San Lucas 9,57-62.
Mientras Jesús y sus discípulos iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
Cómo va a enterrar un muerto a otro muerto?
¡¡Pues sí que les cuesta lo de moderar!!; igual se encurrujan
EL MIEDO ES MALO, AÚN EN LOS PERIÓDICOS DIGITALES:
Respondiendo a kakak@
Toda la vida me ha parecido ese corto texto del Evangelio demasiado exigente. Sé que el Evangelio es muy exigente pero este trozo era para mí exageradamente exigente. Y me veo en todas mis edades … y sin comprenderlo nunca. Me preguntaba cómo podía el Señor pedirle a alguien que se olvidase de enterrar a su padre y me creaba una desazón tremenda porque siempre he tenido mucho cariño a mi familia, y ¿cómo los había de abandonar en semejante momento? Me resultaba incomprensible.
Sin embargo hace bien poco comprendí su verdadero significado y no es que sea difícil de comprender y llevar a cabo, no, lo que pasa es que a veces estamos cerrados a cualquier explicación, incluso aunque alguien se desviva por querértelo aclarar, pues ni en ese caso te enteras.
El verdadero valor de cuanto nos rodea, incluyendo a las personas que tanto amamos, está siempre en relación al amor que Dios nos tiene y en nuestra correspondencia. Hay que huir de cegarse entre cosas y detalles y hasta afectos, que nos impiden acabar de desplegar las alas y volar. Cada recuerdo y cosa que conservo y guardo en exceso en el corazón parece que me impide vivir el Reino; es como si sirviese al amo equivocado. Aunque sea un libro o una carta o una fotografía o la obsesión de tenerlo todo ordenado y limpio o seguir engordando la cartilla o esa necesidad de que las cosas no cambien nunca y sigan siempre igual. La vida es cambio y es verdad que hay que hacer muchas cosas siempre y que son las que solemos, pero sin servirlas a ellas. Eso lo siento cada vez más fuerte: No hay que recrearse en nigún entierro, porque el Reino está allí enfrente y todo lo demás son muertos y no estamos muertos ni queremos estarlo.
De esto nos habla C. S. Lewis en el «Gran divorcio» donde vemos cómo nos cuesta subir voluntariamente a ese autobús que nos lleva a pasar un día en el Cielo ¡es que hemos de abandonar por un día nuestras casas y costumbres! El colmo es llegar allí y volverte al Purgatorio de tu mezquina vida y seguir aposentado en tantas manías y obsesiones. Está muy bien esta reflexión y lo podéis encontrar en Rialp.
Al final ves, gracias a Dios, que hemos de hacer lo que debemos y sin excesivos apegos a nada, porque no queremos tener muertos que ir enterrando sino Voluntad Divina que cumplir. Y aquí vuelve la respiración y las alas se agitan y la alegría invade el alma.