El Padre Amorth atraviesa un difícil momento de salud, por eso hemos querido recordar esta entrevista que concedió hace ya 10 años.
Esta entrevista fue concedida por el P. Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, a la revista 30Giorni en junio de 2004 y a pesar del tiempo transcurrido conserva toda su actualidad… La traemos hoy a colación como recuerdo al sacerdote, que atraviesa un difícil momento de salud.
Padre Amorth, por fin está lista la traducción italiana del nuevo Ritual para los exorcistas.
Sí, está lista. El año pasado la CEI (Conferencia Episcopal Italiana) se negó a aprobarla porque había errores de traducción del latín al italiano. Y los exorcistas, que tenemos que utilizarla, aprovechamos para señalar, una vez más, que no estamos de acuerdo con muchos puntos del nuevo Ritual. El texto latino sigue siendo el mismo en esta traducción. Un Ritual tan esperado, al final, se ha transformado en una farsa. Un increíble obstáculo que podría impedirnos actuar contra el demonio.
Es una dura acusación. ¿A qué se refiere? Le doy sólo dos ejemplos, ambos increíbles. En el punto 15 se habla de los maleficios y de cómo comportarse al enfrentarlos. El maleficio es un mal causado a una persona recurriendo al diablo. Se puede hacer de varias formas, como hechizos, maldiciones, mal de ojo, vudú, macumba. El Ritual romano antiguo explicaba cómo había que afrontar esto. El nuevo Ritual, en cambio, declara, categóricamente, que está totalmente prohibido hacer exorcismos en estos casos. Absurdo. Los maleficios son, por mucho, la causa más frecuente de posesiones y de males causados por el demonio, por lo menos el 90% de los casos.
Esto es como decirles a los exorcistas que dejen de llevar a cabo exorcismos. El punto 16 declara, solemnemente, que no se deben de hacer exorcismos si no se tiene la certeza de la presencia del diablo. Esto es una obra maestra de incompetencia: la certeza de que el diablo está presente en una persona, se tiene sólo haciendo el exorcismo. Más aún, los redactores del Ritual no se dieron cuenta de que, en ambos puntos, contradicen el Catecismo de la Iglesia Católica, que indica que hay que hacer exorcismos, tanto en el caso de posesiones diabólicas, como en los casos de males causados por el demonio. Y dice, además, que hay que hacerlo tanto, sobre las personas, como sobre las cosas. Y en las cosas nunca está presente el demonio, sólo su influencia. Las declaraciones contenidas en el nuevo Ritual son gravísimas y muy perjudiciales, fruto de la ignorancia e inexperiencia.
¿Pero no lo habían preparado los expertos?
¡En absoluto! En estos diez años, dos comisiones han trabajado en el Ritual: una compuesta por cardenales, que se ocupó de la Prenotanda, es decir, las disposiciones iniciales, y otra que se ocupó de las oraciones. Yo puedo afirmar, con certeza, que ninguno de los miembros de las dos comisiones ha hecho nunca un exorcismo, ni ha estado presente en exorcismos, ni tiene la menor idea de qué es un exorcismo. Este es el error, el pecado original, de este Ritual. Ninguno de los que colaboraron en él es un experto en exorcismos.
No me lo pregunte a mí. Durante el Concilio Ecuménico Vaticano II, en todas las comisiones había un grupo de expertos que ayudaban a los obispos. Esta costumbre se ha mantenido después del Concilio, cada vez que se han modificado partes del Ritual. Pero no fue así en este caso. Y si había un tema en el que eran necesarios los expertos, era éste.
¿Y qué es lo que ha pasado?
Pues que los exorcistas nunca fuimos consultados. Y, además, las comisiones han recibido con desdén las sugerencias que hemos dado. Todo este asunto es perverso. ¿Quiere que le cuente lo que pasó?
Por supuesto.
