San Pío X

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SAN PIO X

San Pío X fue el CCLVII Papa de la Iglesia Católica, vivió con gran sencillez y luchó intensamente por establecer una correcta doctrina dentro de la Iglesia.

San Pío X nació el 2 de junio de 1835 con el nombre de José Melchor Sarto, en la aldea véneta de Riese (cercana a Treviso). Fue el hijo de Juan Bautista Sarto, un sencillo recadero del ayuntamiento de Riese, y de su mujer Margarita Sanson, una humilde costurera. La familia de los Sarto era una familia devota y honrada, y el joven José vivió siempre en ese ambiente sano y católico, a pesar de la modestia de sus posesiones.

José Sarto realizó sus estudios en la escuela del pueblo, pero el P. Tito Fusarini, párroco de Riesle, impartía clases de latín a «Beppi» desde pequeño, de quien llegó a decir que era «el alma noble de este país». Debido a su habilidad en los estudios, se recomendó a la familia Sarto que enviaran a su hijo al Liceo Classico de Castelfranco Véneto, a siete kilómetros de Riesle.

Con quince años de edad, el joven José Sarto decidió entrar al seminario, ilusión que tenía desde pequeño. El obispo de Treviso le realizó la tonsura, y le concede una beca para ingresar en el seminario de Padua, a instancias del P. Tito Fusarini. Su tiempo en el seminario de Padua fue realmente ejemplar, en el archivo donde aún se conservan las notas de cada uno de los seminaristas, se encuentra una pequeña anotación en el expediente del joven José Sarto: «Discípulo irreprochable; inteligencia superior; memoria excelente; ofrece toda esperanza

El 18 de septiembre de 1858, tras una dispensa papal por su corta edad (tenía veintitrés años), fue ordenado sacerdote en Castelfranco Véneto por el obispo de Treviso. Inmediatamente después de su ordenación, fue enviado al pueblo de Tombolo, hasta el año 1867, en que comenzó su labor como arcipreste de Salzano y canónigo de la catedral de Treviso.  El P. José Sarto era un hombre que ciertamente arrastraba con su ejemplo de modestia y vida cristiana, es por ello que con cuarenta y cuatro años de edad, fue nombrado director espiritual del seminario.

Cinco años más tarde, el P. José fue consagrado obispo de Mantua, una diócesis problemática. Poco tiempo después, en 1893, Monseñor Sarto fue elevado al rango de cardenal por el Papa León XIII, tras lo cual le fue encomendado el patriarcado de Venecia. En un obispado que hacía alarde de su pompa y su riqueza, el nuevo patriarca transformó la sede en un sitio de sencillez y modestia, creando un gran revuelo entre los venecianos, pero también despertando la admiración del pueblo más sencillo.

El 4 de agosto de 1903, tras la muerte de León XIII, el cardenal Sarto fue electo Papa de la Iglesia Católica con el nombre de Pío X. Como pontífice, se le recuerda como un gran reformador. Su papado se desarrolló en medio de la turbulencia provocada por los cambios del mundo moderno, por lo que se vio obligado a fortalecer la doctrina eclesial sobre varios puntos, sobre todo sociales y filosóficos, para guiar a los católicos en medio de la tormenta.

Su lema de «Instaurar Todas las Cosas en Cristo» fue el faro bajo el cual escribió sus encíclicas, condenando enérgicamente las deformaciones de la verdad que surgían en su época, como el modernismo, el cual creía que afectaba a los católicos de manera especialmente dañina. También introdujo grandes cambios litúrgicos que aumentaron la participación de los fieles laicos en la Santa Misa, como la restauración de la música sacra.

Su afán por formar a la gente para combatir las herejías de su época, le llevaron a promover el estudio del Catecismo, el acceso de los niños a la Eucaristía, así como la Comunión frecuente. También ordenó la realización del Código de Derecho Canónico, para así unificar y organizar la legislación eclesiástica en sus múltiples campos de acción. El Papa Pío X, también introdujo reformas políticas, como la eliminación del veto que ciertos Estados tenían hacia la elección papal por privilegio histórico, rompió el concordato con la República Francesa, y permitió la participación de los católicos italianos en la política de su país (acto condenado por Pío IX).

Todas estas grandes reformas, fueron parte de su proyecto de «cristianizar» la Iglesia, de «Instaurar Todas las Cosas en Cristo«, como decía su lema pontifical.

El Papa Pío X realizó grandes esfuerzos para intentar evitar la Primera Guerra Mundial, contra la cual predicó sendas palabras y puso un fuerte operativo diplomático. La barbarie de esa guerra era vista como una consecuencia más del modernismo herético, del cual habían derivado los nacionalismos modernos. «No odiéis ni traicionéis la ley del amor y la caridad», son unas de sus palabras más recordadas al predicar contra la guerra. Se cuenta que tras enterarse del estallido, el Santo Padre lloró por no haber podido evitar la barbarie. «Esta será la última aflicción que me mande el Señor. Con gusto daría mi vida para salvar a mis pobres hijos de esta terrible calamidad», dijo tras comenzar la guerra, poco antes de morir.

Su muerte se produjo en Roma el 20 de agosto de 1914. En su epitafio se escribió: «su tiara estaba formada por tres coronas: pobreza, humildad y bondad». Fue beatificado en 1951 por el Papa Pío XII, y canonizado por el mismo tres años más tarde.

