San Millán de la Cogolla

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Fue monje en el siglo VI. La vida de este santo español nos la cuenta otro monje, Braulio, que después sería obispo de Zaragoza. Fue un apóstol entre la gente del campo, de donde él provenía. Su caridad era tan grande que se quedaba sin comer con tal de ver feliz al pobre.   San Millán es uno de los confesores hispanos más celebrados de la España visigoda. Debe la extensión de su fama a la Vita Sancti Emiliani escrita por el obispo San Braulio de Zaragoza y más tardiamente a la Historia del Señor San Millán de Gonzalo de Berceo. Su fama también lo hizo tener una presencia en la iconografía, imaginería popular, leyendas, apariciones en batallas libradas contra los moros. Todo esto produjo un oscurecimiento de la verdadera figura de San Millán, monje pobre, eremita y santo. Millán es hijo de pastores y pastor él mismo desde su niñez. Siendo joven se hace discípulo del ermitaño Félix, llevando vida solitaria y penitente en la provincia de la Rioja, en la montaña de Bilibio, cerca de Haro. Habiendo aprendido el tenor de vida eremítico, vuelve a su pueblo para internarse en los montes Distercios. Pasa allí cuarenta y cuatro años. Según Gonzalo de Berceo, «confesor tan precioso no nació en España. De la soledad es llamado por su obispo Dídimo de Tarazona al presbiterado, asumiendo prontamente la parroquia de Santa Eulalia en su pueblo natal Berceo. El paso por la parroquia resultó en un estruendoso fracaso. Fue acusado de malversación del dinero parroquial por sus hermanos sacerdotes y reprendido por el obispo. Finalmente decide volver a su soledad. Se retira al valle de Suso o de arriba, cercano a su pueblo, donde trascurre la última etapa de su vida. En torno al santo va formándose una comunidad de hermanos y hermanas que formarán después de la muerte de San Millán el gran monasterio de San Millán de la Cogolla [Logroño]. Ya en vida, San Millán es visitado, consultado y venerado. Salió al parecer muy poco de su eremitorio. La última salida que hace es para anunciar la destrucción de algunas ciudades de Cantabria. Un poco después muere con más de cien años. Sus restos fueron venerados durante mucho tiempo en el mismo lugar de su ermita. En el 1076 sus restos son trasladados a la nueva Iglesia de Yuso o de abajo. Los restos de San Millán reposaron allí durante más de setecientos años, donde desde 1809, peregrinan por las vicisitudes de las invasiones francesas, la desamortización de Mendizabal, la República española etc. En 1943 sus restos vuelven al monasterio donde sigue siendo venerado y recibe continuamente los pedidos de intercesión del Pueblo de Dios. La fiesta de San Millán se ha celebrado ininterrumpidamente desde la época visigoda, el 12 de noviembre, aniversario de su muerte. Fuente  

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