Como había pedido el Concilio Vaticano II, las diferentes partes del Ritual romano fueron, paulatinamente, revisadas y modificadas. Los exorcistas esperábamos que se tocara el título XII, es decir, el Ritual del Exorcismo. Pero, aparentemente, éste no se consideraba un tema relevante, dado que transcurrieron los años y no pasaba nada. Luego, de repente, el 4 de junio de 1990, se publicó el Ritual provisional, de prueba. Esto fue una verdadera sorpresa para nosotros, ya que no habíamos sido consultados antes. Y, sin embargo, habíamos preparado toda una serie de solicitudes, en vista de la revisión del Ritual. Entre otras cosas, pedíamos que las oraciones se modificaran, introduciendo invocaciones a la Virgen, las cuales no existían, y que se aumentaran el número de oraciones específicamente dirigidas al exorcismo en sí. Pero no se dio la oportunidad de hacer ningún tipo de contribución. Sin embargo, no nos dimos por vencidos: después de todo, era por nosotros, que el texto se había redactado. Y ya que en la carta de presentación del entonces Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el Cardenal Eduardo Martínez Somalo, les pedía a las conferencias episcopales que le hicieran llegar, durante los dos años siguientes: «consejos y sugerencias de los sacerdotes que lo habrían de utilizar», nos pusimos a trabajar. Reuní a dieciocho exorcistas, elegidos de entre los más expertos del planeta. Examinamos, con gran atención, el texto. Lo utilizamos.
Inmediatamente, elogiamos la primera parte, en la que se resumían los fundamentos evangélicos del exorcismo. Esta parte es el aspecto bíblico-teológico del tema, sobre el que no era aparente, incompetencia alguna. Es una nueva sección, que no se encontraba en el Ritual de 1614, compuesto bajo el pontificado de Pablo V: además, en aquella época, no era necesario recordar estos principios, ya que todo el mundo los conocía y aceptaba. Hoy, en cambio, es indispensable.
Pero cuando pasamos a examinar la parte práctica, que exige un conocimiento especifico del tema, advertimos la total inexperiencia de los redactores. Hicimos numerosas observaciones, artículo por artículo, y se las hicimos llegar a todas las partes interesadas: Congregación para el Culto Divino, Congregación para la Doctrina de la Fe, y las conferencias episcopales. Una copia fue entregada directamente al Papa.
¿Cómo fueron recibidas sus observaciones?
Muy mal, y no consiguieron nada. Nos habíamos inspirado en la constitución dogmática Lumen Gentium, en la que la Iglesia es descrita como el «Pueblo de Dios». En el número 28, se habla de la colaboración de los sacerdotes con los obispos, y en el número 37, se dice, con claridad, incluso refiriéndose a los laicos, que «debido al conocimiento, competencia y preeminencia que poseen, tienen la facultad, más aún, a veces el deber, de exponer su opinión acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia». Esto es exactamente lo que hicimos. Pero fuimos demasiado ingenuos, al pensar que las disposiciones del Vaticano II habían llegado a las Congregaciones Romanas. En cambio, chocamos con un muro de rechazo y de escarnio. El Secretario de la Congregación para el Culto Divino presentó un informe, a la Comisión de Cardenales, en la que decía que aquellos que lo habían contactado, eran obispos, y no los sacerdotes y exorcistas. Y respecto a nuestro humilde intento de ofrecer ayuda como expertos, añadía, textualmente: «También se debe de notar el hecho de que un grupo de exorcistas y demonólogos, los cuales, posteriormente, crearon una Asociación internacional, estaban orquestando una campaña contra el rito». Una acusación indecente: ¡nosotros nunca hemos orquestado una campaña! El Ritual iba dirigido a nosotros, y, sin embargo, las comisiones no habían convocado a ninguna persona competente. Por esto, era más que lógico que tratáramos de dar nuestra opinión.
Entonces, ¿quiere decir que el nuevo ritual es inutilizable en la lucha contra el Demonio?
Sí. Querían darnos un arma sin filo. Se han eliminado las oraciones eficaces, oraciones que tenían doce siglos de existencia fueron substituidas por nuevas oraciones ineficaces. Pero, por suerte, en el último momento, nos dieron un salvavidas.
¿Cuál?
El nuevo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el Cardenal Jorge Medina, añadió una Notificación, al Ritual, en la que se especifica que los exorcistas no están obligados a usar este Ritual, y que, si así lo desean, pueden pedir la autorización de sus obispos, para seguir usando el antiguo Ritual. Los obispos, a su vez, deben pedir autorización a la Congregación, la cual, como escribe el Cardenal, «la concede gustosamente».
¿La concede gustosamente? Esa es una concesión muy rara.
