Dedicación de la basílica de Santa María la Mayor

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Dedicación de la basílica de Santa María, en Roma, construida en el monte Esquilino, que el papa Sixto III ofreció al pueblo de Dios como recuerdo del Concilio de Efeso, en el que la Virgen María fue saludada como Madre de Dios (c. 434).

Una vez que el Concilio de Éfeso, en el año 431, proclamó la maternidad divina de María, el Papa Sixto III erigió en Roma, sobre el monte Esquilino, una basílica dedicada a la Santa Madre de Dios. Recibe también el nombre de Santa María de las Nieves porque el sitio donde había de construirse quedó señalado de modo milagroso con una fuerte nevada en pleno verano.

Es la iglesia más antigua dedicada en Occidente a la Virgen María y uno de los templos más visitados de Roma y de toda la cristiandad.

Fuente: catholic.net

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  1. MARÍA EN LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL DE LA IGLESIA
    Audiencia General, S.S. Juan Pablo II
    Miércoles 17 de noviembre de 1995

    1. Después de haber comentado en las catequesis anteriores la consolidación de la reflexión de la comunidad cristiana desde sus orígenes sobre la figura y el papel de la Virgen en la historia de la salvación, nos detenemos hoy a meditar en la experiencia mariana de la Iglesia.

    El desarrollo de la reflexión mariológica y del culto a la Virgen en el decurso de los siglos ha contribuido a poner cada vez más de relieve la dimensión mariana de la Iglesia. Ciertamente, la Virgen santísima está totalmente referida a Cristo, fundamento de la fe y de la experiencia eclesial, y a él conduce. Por eso, obedeciendo a Jesús, que reservó a su Madre un papel completamente especial en la economía de la salvación, los cristianos han venerado, amado y orado a María de manera particularísima e intensa. Le han atribuido un posición de relieve en la fe y en la piedad, reconociéndola como camino privilegiado hacia Cristo, mediador supremo.

    La dimensión mariana de la Iglesia constituye así un elemento innegable en la experiencia del pueblo cristiano. Esa dimensión se revela en numerosas manifestaciones de la vida de los creyentes, testimoniando el lugar que ha asumido María en su corazón. No se trata de un sentimiento superficial, sino de un vinculo afectivo profundo y consciente arraigado en la fe, que impulsa a los cristianos de ayer y de hoy a recurrir habitualmente a María, para entrar en una comunión mas intima con Cristo.

    2. Después de la plegaria más antigua, formulada en Egipto por las comunidades cristianas del siglo III para suplicar a la Madre de Dios protección en el peligro, se multiplicaron las invocaciones dirigidas a Aquélla que los bautizados consideran muy poderosa en su intercesión ante el Señor.

    Hoy, la plegaria más común es el Ave María, cuya primera parte consta de palabras tomadas del Evangelio (cf. Lc. 1,28,42). Los cristianos aprenden a rezarla en el hogar, ya desde su infancia recibiéndola como un don precioso que es preciso conservar durante toda la vida. Esta misma plegaria, repetida decenas de veces en el rosario, ayuda a muchos fieles a entrar en la contemplación orante de los misterios evangélicos y a permanecer a veces durante mucho tiempo en contacto íntimo con la Madre de Jesús. Ya desde la Edad Media, el Ave María es la oración más común de todos los creyentes, que piden a la santa Madre del Señor que nos acompañe y nos proteja en el camino de su existencia diaria (cf. Marialis cultus, 42-55).

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