Álvaro del Portillo, prisionero en la Parroquia de San Antón

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ppalvarodelportillo050713 El templo que Carlos Osoro encomendó al polémico sacerdote «Padre Ángel» fue una checa en la que estuvo prisionero, entre otros, el Beato Álvaro del Portillo.

Lo que es hoy la parroquia de San Antón, encomendada al Padre Ángel, fue durante la guerra una checa (cárcel popular) en manos de milicianos, donde secuestraron y torturaron a familias enteras, que habían encontrado refugio en embajadas repartidas por la ciudad y muchos de ellos fueron brutalmente asesinados.

La iglesia es en realidad la capilla de las Escuelas Pías de San Antón. Durante la Guerra Civil el colegio fue convertido en cárcel, la cárcel de San Antón o Prisión Provincial de Hombres número 2. La gran puerta del edificio, que daba a la calle Hortaleza, y que es hoy la puerta de la iglesia, fue cerrada, y se accedía a la prisión a través de una puerta situada en la calle Farmacia. En 1995, un incendio acabó con todo lo que quedaba de las viejas escuelas, excepto la fachada.

Desde esta cárcel salieron, durante noviembre y diciembre de 1936, diversas sacas de presos, entre ellos los asesinados en Paracuellos del Jarama, unos episodios conocidos como Matanzas de Paracuellos. Entre sus inquilinos se encuentra el Beato Álvaro del Portillo, el activista católico Blas Piñar y el literato Pedro Muñoz Seca. Rescatamos su testimonio.

Álvaro del Portillo

En 1934 estuvo a punto de morir varias veces a manos de un grupo de antirreligiosos exaltados que atacaron la catequesis de Vallecas donde Álvaro del Portillo catequizaba a los jóvenes de la zona. Los delincuentes le golpearon en la cabeza brutalmente con una llave inglesa.

En 1936, cuando estalló la guerra civil, se vio obligado a esconderse en la embajada de Finlandia. Sin embargo, la Guardia de Asalto irrumpió y arrestó a los refugiados. En ese momento, al que llaman «don Álvaro» era Ayudante de Obras Públicas y estudiante de Ingeniería de Caminos y llevaba apenas un año en el Opus Dei. Álvaro terminó en la cárcel de San Antón, donde recibió maltratos y torturas por parte de los secuestradores.

Estuvo en la checa de San Antón- ahora Iglesia de San Antón, gestionada por Mensajeros de la Paz y su fundador el Padre Ángel- durante dos meses. Posteriormente, pasó un año y medio escondido en pisos clandestinos y en la legación de Honduras, hasta que se unió al ejército para intentar escapar de la zona republicana.

Puesto en libertad a los dos meses, pasó año y medio refugiado en pisos clandestinos y en la legación de Honduras, hasta que se unió al ejército nacional para combatir el comunismo e intentó escapar de la zona republicana.

Los documentos del proceso de beatificación destacan que nunca guardó rencor, pues sabía perdonar. Lo había aprendido, decía, de Clementina, su madre, exiliada a España con motivo de la revolución mexicana.

piñar

Blas Piñar

El que fuera líder de la Acción Católica en España, junto con el Ángel del Alcázar Antonio Rivera, y uno de los fundadores de la Asociación Católica de Propagandistas, Blas Piñar, compartió presidio con Álvaro del Portillo en la checa de San Antón. En una entrevista concedida a un medio digital relataba así sus recuerdos de la guerra:

Pasé la guerra en Madrid, adonde, con muchas dificultades, pudimos llegar mi madre, mi hermana y yo. Encontramos refugio en la Embajada de Finlandia, que fue asaltada por los rojos el 4 de diciembre de 1936. Estuve en la cárcel de San Antón y, más tarde, al conseguir la libertad, en la legación de Paraguay, de donde tuvimos que salir al ser asaltado el consulado de Perú, que estaba en el mismo edificio. Unos buenos amigos nos buscaron alojamiento en la que había sido Embajada de Austria, que también asaltaron las milicias. Tuvimos la protección de dos personas, a las que no puedo olvidar: don José Gómez Segalerba, médico militar y don Ramón Miró Noriega, interventor civil de guerra. Poco antes de entrar en Madrid los nacionales, ocupé, con mis compañeros de una escuadra de Falange, la emisora de radio de la Marina, en la Ciudad Lineal.