¿Quiere saber de dónde proviene? De un intento del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y del propio Cardenal Medina, para introducir, en el Ritual, un artículo -entonces era el artículo 38- por el que se autorizaba a los exorcistas a usar el Ritual anterior. Indudablemente, era una maniobra extrema para defendernos de los grandes errores contenidos en el Ritual definitivo.
Pero el intento de los dos cardenales no tuvo éxito. El Cardenal Medina, que había comprendido lo que estaba en riesgo, decidió darnos esta tabla de salvación, añadiendo una Notificación por separado.
¿Cómo son visto ustedes, los exorcistas, dentro de la Iglesia?
Somos muy mal tratados. Nuestros hermanos sacerdotes, a cargo de esta delicadísima tarea, son vistos como locos, como fanáticos. Por lo general, ni siquiera son tolerados por los mismos obispos que los nombraron.
¿Cuál ha sido el hecho más llamativo de esta hostilidad?
Celebramos un congreso internacional de exorcistas, cerca de Roma, y pedimos que el Papa nos recibiera. Para no presionarlo, y evitar añadir otra audiencia a las muchas que ya tiene, simplemente, pedimos que se nos recibiera en audiencia pública, la del miércoles en la Plaza de San Pedro. Ni siquiera pedimos que nos nombrara en sus saludos personales. Hicimos la petición, en la manera en que lo ordenan los cánones, como recordará, perfectamente, Monseñor Paolo De Nicolo, de la Prefectura de la Casa Pontificia, quien recibió de buena gana nuestra petición. Sin embargo, el día antes de la audiencia, el propio Monseñor De Nicolo nos dijo -con pena, esa es la verdad, por lo que estaba claro que la decisión no la había tomado él- que no asistiéramos a la audiencia, y que no habíamos sido admitidos. ¡Increíble!: ¡150 exorcistas procedentes de los cinco continentes, sacerdotes nombrados por sus obispos de conformidad con las normas del derecho canónico, que exigen sacerdotes de oración, de ciencia y de buena reputación -es decir, de alguna forma, la flor y nata del clero, sacerdotes que piden participar en una audiencia pública del Papa y se les echa a patadas!. Monseñor De Nicolo me dijo: «Le prometo que, inmediatamente, le enviaré una carta explicando la situación». Han pasado cinco años y, todavía, estoy esperando esa carta. Desde luego, no fue Juan Pablo II quien nos excluyó. Pero el hecho de que a 150 sacerdotes se les prohiba participar en una audiencia pública del Papa en la Plaza de San Pedro, explica la clase de obstáculos a los que se enfrentan los exorcistas, aun dentro de su propia Iglesia, y hasta qué punto, son mal vistos por un gran número de autoridades eclesiásticas.
Usted combate diariamente con el Demonio. ¿Cuál es el mayor éxito de Satanás?
Que consigue hacer creer que no existe. Y casi lo ha conseguido. Incluso dentro de la Iglesia. Tenemos un clero y un episcopado que han dejado de creer en el demonio, en los exorcismos, en los males extraordinarios que puede causar el diablo, y ni siquiera en el poder, que nos ha dado Jesús, de expulsar a los demonios. Desde hace tres siglos, la Iglesia Latina -al contrario de la Ortodoxa y de varias denominaciones Protestantes- ha abandonado casi, completamente, el ministerio del exorcismo. Al no practicar los exorcismos, al no estudiarlos y no haberlos visto nunca, el clero ya no cree en ellos.
Pero, ni siquiera, cree en el diablo. Tenemos episcopados enteros que se muestran hostiles a los exorcismos. Hay países en los que no existe ni siquiera un solo exorcista, como Alemania, Suiza y Portugal. Una carencia aterradora.
No mencionó a Francia. ¿Allí la situación es diferente?
Hay un libro escrito por el más conocido exorcista francés, Isidoro Froc, titulado Los Exorcistas, quiénes son y qué hacen. Este libro, traducido, al italiano, a petición de la Conferencia Episcopal francesa. En ninguna parte del libro se dice que los exorcistas, en algunos casos, hacen exorcismos. El autor ha declarado, repetidamente, a la televisión francesa que nunca ha hecho exorcismos y que nunca los hará. De un centenar de exorcistas franceses, sólo cinco creen en el demonio y hacen exorcismos. El resto mandan al psiquiatra (?) a la gente que se dirige a ellos. Y los obispos son las primeras víctimas de esta situación de la Iglesia Católica, en la que la creencia en la existencia del demonio está en proceso de desaparecer.
