Impresionante testimonio de una misionera en Siria

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  La hermana María Guadalupe ha sido misionera en Siria desde que empezó la guerra hace ya cuatro años. Ingresó en la familia religiosa del Verbo Encarnado de Ecuador cuando tenía tan solo 18 años. Tras estudiar árabe en Belén, le destinaron a Egipto, donde estuvo 12 años. Según cuenta la hermana, los años en Egipto fueron muy difíciles, «creía que lo había visto todo, hasta que llegué a Siria». La enviaron a este país para que pudiera «descansar» de los duros esfuerzos que realizó durante esos largos 12 años, que incluso llegaron a debilitar su salud. «Escogí Siria pensando que era un lugar tranquilo para ‘descansar’ y hacer una misión menos dura, pero nunca hubiese imaginado lo que me iba a encontrar», explica María. «Aunque si retrocediese en el tiempo y tuviese la oportunidad de elegir de nuevo, volvería a escoger Siria», continúa. Su misión se encuentra en la ciudad de Alepo, eje económico del país y uno de los lugares destrozados por los terroristas del Daesh. «Si caía Alepo, caía el régimen», defiende María. La misionera, que conoce a la perfección la mayoría de los países de Oriente Medio, había elegido este país, porque «en Siria los cristianos y musulmanes convivían de manera pacífica». «Llegué, y a los pocos meses comenzó esta horrible guerra», cuenta entre lágrimas la hermana, que ya ha cumplido cuatro años viviendo en este país. A pesar de las circunstancias, decidió quedarse y ayudar a estas personas cuando más la necesitaban. «No hay tragedia más grande para un pueblo que una guerra», afirma María. «Hoy las noticias sobre la esta guerra se encuentran en todos los canales y medios, pero yo quiero contar aquello que no se cuenta en las noticias, que es el temple con el que los cristianos perseguidos están viviendo esta terrible situación», defiende. Según cuenta la hermana, Tanto al-Asad como su padre, no impusieron la ley islámica como ley civil, sino que han defendido el gobierno laico, lo que ha hecho que Siria haya sido «mal vista» por lo países más fundamentalistas, lo que incluye a los grupos terroristas como es el Estado Islámico. María Guadalupe explica que esta guerra es el resultado de diferentes elementos, «nos encontramos por ejemplo intereses políticos y económicos de las grandes potencias que apoyan y financian a estos terroristas para crear una desestabilidad económica» «Un error es juzgar a estos países de Oriente con mentalidad de Occidente», defiende María que explica que «esta gente ha vivido tranquilamente con una dictadura de muchos años». La misionera afirma que Siria era un país muy tranquilo, y que «de un día para otro» se convirtió en lo que hoy vemos, un país destrozado por la guerra. Los misioneros conocían cual era la situación del país, y estaban al tanto de los pasos que daba el EI, pero «era impensable que los terroristas llegaran a Alepo, nos agarró por sorpresa, no estábamos preparados», explica. «No dejaban entrar ni salir a nada ni nadie, se acabó el gas, incluso se hicieron con los suministros de agua y luz, estuvimos un año alimentándonos de comida enlatada» cuenta la misionera. María Guadalupe defiende que no es una guerra corriente, sino que «son los terroristas contra el pueblo, contra los civiles, el bombardeo  es constante, van tomando los diversos barrios y en el mejor de los casos avisan». Es el ejemplo del barrio cristiano Sheikh Maghsoud, el lugar donde se encuentran los francotiradores puesto que es el lugar más alto de la ciudad y desde él se puede observar todo el centro. «Llegaron a las tres de la madrugada de un viernes santo y avisaron por la Mezquita que habían tomado el barrio y que los cristianos tenían dos horas para abandonarlo». «La peor situación es la de los enfermos que no pueden salir corriendo, y se quedan en su casa esperando la muerte serenamente», cuenta la hermana. «La gente estaba  desesperada durante los primeros años, pero desgraciadamente nos hemos acostumbrado a esta vida», explica.

«Incluso los niños se habitúan a esto, según el sonido de armas sabemos cuando hay que correr o esconderse. Si en Occidente os espantáis con ver fotos, imaginaos lo que es vivirlo durante cuatro años», advierte la misionera. La hermana María Guadalupe defiende la gran fortaleza del pueblo, y asegura que «no se ha cruzado de brazos esperando que pase la guerra», sino que a pesar de haber perdido todo, han descubierto lo más importante, que lo único que siempre queda es Dios».      

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