Javier Martínez Carpintero da su testimonio acerca de cómo su encuentro con Dios mejoró su vida en todos los sentidos. La infancia, adolescencia y juventud de Javier, fueron extremas en vivencias que condicionaron por décadas su bienestar. De aquellos primeros años en Alcalá de Henares, siendo hijo de un obrero en tiempos de Franco, en una familia donde se amaba a los cuatro hijos pero cuyos padres -con escasas habilidades para formarlos, escucharlos, protegerlos-, no lograron conocer siquiera todo aquello que padecía Javier. Sus mejores recuerdos de la infancia van asociados a los momentos en que dibujaba, cuando podía abstraerse de todo, en un mundo ideal que él controlaba. También atesora las horas en las que hacía de monaguillo. Aquellos reflejos positivos y protectores quedaron anclados en la memoria emocional de Javier, fusionados con la imagen de su abuela María enseñándole de pequeño la conocida oración: “Jesusito de mi vida». Cuando los demonios tomaron forma, agrediéndolo, Javier se quedó sólo en sus miedos que luego derivaron en una rebeldía autodestructiva que arrastró durante décadas. Todo se quiebra a los doce años de edad, cuando el matón del barrio arrasa con su inocencia iniciando un abuso sexual que duraría casi tres años. “Era una persona violenta, agresiva, que ya tenía antecedentes penales y controlaba a todos los chicos del barrio…”. Obedecías o te exponías a ser robado, agredido, insultado de forma permanente por toda su camarilla, recuerda Javier. “Fui abusado sexualmente de dos a tres años… como que yo era su perrito. Suyo ¿no?…” El miedo al matón, a su camarilla, a la burla, a lo que podrían decir sus padres acabó por someterlo. El sólo pensar en denunciarlo le provocaba tal miedo que decidió… “mejor me quedo calladito, aguanto lo que sea, pero sobrevivo”. Después de las primeras situaciones de abuso y quizás como una reacción a ellas tuvo su primera borrachera. Luego con los años vendrían muchas más, junto con el consumo de drogas, actos delictivos, viviendo al límite de la resistencia física y psicológica. “Y bueno -agrega Javier-, después de tanto tiempo practicando esta serie de actividades, por llamarlas de alguna manera, pues bueno, se crea un pozo (vacío) dentro de mí, claro. Entonces a partir de los 16 años, cuando escapo de ahí, del barrio, a Madrid capital, esto lo utilizo. Yo a mí mismo me utilizo como mercancía, me vendo». Coincidía su escape con la transformación social en España, la ‘apertura’ cultural, la búsqueda de ‘modernismo’, la alegría efímera y comercial de la ‘movida madrileña’. Javier, que sentía no encajaba en ningún sitio, vivió este tiempo como una posibilidad de experimentar. “O sea, vi la libertad y me desenfrené”, aclara. “Había probado muchas cosas, pero finalmente fui con un grupo de personas que yo consideraba del nivel en el que yo quería estar ¿no? Un ambiente que en aquella época todavía estaba muy mal visto, ambiente gay… discotecas, fiestas. Me relacionaba generalmente con personas mucho mayores que yo entre los cuales pues podía haber pintores, escritores, doctores…”, explica Javier. Mientras trabajaba de camarero en un bar, un cliente que ya era casi amigo del lugar le invitó a un encuentro de la Renovación Carismática. “A Dios yo nunca lo había desechado –aclara Javier-, siempre ha estado dentro de mí… es cierto que había vivido al margen haciendo mi propia vida, mi propio camino, lo que yo quisiera conmigo porque para mí era mucho más cómodo ¿no?, a que Dios estuviera ahí”. El encuentro le puso ante sus verdades, pero el alma permanecía atrapada, tras una puerta que se abrió a medias. Dios, sin embargo, continuaría llamando, dice Javier, aunque él buscase enfrentar a solas “el sentirme una cosa rara, el sentirme feo, estúpido, malo, alguien que no sabía por qué estaba en este mundo ni para qué”. Tomaba y dejaba por temporadas medicamentos y la orientación de profesionales en salud mental, intentando sobrellevar su depresión. Pero no lograba paz y los ciclos de angustia se repetían, como también los viejos hábitos que ya cada vez le satisfacían menos. Un noche, enn la Plaza de los Santos Niños Mártires en Alcalá de Henares, Javier explica que «la plaza estaba llena de gente, mucho colorido, había un sacerdote muy especial (en la actualidad es mi director espiritual) a quien me acerco y le hablo de tantas experiencias en mi vida… ¡Pues resulta que me acoge de una manera tan natural, percibo tanto cariño!… algo que no había sentido nunca en todas mis búsquedas, en todos los sitios que había conocido. Es un amor diferente. No me juzga, no me condena, es un amor que no me está señalando con el dedo diciéndome tú eres malo, tú no sirves. No, al contrario, es un amor receptivo… Y hablando, hablando, hablando, me pregunta si quiero poner una vela en el Santísimo». Aquél momento marcó de tal forma a Javier que hoy considera haber comenzado realmente la vida que siempre anheló. Han pasado tres años desde entonces, “En ese momento Dios hizo un milagro, grandes cosas en mí que por mí mismo nunca había logrado, por eso digo que es un milagro. Lo que forma Dios es el deseo de cambio, un reconocimiento de que mi vida no era buena porque me llevaba a la muerte segura. Todas las cosas que haya tenido, que en principio creía me estaban aportando felicidad, lo que me estaban aportando era prisión, cárcel, muerte, sufrimiento, muchas lágrimas”. Portaluz
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enhorabuena hay qué reconocer que nuestra vida NO ES BUENA cuando yo vivo en pecado Y HAY QUE CAMBIAR ése es el camino correcto Dios nos ayude a todos a hacer lo correcto
Enhorabuena Javier.Todos somos capaces de los mayores errores y horrores.