Antes de que saliera este nuevo Ritual, el Episcopado alemán escribió una carta, al Cardenal Ratzinger, en la que afirmaba que no era necesario hacer un nuevo Ritual, porque los exorcismos ya no deben de ser practicados.
¿Son los obispos los que tienen que nombrar a los exorcistas?
Sí. Cuando un sacerdote es nombrado obispo, se encuentra con un artículo del Código de Derecho Canónico, que le autoriza, completamente, a nombrar exorcistas. Lo mínimo que se le puede pedir a un obispo es que haya asistido, por lo menos, a un exorcismo, dado que debe tomar una decisión tan importante. Por desgracia, esto no ocurre casi nunca. Pero si a un obispo recibe una petición seria de exorcismo -es decir, no hecha por alguien enajenado- y no actúa en consecuencia, comete pecado mortal. Será responsable de todos los terribles sufrimientos de esa persona, que a veces duran años o toda una vida, cuando podría haberlos evitado.
¿Está diciento que la mayor parte de los obispos de la Iglesia Católica están en pecado mortal?
Cuando era niño, mi viejo párroco me enseñaba que hay ocho sacramentos: el octavo es la ignorancia. El octavo sacramento salva a más gente que los otro siete juntos. Para cometer pecado mortal, debe haber una causa seria, pero también, es necesario el pleno conocimiento y el consentimiento deliberado. Esta omisión de ayuda por parte de muchos obispos es una causa seria. Pero estos obispos son ignorantes: no hay, pues, pleno conocimiento, ni consentimiento deliberado.
¿Pero si uno no cree en la existencia de Satanás, la Fe sigue intacta, es decir, sigue siendo católica?
No. Le voy a contar una historia. Cuando conocí al Padre Pellegrino Ernetti, un célebre exorcista, que ejerció durante cuarenta años en Venecia, le dije: «Si pudiera hablar con el Papa, le diría que encuentro demasiados obispos que no creen en el demonio». La tarde siguiente, el Padre Ernetti vino a decirme que aquella mañana le había recibido Juan Pablo II. «Su Santidad», le había dicho, «hay, aquí en Roma, un exorcista, el Padre Amorth, que si pudiera hablar con usted le diría que encuentra demasiados obispos que no creen en el demonio». El Papa le respondió brevemente: «Aquel que no cree en el demonio, no cree en el Evangelio». Esta es la respuesta que dio él y que yo repito.
Explíqueme por favor. ¿Esto significa que hay muchos obispos y sacerdotes que ya no son católicos?
Digamos que no creen en una verdad evangélica. Así que, probablemente, los acusaría de estar propagando una herejía. Pero seamos claros: alguien es formalmente hereje, si se le acusa de cometer un error, y persiste en él. Pero, debido a la situación que existe en la Iglesia, hoy en día, nadie, jamás, acusaría a ningún obispo de no creer en el diablo, ni en las posesiones demoníacas, ni de no nombrar exorcistas porque no cree en estas cosas. Podría mencionar un gran número de obispos y cardenales, que en cuanto fueron nombrados para una diócesis, lo primero que hicieron fue quitarles a todos los exorcistas la facultad de ejercer. O bien, obispos que afirman, abiertamente: «Yo no creo en eso. Son cosas del pasado». ¿Por qué pasa esto? Porque, por desgracia, ha habido una perniciosa influencia de ciertos estudiosos de la Biblia, y podría darle los nombres de mucha gente muy conocida. Nosotros que, diariamente, estamos en contacto con el mundo del más allá, sabemos que esta influencia ha afectado muchas reformas litúrgicas.
¿Por ejemplo?
El Concilio Vaticano II había pedido que se revisaran algunos textos. Esta orden fue desobedecida, ya que había un deseo de rehacerlos completamente, sin pensar que se podían empeorar las cosas, en vez de mejorarlas. Muchos ritos se han empeorado por esa manía de querer deshacerse de todo lo pasado, para rehacerlo de nuevo, como si la Iglesia, hasta el día de hoy, lo único que hubiera hecho es engañarnos y mentirnos, y como si sólo hasta ahora, tuviera grandes genios, super teólogos, super estudiosos de la Biblia, super liturgos, que saben darle a la Iglesia lo que es bueno. Esto es una mentira: el último Concilio, simplemente, pidió que se revisaran los textos, no que se destruyeran.
