El Cardenal Pole, primo de Enrique VIII

|

220px-Cardinal_Reginald_Pole Fragmento de la introducción del libro “El Cardenal Pole: de la política como virtud en tiempos de El Príncipe”, que se publicará en España próximamente, de la mano de la Editorial Unión. La vida de Reginald Pole (1500-1558) se desarrolla durante uno de los momentos cruciales de la historia moderna de Europa y de la Iglesia. Y sin ninguna duda a él le correspondió un papel protagonista. Primo de Enrique VIII, hijo de la Duquesa de Salisbury, gobernadora de la Casa de la Princesa María Tudor, Cardenal de la Iglesia, Legado pontificio y miembro de la Comisión Pontificia para la Reforma de la Iglesia, Legado de su Santidad para la Reunificación de Inglaterra, amigo personal de Tomás Moro, Erasmo, Contarini, Bembo y los grandes humanistas del Renacimiento, candidato al Papado tras la muerte de Paulo III, elección que no ganó por tan solo un voto, así como autor de un importante tratado sobre la unidad de la Iglesia, De Unitate, hoy su nombre permanece perdido en los anaqueles de la Historia.   Desde su nacimiento estuvo predestinado a ocupar los puestos más altos de la Administración del Estado y la Iglesia, y su vida desde su elevación al purpurado estuvo comprometida al servicio de la Iglesia y de su patria, misión que para él supuso enfrentarse al mayor de sus benefactores, el monarca inglés Enrique VIII. Este conflicto determina su vida y trayectoria de tal manera que solo puede interpretarse a la luz de él. Sus primeros años, entregados a su formación, repartidos a partes iguales entre la Cartuja de Sheen, la Universidad de Oxford y Padua, le proporcionaron un conocimiento de la cultura clásica, lengua y pensamiento, de cuyos frutos gozaría el resto de su vida. Formación que fue sufragada por la generosidad de Enrique VIII, posiblemente predestinándole de este modo a las más altas magistraturas del Estado. Este proyecto se quiebra por la pasión desenfrenada de Enrique VIII, que le empujó a protagonizar uno de los mayores escándalos de la Historia. Su amor desordenado por Ana Bolena fue el inicio de una cadena de acontecimientos que concluyeron con la fundación de una nueva realidad eclesial, el Anglicanismo, la separación de millones de fieles de la Iglesia católica y la decapitación progresiva de buena parte de la Corte atendiendo a diversas razones. El papel de Pole en todo esto estuvo marcado por la obediencia antes que a ningún poder terrenal a su propia conciencia. La desgraciadamente célebre cuestión de la nulidad del matrimonio de Catalina de Aragón y Enrique VIII, que marcó el Pontificado de Clemente VII, fue la clave de la separación entre los primos. A Pole le costó el exilio —no retornaría a su patria hasta que lo hiciese como Legado pontificio para la reunificación de Inglaterra con la Iglesia Católica y le situaría en una incómoda posición de alianza con Carlos V. A muchos otros, como Moro o Fisher, les costó la cabeza.   Con esta trayectoria parece casi un enigma que hoy su nombre se haya perdido entre las brumas de la Historia. Quién sabe si fue la controvertida posición que siempre hubo de mantener la que haya acabado condenándole al ostracismo. Católico en Inglaterra, inglés en Roma, siempre bajo la sospecha de pertenecer a los conocidos como spiritualii, murió bajo la sospecha de ser hereje; su vida es casi una concatenación de fracasos. Aunque en vida logró la reconciliación de Inglaterra con la Iglesia Católica, esta fue breve, apenas un lustro, y jamás consiguió que su amado primo abjurase de sus bajas pasiones y arrepentido volviese al seno de la Iglesia-Madre.   Pero en el título del presente volumen se incluye una referencia explícita a un autor que sí ha logrado emerger de las tinieblas de la Historia para dejar su nombre firmemente escrito en la memoria colectiva de la Humanidad: Nicolás Maquiavelo. El florentino ha pasado a la historia como el «inventor» del Estado. El muñidor de una nueva forma política que, sustituyendo a la anterior, conserva todo su vigor y cada día se hace presente en la vida de los que están a él sometidos, ayer súbditos, hoy ciudadanos.   Pues bien, Maquiavelo, cuyos consejos de gobierno se recogen en el celebérrimo El Príncipe, parece que hubiese inspirado con su obra la política de Enrique VIII. No sería difícil convencerse de que el modo en que Enrique VIII condujo la política inglesa e incluso su modo de obrar personal estuviese siguiendo las orientaciones tan claramente expuestas en la obra de Maquiavelo. Y es precisamente de esta tesis de la que da testimonio Reginald Pole. Afirma, como veremos, que el propio Thomas Cromwell es el que le recomienda la lectura del libro y afirma que no hay mejor consejero que este para todo aquel dedicado a los asuntos públicos. Y, como no puede ser de otro modo, nuestro valiente cardenal, tras analizar la obra, ofrece una valoración de ella en su opúsculo Apologia ad Carolum Quintum Caesarem, cuya traducción al castellano es el objeto principal de estas páginas.   El presente volumen se estructura en dos partes: en primer lugar, presumiendo el desconocimiento sobre la figura y obra de Pole, lo presentaremos siguiendo su vida como hilo conductor. Al proceder de acuerdo al criterio cronológico hechos y libros, incluida la Apologia, serán analizados en el contexto de su aparición, contexto histórico y personal. La segunda parte presenta la traducción del latín original de la Apo –logia, en la que ha primado el presentar el texto de una forma sencilla y accesible.    

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles