| 19 febrero, 2014
Mc 8,22-26: El ciego estaba curado y veía todo con claridad.
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego, pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en lo ojos, le impuso las manos y le preguntó:
– ¿Ves algo?
Empezó a distinguir y dijo:
– Veo hombres; me parecen árboles, pero andan.
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa, diciéndole:
– No entres siquiera en la aldea.
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