Muñoz Seca

El padre de «Don Mendo», Pedro Muñoz Seca, pasó sus últimas noches en la checa de San Antón. Su nieto, Alfonso Ussía, relataba así las últimas semanas de Muñoz Seca:

Desde su ingreso en la cárcel y checa de San Antón, el 1 de agosto de 1936, Muñoz-Seca escribe a su mujer tres cartas y cuarenta y una tarjetas postales. Apenas se registran rasgos de humor en sus escritos. Como buen andaluz soporta mejor el calor que el frío. Por la brevedad del espacio en blanco de las postales, su correspondencia se limita a la exposición de sus necesidades. Ropa de abrigo, mudas, medicinas para su úlcera de estómago, agua mineral y latas de conserva. En casi todas las comunicaciones hace referencia a Dios. En veinte de las postales, para tranquilizar a los suyos dice «estar bien y haber engordado». Desde el 1 de agosto al 28 de noviembre, madrugada de su asesinato, perdió 29 kilogramos de peso. Peticiones en todas las postales de tranquilidad a su madre, que vive en el Puerto de Santa María. De repente, en una postal, un golpe de humor. Le pide a su mujer que le envíe a la cárcel una de sus bigoteras. Sus bigotes se desmoronan. «Estoy harto de meter los bigotes en la sopa del rancho». Y le llega la bigotera, recuperando su personalidad. Meses más tarde, en el alba de su fusilamiento, antes de ser empujado a la trasera del camión de la muerte, el miliciano «Dinamita» le ata las manos brutalmente a la espalda con un bramante que le alcanzaba las venas, y entre el alborozo de sus compañeros, con unas tijeras le cortó los bigotes. «Para donde vas, no te van a hacer falta». De esta forma, también humillaron su estética antes de asesinarlo.

Muñoz-Seca pasó su cautiverio en el Departamento 2 de la planta baja de San Antón. Tiene al principio, como compañeros de celda, a ocho oficiales de la Armada, y a los hijos de l5 y 13 años de un oficial del Ejército de Tierra. También, en la misma celda, están confinados José Arizcun, el sacerdote Tomás Ruiz del Rey, Julián Cortes Cabanillas y el actor Guillermo Marín, padre del actual portavoz del Partido Comunista en la Asamblea de Madrid. Todas las tardes, con su melena blanca desvencijada, aparece por San Antón el escritor Pedro Luis de Gálvez, que debía a Muñoz-Seca múltiples favores. «A éste que nadie lo toque. A éste lo voy a matar yo personalmente, ¿verdad maestro?». Y Muñoz-Seca le respondía: «Honradísimo Gálvez, honradísimo».

En ABC, durante una «Noche de los Cavia», me contó Cayetano Luca de Tena. también compañero de checa de Muñoz-Seca, que sólo en una ocasión se lo encontró llorando. Fue el día en que supo que sus ocho compañeros de celda de la Armada y los hijos del oficial del Ejército habían caído en una de las primeras sacas. En aquella ocasión escupió en el rostro de sus carceleros, y éstos lo tumbaron de un puñetazo. En el Puerto, el hermano menor de Muñoz-Seca, José, hace gestiones con Vicente Alberti, hermano de Rafael, para que éste se interese por don Pedro. Alberti no se dio por enterado.

En las cartas de noviembre se adivina la desesperanza. Pero ya no le llegan a su mujer. Gracias a un diplomático mejicano, que hacía de correo de presos, la mujer de Muñoz -Seca recibiría esas postales y la última carta tres años después, en 1939. Se ahorró el sufrimiento. El 26 de noviembre es «juzgado» por un tribunal popular y condenado a muerte «por fascista, monárquico y enemigo de la República». El 27 es llamado por el director de la checa. En la madrugada del 28, se encierra en su celda con el sacerdote Tomás Ruiz del Rey. A las dos de la mañana, le escribe a su mujer la última carta. No le tiembla la mano y su caligrafía es perfecta.

«No te olvides de mi madre. Procura que Pepe mi hermano me sustituya en los deberes para con ella. Y tú, dile cuando la veas, que su recuerdo ha estado siempre conmigo. Nada tengo que encargarte para los niños. Sé que todos ellos, imitándome, cumplirán con su deber. Siento proporcionarte el disgusto de esta separación. Pero si todos debemos sufrir por la salvación de España, ésta es la parte que me ha correspondido. Benditos sean estos sufrimientos».

Después de las palabras de despedida, añade una posdata y la fecha. «Como comprenderás, voy muy bien preparado y limpio de culpas. 28 de noviembre».

Le quitaron la maleta, los abrigos, el reloj y sus objetos personales. Le cortaron los bigotes. Al llegar a Paracuellos fumó. Tiró el cigarrillo y dijo, «cuanto antes». Gritó «Viva España y viva el Rey» y su cuerpo se quebró con la descarga. El tiro de gracia se lo dio, con mucho talante, un oficial de las Brigadas Internacionales. Está enterrado en una fosa común de Paracuellos del Jarama.

Un testimonio anónimo

Soy detenido a finales de agosto de 1936 y en un camión de la Guardia de Asalto ingreso en la cárcel de San Antón. Me destinan a la quinta galería en la que me encuentro con mis compañeros militares. Nuestro jefe era el comandante de Aviación Carlos Westendorf (que luego llegaría a general). Le llamábamos cariñosamente “el alcalde”.