Dios ya cuenta con eso.
No he leído el testimonio de Javier, pero aporto el mío.
Yo también fui víctima de abusos sexuales, no por parte de ningún miembro de la Iglesia pero sí por parte de un falso justo, un vecino, que se presentaba como dechado de todas las virtudes existentes . También a los 12 años.
Y como él, a partir de entonces mi vida se echó a perder. Tengo muy claro que el culpable fue única y exclusivamente el que abusó de mí y su nombre es Verdugo.
Nada tiene que ver la Víctima con el verdugo. Absolutamente nada. Son dos mundos completamente opuestos.
No voy a entrar en el calvario que viví a partir de entonces, ni de lo que sentí. Quien esté realmente interesado en ello, puede, por fin hoy en día, documentarse. Pero antes y digo hace 33 años, no.
En cuanto al papel que ha jugado la Iglesia en esta materia, ha sido y aún hoy es muy tibio. Lo cual le ha traído consecuencias nefastas, de las que aún no está recuperada.
Por ahí, a la Iglesia le ha llegado mucho Mal. Porque se ha deslegitimado para combatir otros muchos Males: el aborto, la homosexualidad, el relativismo moral, etc, y por supuesto su papel de intermediaria para la salvación de las almas, de todas, porque no os creías que los que no los habéis sufrido estáis libres de vuestras culpas.
Esto es algo que todos sabemos y de lo que aún poco o muy poco se ha hablado. Y es muy grave, si se ve con un poco de perspectiva histórica. Porque de esos polvos han venido estos lodos.
En cuanto a mí, empecé entonces una lucha a brazo partido por derrotar el Demonio que me metió ese mal nacido. Y otros más recientes frutos podridos de un intento de asesinato y de una posterior violación.
Lucha que por fin ha terminado 33 años después, este Año de Gracia de 2015 en que por fin me he reintegrado a la Iglesia en plenitud.
Y todo gracias a Dios, el Espíritu Santo, Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Bienaventurada Virgen María y mi esfuerzo titánico que consistió en hacer literalmente lo que Él dijo y sigue diciéndoos a todos: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la vida por Mí y el Evangelio, ése la salvará». Mc 8, 34.
Así hice: escapé de mi ciudad y me refugié en un pueblo en la montaña. A los 7 días, me adentré por una vereda en la montaña, plenamente consciente de que ese era mi fin: salía vivo o muerto, pero nunca igual. Blanco o negro. Y fue blanco. Y creedme, que a pesar del valor que demostré, fue una proeza, yo no soy el Héroe de esta historia, a pesar de toda mi lucha de 33 años.
No.
Y todo porque como seguía confiando en Él, hablé de Él, con mi testimonio, a una persona que hace 15 años me dio la mano para salir adelante – literalmente, me dio la mano, como se cumplen literalmente las promesas de Nuestro Salvador y Redentor -: la mujer del que me intentó asesinar.
Y es que como Dijo el Señor: «Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por sus amigos». Jn 15, 13.
Sí, a los 33 años de producirse aquellos hechos, he acabado convirtiéndome al Sagrado Corazón de Jesús, por medio de la Gracia.
Finalmente, quiero añadir que JAMÁS perdí la Fe en el Señor, todo lo contrario: aumentó hasta culminar en una historia de Conversión Real y Testimoniada a Ministros de Nuestra Iglesia.
Pero he de decir, que mi Salvador fue Mi Señor Jesucristo, del que ya nada ni nadie me separarán JAMÁS. Mi Corazón es Su Corazón.
Y ahora me dirijo a los que estéis pasando por una situación similar: si sois víctimas, la Palabra del Señor es la mejor Cura para vuestras heridas. Y sí, la palabra y el cuerpo y sangre de Cristo se reciben en la Eucaristía. Y el Sacramento de la Confesión, por mucho que duela.
Con la ayuda indispensable de nuestra Madre La Virgen María a través del rezo del Rosario y no os imagináis de qué otros modos, por que Nuestra Virgen Santísima es en verdad Admirable. Para decirlo en palabras corrientes, es que TE MARAVILLAS CON LO QUE ES CAPAZ DE HACER POR CADA UNO DE NOSOTROS.
Dedicaos exclusivamente a ello, a vuestra sanación. Ni psicólogos, psiquiatras, ni brujos como los monitores de yoga, taichi o lo que sea. Y si lo digo es porque he probado todos esos falsos remedios y por ahí vino mi perdición final.
Por tanto, Confiad plenamente en Él: sólo Él cura con ayuda de su Santa Madre la Virgen María y a través de los Ministros de Nuestra Iglesia. Escoged al que sea, con el que os sintáis más cómodos, como vosotros queráis. Yo estuve 2 años haciendo confesiones diarias y meditando y hablando la Palabra del Señor con dos amigos mayores. De los demás, me olvidé.
En cuanto a los verdugos, sólo hay Perdón si hay previo Arrepentimiento, Acto de Contricción, Confesión y Penitencia. Sí, Penitencia y mucha Penitencia, hasta el final. Y si no la hacéis en esta vida, en la otra…Dios dirá.