El Papa habla de la «cultura del descarte»

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Es necesario redescubrir el verdadero significado de la libertad y de la justicia, en una sociedad eficiente en la que existe quien quiere pisotear los derechos de los más débiles: los niños por nacer, los pobres, los ancianos, los enfermos. Es esto, en síntesis, lo que afirmó el Papa Francisco en un encuentro el sábado con una delegación del Instituto Dignitatis Humanae.

“El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios” y por tanto posee “una dignidad originaria … que no se puede suprimir, indisponible a cualquier poder o ideología”. El Obispo de Roma partió de esta “verdad fundamental” para subrayar que “lamentablemente en nuestra época, rica de tantas conquistas y esperanzas, no faltan poderes y fuerzas que terminan por producir una cultura del descarte, que tiende a convertirse en mentalidad común”:

“Las victimas de esa cultura son precisamente los seres humanos más débiles y frágiles – los niños por nacer, los más pobres, los viejos enfermos, los inválidos graves… –, que corren el riesgo de ser ‘descartados’, expulsados por un engranaje que debe ser eficiente a todo precio. Este falso modelo de hombre y de sociedad actúa un ateísmo práctico negando de hecho la Palabra de Dios que dice: “hagamos el hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza” (cfr Gen 1,26)”.

En cambio -continuó el Santo Padre- si dejamos que la Palabra de Dios “ponga en discusión nuestras formas de pensar y de actuar, los criterios, las prioridades y las elecciones, entonces las cosas pueden cambiar”:

“La fuerza de esta Palabra pone límites a quien quiera volverse hegemónico prevaricando los derechos y la dignidad de los otros. Al mismo tiempo, dona esperanza y consolación a quien no es capaz de defenderse, a quien no dispone de medios intelectuales y prácticos para afirmar el valor del propio sufrimiento, de los propios derechos, de la propia vida”.

En la Doctrina social de la Iglesia -subrayó el Pontífice- “hay un fruto particularmente significativo del largo camino del Pueblo de Dios en la historia moderna y contemporánea: la defensa de la libertad religiosa, de la vida en todas sus fases, del derecho al trabajo y al trabajo decente, de la familia, de la educación”. “Son bienvenidas”, por tanto, todas las iniciativas que “pretenden ayudar a las personas, a las comunidades y a las instituciones a redescubrir la portada ética y social del principio de la dignidad humana, raíz de libertad y de justicia:

“Con tal fin es necesaria una obra de sensibilización y de formación, para que los fieles laicos, en cualquier condición, y especialmente aquellos que se comprometen en el campo político, sepan pensar según el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia y actuar coherentemente, dialogando y colaborando con cuantos, con sinceridad y honestidad intelectual, comparten, sino la fe, al menos una visión similar de hombre y de sociedad y sus consecuencias éticas. No son pocos los no cristianos y los no creyentes convencidos que la persona humana deba ser siempre un fin y jamás un medio”.

Fuente: Radiovaticana

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