Celebramos hoy la memoria de santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, que trabajó incansablemente por la paz, para que el Papa regresara a Roma y por la unidad de la Iglesia, dejando espléndidos documentos llenos de doctrina espiritual.
Catalina Benincasa nació en Siena el 25 de marzo de 1347, en una familia digamos que muy numerosa, tenía 23 hermanos. Su padre era tintorero y su madre una enérgica trabajadora.
Con tan sólo 6 años tiene su primera visión y comprende que su misión es entregarse totalmente a Dios, como consagrada. Pero su familia tenía otros planes para ella, y desde que cumplió los 12 años ya la presionaban para olvidara esa idea y fuera pensando en casarse. Se volvió algo más vanidosa y coqueta, pero cuando cumplió los 15 años, la muerte de una hermana le recordó su promesa virginal de la infancia.
Como reacción a la oposición de su familia a que se consagrara a Dios, se cortó el pelo, y se recluyó en su habitación, pasando años de oración y ayuno. Esa soledad unida a la oración la llevaron a ser una gran mística. A los 17 años entró en la Orden Terciaria de los Dominicos, conocidas como las mantellate, que se entregaban a los enfermos y a los pobres.
Los primeros años de mantellata fueron de una actividad espiritual muy intensa, con largos periodos de ayuno en los cuales sólo se alimentaba de la Eucaristía. Su trato con Jesucristo era de una cercanía sin igual y eran frecuentes momentos de éxtasis durante las comuniones.
Catalina tuvo numerosas visiones de Jesucristo, la Virgen, y diversos Santos que le acompañaron toda su vida. En uno de esos momentos místicos le fue revelado que debía abandonar su vida ‘anónima’ y acrecentar su vida ‘pública’. Desde ese momento empezó a escribir cartas a los personajes más poderosos de su tiempo, siendo su objetivo -a través de la abundante correspondencia- el pacificar los diversos territorios de Italia, sometidos en esos años a múltiples turbulencias. También escribía al Papa, que se encontraba en Aviñón.
El año de 1374 la peste asoló toda Europa y Catalina no dejaba de ayudar a los desfavorecidos, enfermos y moribundos. En 1375 recibe los estigmas, heridas de la Pasión de Cristo, pero a diferencia de los estigmas de San Francisco o San Pío, éstos no eran visibles.
En 1376 fue enviada a Aviñón como representante de la República de Florencia, para pacificar la situación con los Estados Pontificios. El Papa Gregorio XI quedó tan impresionado con Catalina, que por fin, decidió volver a Roma dejando Aviñón, algo en lo que ella había insistido durante mucho tiempo. Su amor a la Iglesia estuvo presente en su vida de forma muy intensa.
Una vez muerto Gregorio XI, le sucedió Urbano VI, y bajo este pontificado llegaría en 1380 el Cisma de Occidente. Ella apoyó al Papa Urbano VI y se fue a vivir a Roma donde murió en 1384, a los 33 años de edad, ofreciendo su cuerpo en holocausto por la Iglesia. Fue enterrada en la iglesia romana de Santa María Sopra Minerva, y su cabeza fue enviada a Siena, donde se venera hoy en día.
Son numerosos los escritos de esta maravillosa santa, entre ellos encontramos ‘El Diálogo de la divina providencia’, obra que contiene diversos tratados de esta gran mística, y que hicieron que en 1970, Pablo VI le nombrara Doctora de la Iglesia. Es patrona de Italia junto a San Francisco de Asís.
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En esta fiesta de Santa Calamina de Siena, le pido a la Patrona de Europa que interceda por nosotros
ante la Santísima Trinidad, a fin de que aumente nuestro amor al Romano Pontífice —dulce Cristo en la
tierra— y cada día seamos mejores hijos fieles de la Iglesia.
Guarde y conserve a nuestro Papa Francisco muchos años como Pastor y fundamento visible de la Unidad
de todo el pueblo cristiano.