El Ritual Exorcista, por ejemplo, debía ser revisado, no escrito nuevamente. En él, había oraciones que se han usado durante doce siglos. Antes de eliminar oraciones tan antiguas, que han resultado muy eficaces, había que pensarlo con cuidado. ¡Pero no!. Todos los exorcistas hemos utilizado las oraciones del Ritual de prueba, y nos hemos dado cuenta de que son absolutamente ineficaces. Pero también el rito del bautismo de los niños ha sido arruinado. Fue renovado, de tal forma, que el exorcismo contra Satanás, ha sido casi eliminado. El bautismo siempre tuvo enorme importancia para la Iglesia, hasta el punto que se le llamaba exorcismo menor. Paulo VI protestó, públicamente, contra ese nuevo rito.
Encontramos esta misma degeneración del rito, en el nuevo bendicionario. He leído, minuciosamente, las 1200 páginas del mismo. ¡Pues bien, se han eliminado, sistemáticamente, todas y cada una de las referencias al hecho que el Señor nos protege contra Satanás, y que los ángeles nos protegen de los ataques del demonio. Todas las oraciones para la bendición de las casas y las escuelas han sido eliminadas. Todo debe ser bendecido y protegido, pero, hoy, ya no hay ninguna protección contra el demonio. Ya no existe ninguna defensa, ni oraciones contra él. El propio Jesús nos enseñó una oración de liberación en el Padre Nuestro: «Líbranos del Maligno. Líbranos de la persona de Satanás». Esta oración fue traducida mal, y hoy la gente ora, diciendo: «Líbranos del Mal». Se habla de un mal general, cuyo origen, en el fondo, no se conoce. Sin embargo, el mal contra el que nuestro Señor Jesucristo nos enseño a luchar, es una persona concreta: Satanás.
Desde su posición privilegiada para observar las cosas: ¿tiene la impresión de que el satanismo se está difundiendo?
Sí, enormemente. Cuando disminuye la fe, aumenta la superstición. En el lenguaje bíblico, puedo decir que la gente está abandonando a Dios, y entregándose al ocultismo. La terrible desaparición de la fe en toda la Europa Católica, hace que la gente se ponga en manos de hechiceros y adivinos, y así, las sectas satánicas prosperan. Se hace fuerte propaganda del culto al demonio, a las masas, mediante el rock satánico, y personajes como Marilyn Manson. Los niños también están siendo atacados: hay revistas e historietas que enseñan la hechicería y el satanismo.
Las sesiones de espiritismo, en las que se evocan a los muertos para conseguir respuestas, están muy difundidas. Ahora se enseña a efectuar sesiones de espiritismo a través de computadoras, teléfonos, televisores, y video grabadoras, pero sobre todo, con la escritura automática. Ya ni siquiera se necesita un medium: es un espiritismo que cada quien puede hacer por sí mismo. De acuerdo con las encuestas, el 37 por ciento de los estudiantes han hecho, por lo menos una vez, el juego de las letras y el vaso, (léase copa) una verdadera sesión de espiritismo. En una escuela a la que me invitaron a hablar, los chicos me dijeron que jugaban este juego durante la clase de religión, ante los ojos complacidos del maestro.
¿Y esto funciona?
No existe diferencia entre magia blanca y magia negra. Cuando la magia funciona, siempre es obra del demonio. Todas las formas de ocultismo, como esta huida hacia las religiones de Oriente, con sus sugestiones esotéricas, son puertas abiertas para el demonio. Y el diablo entra. Inmediatamente.
En el caso de la monja que fue asesinada, en Chiavenna, y el caso de Erika y Omar, los dos adolescentes de Novi Ligure, que mataron a la mamá y al hermano pequeño de Erika, no dudé, en afirmar, que la intervención diabólica formó parte de esto, porque esos chicos practicaban el satanismo. La policía descubrió, que en ambos casos, los chicos seguían a Satanás, y tenían libros satánicos.
¿Qué hace el demonio para seducir al hombre?
Su estrategia es siempre la misma. Ya se lo he dicho, y él lo reconoce. Hace creer que el infierno no existe, que el pecado no existe, y que él es solamente una experiencia más que hay que vivir. Concupiscencia, éxito y poder, son las tres grandes pasiones en las que Satanás se fía.
¿Cuántos casos de posesión demoníaca ha encontrado?