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Comentarios
15 comentarios en “San Pío X
  1. Al redactor se le ha olvidado mencionar que el padre de Giusseppe Sarto era un emigrante polaco llamado Jan Krawiec, que se italianizó el nombre a Giovanni y se cambió el apellido a Sarto. ¿Por qué será?

  2. La separacion Iglesia Estado tambien la condena como herejia modernista producto del naturalismo. Como la verdad va evolucionando, ahora la verdad es otra. Se empeñan en demostrar falsamente que Pio IX se contradecía con Leon XIII y San Pio X para así justificar la contradicción entre los papas de ahora que hacen lo condenado por los Papas de antes. Tecnica frecuente. El magisterio ordinario que se sucede en el tiempo es infalible, por lo tanto otro magisterio ordinario que lo contradice no puede ser tambien infalible sino erroneo. Los dogmas de fe no son las unicas verdades infalibles, hay otras verdades igualmente infalibles. El Estado sin confesion provoca la apostasía de la sociedad, por lo tanto no se equivocó San Pio X.

  3. ¿Y qué decir de la tramposa afirmación de que Pío X rompió el concordato con Francia? En realidad fue la impía República francesa la que primero lo rompió. San Pío X reaccionó condenando la separación entre Iglesia y Estado en la encíclica Vehementer nos, como después condenó la ideología democrática en la encíclica Notre charge apostolique.

  4. También capciosa la referencia a sus «grandes reformas litúrgicas», hecha sin duda con intención de compararlas con la revolución litúrgica del Vaticano II. Cierto que San Pío X introdujo reformas accidentales en el rito romano y reformó el breviario, en continuidad con el crecimiento orgánico de siglos de tradición. Nada que ver con la insensata revolución y fabricación de nuevos ritos para la misa y todos los sacramentos, obra del post Vaticano II que todavía sufrimos.

  5. En fin, una semblanza edulcorada y tramposa del gran pontífice, hecha para ponerlo en línea con los papas del Vaticano II. Me recuerda la edición que en los años 70 del pasado siglo hizo de sus escritos doctrinales alguna editorial del Opus, quizá Rialp o Palabra. Ya entonces expurgaron aquella edición de enciclicas molestas para la Iglesia y el Opus del posconcilio, como las citadas Vehementer nos contra la separación entre Iglesia y Estado y Notre charge apostolique contra la ideología democrática.

  6. Lo mejor de la semblanza es la fotografía con que se ilustra. Muestra de serena gravedad. De nuevo, nada que ver con las sonrisas inexplicables (¿de qué se ríen los papas de la hecatombe posconciliar?), y hasta muecas, a que por desgracia nos tienen hoy acostumbrados.

    1. Coincido. Y no sólo eso. Obsérvese las ilustraciones de Nuestro Señor en los libros de catequesis o en carteles parroquiales para anunciar algún evento. Parecen de un sujeto alienado de la realidad, viviendo en un mundo de pajaritos, florcitas y otras estupideces.

  7. Pero en los años 70 del pasado siglo, aunque ya se ocultaban enciclicas como Vehementer nos y Notre charge apostolique, por lo menos el Opus del posconcilio todavía se atrevía a publicar los textos fundamentales contra el modernismo: la encíclica Pascendi y el decreto Lamentabili. Entonces los leí en aquella edición y ya entonces me impresionó su absoluta actualidad en los tiempos del posconcilio ¡qué decir hoy, después de Asís y todo lo demás!

  8. ¿Grandes cambios litúrgicos? Nunca antes de la revolución litúrgica del posconcilio Vaticano II se introdujeron por ningún papa «grandes cambio litúrgicos». Muchos en cambio dejaron su huella en el crecimiento orgánico del rito romano, con la introducción gradual de pequeños cambios accidentales: nuevas oraciones y fiestas etc., supresión de algunas, hasta Juan XXIII inclusive con el misal de 1962, la última de las reformas litúrgicas. Después vino la revolución.

    1. En realidad, el Papa Pio X ya recogió las tesis de anteriores papas que condenaron el liberalismo, entre los que se encuentran Gregorio XVI con su Mira vos y el Syllabus de Pio IX. En España algunas tendencias advenedizas en favor del liberalismo por parte de la iglesia y jerarquía ya progresista, dio lugar a la escisión carlista, que entonces era el único partido católico que existía en España en el siglo XIX. Esa escisión que se llamó integrismo, se enfrentó al propio Rey Carlista Don Carlos VII, el cual había manifestado algunas simpatías por el partido de derecha Unión Liberal, llamados los mestizos, fundado por O Donell. El integrismo tuvo su máximo exponente en la persona de Don Felix Sardá y Salvany, y fue famoso por su opúsculo el Liberalismo es pecado, publicado en la Hormiga de Oro de Barcelona, que tanta polémica alcanzó entonces, y cuyas tesis fueron confirmadas por los papas posteriores como Pio X.
      Carlismo Rebelde

  9. ¿Mayor participación de los fieles laicos en la misa gracias a la restauración de la música sacra? Para empezar esa admirable restauración de la música sacramentos tuvo como efecto inmediato la expulsión de las mujeres de los coros parroquiales, como se recuerda por James Joyce en alguno de sus cuentos en «Dublineses», en concreto «Los muertos» si no me equivoco.

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