Nuestros guardianes eran una milicia heterogénea, unas veces comunistas, otras socialistas, también anarquistas. La mayor parte de ellos nos estaban provocando constantemente, diciéndonos: “Os vamos a pinchar”, “Fascistas de mierda”, “Vais a morir como perros” y otras lindezas.

Poco tiempo después de mi ingreso en prisión, vinieron unos militares  a ofrecernos prestar servicio en el Ejército de la República a cambio no sólo de la libertad sino de importantes ascensos. Yo pensaba que era lo menos que debían ofrecernos, ya que un “teniente coronel” de los que vi en el grupo le reconocí enseguida como el cabo fotógrafo de nuestro cuartel de Intendencia. La proposición fue inútil, pues todos a una nos negamos a luchar contra nuestros compañeros.

Y aunque todos los días se producían asesinatos, las grandes sacas no comenzaron hasta el 6 de noviembre. Al principio empezaron por orden alfabético y mi apellido era de las últimas letras. Cuando se fueron acercando a la mía, le di una medalla a Quesada Torres, un amigo que vivía en la calle Torrijos, para que se la entregase a mi familia. Sin embargo, le sacan a él y se lo llevan a Paracuellos en las sacas de finales de noviembre.

Días después, me bajan junto a otros presos a la sala de espera de la prisión, que era tanto como decir que estaba “en capilla”. Nos quitan los relojes, anillos, plumas y demás objetos de valor. Yo le pregunto a un miliciano que si es para “trasladarnos” no tenían porque quitarnos estas cosas. No me contesta. Y tras estar así durante cuatro o cinco interminables horas, nos mandan subir de nuevo a la galería. Luego nos enteramos que había tomado el mando de la Delegación de Prisiones en Madrid el famoso anarquista Melchor Rodríguez (que también lo era a nivel nacional). Este hombre extraordinario, que luego se le conocería como “el ángel rojo”, puso fin a las matanzas indiscriminadas y ordenó que ningún preso podía ser sacado de la prisión entre las 7 de la noche y 7 de la mañana sin una orden personal suya.

Respecto a la responsabilidad del entonces consejero de Orden Público de la Junta de Defensa, Santiago Carrillo, y según confesiones posteriores de varios funcionarios de dicha consejería, parece que estuvo personalmente en Paracuellos, al menos en la saca del 28 de noviembre. Más tarde soy juzgado por un denominado Tribunal Popular, formado por varios comunistas, que acuerdan dejarme en “libertad”. Como tenía miedo (a pesar de Melchor Rodríguez) a cómo esa palabra era aplicada en aquel tiempo, nada más se me comunicó la orden, emprendí veloz carrera con mi petate y salté al primer tranvía que pasaba por la calle Santa Brígida. Voy a casa de un amigo que vivía en la calle Orellana y allí me paso cinco días. Posteriormente me acoge un matrimonio inglés y luego me traslado a un piso que el capitán Lance (conocido como el “Pimpinela Escarlata” del Madrid rojo) tenía frente a la Embajada inglesa. Allí me encuentro con varios compañeros militares.

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Comentarios
0 comentarios en “Álvaro del Portillo, prisionero en la Parroquia de San Antón
  1. Esto SÍ es MEMORIA HISTÓRICA, NO Histérica.
    En mi familia fueron 14 los asesinados por el FRENTE POPULAR. Jamás se involucraron en política. Su delito: Iban diariamente a Misa y estaban suscritos al Debate. Uno de ellos tenía tan solo 14 años.

  2. Los podemitas y algunos socialistas son la continuidad de estos asesinos enfermizos del frente popular. Son tan inútiles para gestionar los problemas de los españoles que sólo les mueve el odio y la venganza, producto de un complejo de inferioridad intelectual real, pues aunque tienen acceso a los estudios no dan mas de sí. Les ciega y embota su nefasta idiologia materialista, fundamentada en el pecado como normalizacion existencial.

  3. Desde aquí quiero escribir unas letras a mi abuelo, el capitan de navío Ramón Montero, no te conocí poque unos locos asesinos te acribillaron en Paracuellos; dos veces fui hasta el lugar santo donde descansas en paz, desde la muralla externa te rece un Padrenuestro. Tu hijo, mi padre, hoy muy anciano, sólo nos contó donde estabas enterrado, con sencillez, con muchos recuerdos de una niñez truncada por causa del odio. Nunca quiso contar nada para que no anidara el odio en ninguno de nosotros, quería que vivieramos y crecieramos en paz, y asi lo hicimos. Esa es nuestra gran memoria histórica. Y ahora llegan estos «podemitas llenos de odio, venganza, y con mentiras y engaños con muchas ganas de poder y de dinero facil, como ya se ve en Madrid, estos si dan miedo, mucho miedo. Que Dios nos proteja.

  4. Espero un gesto del P.Angel , respecto a los que sufrieron y murieron entre esos muros, sera muy bueno la Sta.Misa en sufragio por sus almas.

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