Germinans analiza la situación de la vida religiosa en Cataluña

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Germinans publicó ayer un artículo en el que se lamentaba de la situación de las órdenes religiosas en Cataluña. Hemos querido compartirlo con los lectores de Infovaticana.

La fotografía que encabeza este escrito no es la de un grupo cualquiera de religiosos, se trata de los abades, superiores y provinciales de Cataluña, en un reciente encuentro a finales de este pasado mes de octubre. Si no es por el discreto clerygman que lleva el abad de Poblet, el bueno de Dom Josep Alegre, nadie podria deducir que se trata de un grupo de religiosos ya que nadie más lleva el hábito propio de su congregación o un simple signo de su condición sacerdotal.

Ya hemos dicho en otras ocasiones que «El hábito no hace al monje» y que entre los que visten como consagrados también hay ovejas negras, pero llama mucho la atención que entre los máxmos representantes de la vida religiosa en Cataluña, la vestimenta generalizada sea la de unos simples seglares.

Se puede discutir mucho sobre la conveniencia o no de llevar el hábito, pero hay algo que creo que es absolutamente indiscutible, y es que en los momentos actuales, las órdenes religiosas que se han secularizado en su forma de vida y en su vestimenta están en horas bajísimas, mientras que las que han regresado a las costumbres de toda la vida (incluído el hábito), o las nuevas congregaciones con las ideas muy claras (incluído el hábito), han encontrado vocaciones, futuro y esperanza para sus conventos y casas religiosas.

Y como una foto vale más que mil palabras, aquí tenemos un ejemplo, se trata de jesuitas de Nueva Orleans (USA), como se puede apreciar hay juventud por todas partes y ¡qué casualidad! todos vestidos con traje eclesiástico, todos sin excepción.

Evidentemente estos jóvenes jesuitas no salen espontaneamente como las setas, hay un trabajo previo y una manera de concebir la Compañía de Jesús que nada tiene que ver con la que se respira por nuestras latitudes. Efectivamente en Estados Unidos o en Canadá, como en otros lugares del mundo católico, los hijos de San Ignacio de Loyola no se han dejado llevar por el secularismo, por ejercer más como administradores que como religiosos, o por abrazar la Teología de la Liberación y todos los movimientos del progresismo eclesial.

Sólamente tenemos que observar la fotografía de los provinciales jesuitas norteamericanos con el Rvdmo. P. General Adolfo Nicolás, todos, también sin excepción vestidos como sacerdotes. Imagínemonos esta misma fotografía en nuestra tierra y saldría un calco muy parecido a la primera foto de este artículo.

Pero comparemos también los resultados de un estilo y del otro y nos daremos cuenta que los balances que aquí se dan son terriblemente deprimentes ya que los jesuitas se van envejeciendo progresivamente, prácticamente sin recambios y condenados a cerrar casas religiosas y a unificar a sus miembros, reduciendo las provincias, como ya está sucediendo ahora, en que la provincia jeuitica catalana desaparece y sus miembros se unen a la provincia única española. Aún así los jesuitas catalanes (y catalanistas/independentistas) han tenido tiempo de apoyar el manifiesto por «El Derecho a decidir» de Cataluña, demostrando en donde tienen la cabeza. Mientras desaparecen como provincia, pensado en la independencia de Cataluña.

Otros que tal andan son los salesianos, porque el encuentro al que se alude al inicio del escrito se realizó en «Can Prats» de Barcelona, donde San Juan Bosco estuvo alojado durante un mes en el año 1886. Hasta ahora era la Casa Provincial de los salesianos catalanes, otros que también desaparecen como provincia, ya que próximamente la Casa Provincial única estará en Sevilla.

A este paso esta reunión, al menos por lo que se refiere a provinciales catalanes se va a quedar en poco tiempo sin representantes. Apostaron por un proyecto equivocado y ahora sufren las consecuencias. Pero lo peor de todo es que cuando les comentas que ellos mismos se han cavado su propia tumba, se excusan con mil argumentos y falacias para no reconocer sus terribles errores.

Antoninus Pius