| 01 febrero, 2014
Tener a un hijo hospitalizado es una experiencia poco agradable. Verle enfermito, sufriendo cada vez que se acerca una enfermera porque piensa que le van a pinchar de nuevo, sin fuerzas, con una u otra debilidad…
Sin embargo, la mayoría de veces que esto ocurre suele ser por circunstancias que habitualmente no son graves, por lo que dentro de todo lo mala que puede ser la situación, uno sabe que pronto pasará y el peque volverá a casa a hacer vida normal y todo quedará en un oscuro recuerdo.
Lea el artículo completo en el blog Firma Invitada
Ayuda a Infovaticana a seguir informando