vaticano, el papado, siempre por detrás de la historia; y ahora, tal como están las cosas ¿qué más nos da tal reconocimiento? Dice Nicolás que un jesuíta se mueve en terrenos de forntera; si él lo dice será cierto. Pero argumenta que por eso un jesuíta no debe ser obispo, supongo que incluyendo el episcopado primado de Roma ¿no les parece? La historia que no sirve para enseñar qué errores no deben repetirse, no es historia sino glotonería de saberes históricos, pasión por el pasado, erudición autocomplaciente. O así me lo parece.

  7. Como no hay evangelización posible es con gente que piensa que el budismo, donde ni siquiera se cree en Dios, es obra del Espíritu; o que hay que hacer alianzas con el sintoísmo, donde se adora a los «kami» o espíritus de la naturaleza.

    Decir «que las otras religiones son lo mejor que una cultura puede ofrecer», ya es, como suele decirse, de aurora boreal; es cerrar los ojos a un sinfín de persecuciones, sacrificios humanos, cultos demoniacos y prácticas abominables.

    Para terminar, porque podría seguir, insinuar que no hay un solo redil y un único pastor, es contradecir descaradamente al mismo Jesucristo. «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón y un asaltante… Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,1.9). No me estraña que le guste una película que intenta ennoblecer la apostasía, y donde la única intervención de Dios (si hubiera más no podrían hablar de su silencio) es la de Jesús para mandar apostatar. ¡Generación incrédula y perversa! (cf. Lc 9,41-43).

  8. La inculturación que propugnaba Mateo Ricci era desde la más plena ortodoxia, sin reducción alguna del mensaje evangélico. La de muchos jesuítas actuales es desde la componenda y el sincretismo, tipo Anthony de Mello.

  9. Pocos días después de ser elegido Papa Francisco, Adolfo Nicolás publicó una carta a los jesuitas en que relataba su encuentro con el nuevo Papa. Le trataba como si fuera un colega, casi un subordinado suyo como jefe de los jesuitas. Bastante descarado. La primera insubordinación pública contra el Papa. Tanto que el Papa le escribió una carta de respuesta que hizo publicar en L’Osservatore Romano. Una carta muy cortes pero en la que suave y firmemente dejaba claro lo obvio; que él era el Papa, que Adolfo Nicolás le debía obediencia a él y no el Papa a él.

    ¿Porqué los jesuitas en España cedieron amigablemente su poder al Opus en los años sesenta y setenta? ¿qué hay detrás? ¿qué poderes actúan contra la Iglesia?

  10. Que decadencia!!!Señor, discipulos de San Ignacio de Loyola!!!!!!!!!Sofismas, y más sofismas, como hizo San Francisco Javier, para evangelizar, Japón, con una misa pontifical, la belleza, generó grandes comunidades de Mártires, con la oración, lleno del Espiritu Santo!!!!!Dispuesto al Martirio, Filipinas, estas personas revelan una decadencia total, no tienen ese impulso que brota, de la importancia de la almas, no oran, Y/o si lo hacen lo hacen mal. Pésimos descendientes de San Ignacio, de San Francisco Javier, de San Pedro Canisio, 2 apostol de alemania, de tantos jesuitas que dieron la vida, por las almas!!!!!!!!!Siglo de Oro Español. San Ignacio!!!!!!

  11. no haber sabido entrar en la cultura y en la vida de su gente.¿No hemos sabido?, ¿pero tu que tienes que saber?. El que convierte no eres tu, y EL si que sabe, estamos rodeados de sabios «humildes», pero siempre sabios. Los católicos uviese pensado no hemos rezado bastante, nos falta mortificacion . Pero no eso de aliare con quien pille. NO ES TU TRIUNFO.

  12. Yo soy divorciado. Por pereza no avance con pedir la anulación de mi matrimonio. Soy pecador no pescador de hombres. Admiro y temo a los jesuitas. Admiro y temo al Opus Dei. Temo a la Inquisición y a los inquisidores. Creo que no poseemos la verdad la Verdad nos posee. Interesantes el articulo y los comentarios. Que raro que antes no haya habido un papa Francisco. Recemos por la Iglesia y por Francisco.

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