No más de cien. Ya dejé de contarlos
¿Cien? Es un número muy alto. En su libro, usted dice que los casos de posesión son muy raros.
Y lo son, realmente. Muchos exorcistas han encontrado sólo casos de males diabólicos. Pero yo heredé la «clientela» de un conocido exorcista, el Padre Cándido, y, por consiguiente, los casos que aún no había resuelto. Además, los otros exorcistas me mandan a mí los casos más resistentes.
¿Cuál ha sido el caso más difícil que ha tenido que afrontar?
Es el que estoy tratando ahora, desde hace dos años. Es la misma chica que fue bendecida -no fue un exorcismo verdadero- por el Papa, en octubre, en el Vaticano, y que tanto dio que hablar en los periódicos. Ella es golpeada las veinticuatro horas del día, y es víctima de tormentos inimaginables. Ni los médicos, ni los psiquiatras, consiguen entender lo qué pasa. Ella está completamente lúcida, y es muy inteligente. Es un caso realmente triste.
¿Cómo se convierte uno en víctima del Demonio?
Uno puede ser objeto de los ataques del demonio, en cuatro casos. Bien porque esto es una bendición para la persona (como en el caso de muchos santos), bien por la persistencia irreversible, en el pecado, bien por una maldición que alguien hace invocando el nombre del demonio, o bien, cuando uno se dedica a practicar el ocultismo.
Durante el exorcismo de los poseídos, ¿Qué tipo de fenómenos ocurren?
Recuerdo un campesino analfabeto que, durante el exorcismo, me hablaba sólo en inglés, por lo que yo necesitaba un intérprete. Hay quien demuestra una fuerza sobrehumana, quien se eleva, totalmente, del suelo, siendo imposible, aún para varias personas, mantenerlo sentado en la silla. Pero hablamos de presencia demoníaca, sólo por el contexto en que se desarrollan estos fenómenos.
¿Alguna vez lo ha lastimado el Demonio?
Cuando el Cardenal Poletti me pidió que me dedicara al exorcismo, me encomendé a la Virgen: «Envuélveme en Tu Manto, y yo estaré seguro». El demonio me ha amenazado, muchas veces, pero nunca me ha hecho daño.
¿Nunca siente miedo del Demonio?
¿Yo miedo de ese animal? Es él quien tiene que tener miedo de mí: yo actúo en nombre del Señor del mundo, mientras que él, es sólo el simio de Dios.
Padre Amorth:, el satanismo se difunde cada vez más. En realidad, el nuevo ritual hace difícil la práctica de los exorcismo. A los exorcistas se les impide que participen en una audiencia con el Papa en la Plaza de San Pedro. Dígame, sinceramente: ¿Qué es lo que está pasando?
El humo de Satanás ha entrado a todas partes. ¡A todas partes! Quizá fuimos excluidos de la audiencia del Papa, porque tenían miedo de que tantos exorcistas consiguieran expulsar a las legiones de demonios que se han instalado en el Vaticano (*).
Está bromeando, ¿verdad?
Le podrá parecer una broma, pero yo creo que es verdad. No tengo ninguna duda de que el demonio tienta, sobre todo, a las autoridades de la Iglesia, así como a cualquier otra autoridad, en la política y la industria.
¿Está, diciendo entonces, que en esta, como en todas las guerras el Satanás quiere conquistar a los altos mandos, para tomar prisioneros a los generales del adversarios?
Es una estrategia victoriosa. Siempre se intenta ponerla en práctica. Sobre todo cuando las defensas del adversario son débiles. Satanás también lo intenta. Pero, gracias al Cielo, es el Espíritu Santo Quien dirige a la Iglesia: «Las puertas del infierno no prevalecerán». A pesar de las defecciones, y a pesar de las traiciones, que no deben causar asombro. El primer traidor fue uno de los apóstoles más cercanos a Jesús: Judas Iscariote.
Pero, a pesar de esto, la Iglesia sigue su camino. El Espíritu Santo la mantiene, y por lo tanto, los ataques de Satanás sólo pueden ser parcialmente exitosos. Naturalmente, el demonio puede ganar batallas, incluso batallas importantes. Pero nunca ganará la guerra.
Nota: En el exorcismo compuesto por S.S. León XIII, luego de una revelación que tuvo, dice así: «Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones. Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño».
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