Esta semana conversamos con un amante de la charla y la tertulia: Don Josemaría Yanguas. Trabajó durante años en la curia, en concreto en la congregación de los obispos, donde trabó amistad con el Cardenal Scherer. Hoy es obispo de Cuenca.
¿Podría contarnos cómo surgió su vocación al sacerdocio?
De una manera muy sencilla, casi simple. Intervinieron dos personas miembros del Instituto Secular “Alianza de Jesús por María”. Dos hermanas, una de ellas maestra, que tenían gran prestigio moral en el pueblo, tanto o más que el mismo sacerdote. Ellas despertaron en mí el deseo de ser sacerdote y yo me limité a decir que sí, movido, no tengo ninguna duda, por la gracia de Dios.
Fue una vocación temprana?
Sí, muy temprana, aunque en realidad todas las vocaciones lo son, porque uno nace con una vocación, aunque la descubra antes o después. Yo la “descubrí” cuando contaba muy pocos años; algo que no era raro en aquellos momentos y en aquella sociedad. Dios se sirve de las medios más variados y sencillos para llevar adelante sus planes: desde la luz que hace caer del caballo a Pablo hasta la invitación de una persona cercana y que te quiere; movido por la gracia de Dios respondes libremente que sí.
¿Cómo es el día a día de un Obispo en Cuenca?
Fundamentalmente está compuesto de trabajo pastoral y oración, con los necesarios tiempos de descanso. Trabajo de oficina, encuentros con personas, visitas pastorales a las parroquias… Desde luego al menos ocho horas al día de trabajo, incluidos buena parte de los Domingos, ya que en ellos se suelen visitar las parroquias. El descanso adopta formas muy distintas: un rato de charla con personas en la parroquia puede ser considerado por unos un descanso y por otros un trabajo, un trabajo que cansa, pero también un cansancio que descansa. Yo soy un gran amante de la charla, de la tertulia entre amigos.
¿Con qué frecuencia habla con cada uno de sus seminaristas personalmente?
Me relaciono bastante con ellos, aunque siempre menos de lo que querría, como un padre con sus hijos: le gustaría que todo el día fuera fin de semana para poder gozar de su familia. Suelo comer con los seminaristas mayores los lunes y después de comer tenemos un rato de tertulia charlando de las cosas de la diócesis, informándoles sobre asuntos de la vida eclesial en España, tratando de algún tema que considero de interés y “provocando” su intervención, para que no tengan reparo en hablar con el obispo. Además procuro hablar personalmente con cada uno de ellos al menos una vez al año, amén de otros encuentros no programados
¿Cómo se fomenta en su diócesis una mayor participación de los laicos en la vida de la Iglesia?
Esta pregunta requeriría un poco más de espacio. Fundamentalmente animándoles a asumir su responsabilidad en la tarea común de la Iglesia, que es acercar a los hombres a Cristo Salvador… Somos ignorantes, pobres, necesitados de perdón, de misericordia… y necesitamos acercarnos a Jesucristo. Él hace el resto, hace su obra salvadora en cada hombre. Predicándoles una y otra vez que son miembros a titulo pleno de la Iglesia, y por tanto responsables de su misión como lo es el sacerdote, aunque unos y otros la realicen de distinta manera; pero en virtud del bautismo, los laicos, cada uno de los bautizados, participa del sacerdocio común de Cristo y por tanto es sacerdote, profeta y rey, tiene que ofrecer a Dios el sacrificio de su vida, procurando que sea lo más perfecto posible; es profeta que debe anunciar el Evangelio del Reino; y es rey, y tiene que ayudar a los demás en su caminar hacia Dios. De manea esencialmente a como lo hace el al sacerdocio ministerial, pero el laico participa verdadera y propiamente del sacerdocio de Cristo.
¿A qué santos tiene especial devoción y por qué?
A los santos y santas del Canon Romano (Águeda, Felicidad, Perpetua…), a quienes me encantará conocer en el cielo. Profeso un cariño particular a todos los apóstoles, especialmente a San Juan y San Pablo, y nutro especial devoción por las tres grandes Teresas, aunque a una de ellas se le llame Teresita: Santa Teresa del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia, la gran Teresa reformadora del Carmelo y Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Guardo especial afecto al Beato Juan Pablo II y tengo una profunda devoción y cariño a San Josemaría Escrivá, del que he aprendido tantas cosas, entre otras, y no la menor importante, a ser sacerdote diocesano.
¿Cómo definiría en pocas palabras a Benedicto XVI?
Le pude conocer poco porque fui nombrado Obispo y dejé Roma al poco tiempo de su elección como Pontífice. Conservo un muy grato recuerdo de los pocos minutos que he podido estar con él; el recuerdo de una persona profundamente buena y sabia.
Y por seguir con los papas ¿Cómo definiría al Papa Francisco?
Al Cardenal Bergoglio lo conocí personalmente estando en la Congregación para los Obispos. Tuve la oportunidad de manifestarle mi cariño a la Argentina por motivos familiares, podíamos decir, así como mis deseos de sacerdote joven de ir a trabajar pastoralmente allí. Conocedor de ese cariño me regaló amablemente en una ocasión un libro sobre ese gtran país. Al Papa Francisco, en cambio, he tenido sólo la oportunidad de saludarlo en una ocasión.
Usted estuvo muchos años en la Congregación para los Obispos, conoce bien la curia, de la que se habla ahora con una connotación negativa. ¿Qué recuerdos guarda de sus años en la Congregación de los Obispos?
Yo puedo decirle que mis recuerdos de la congregación son muy gratos y que conocí un grupo de hombres con mucha calidad humana, intelectual y sacerdotal. Estoy convencido de que al menos la mitad de los que trabajaban en esos años en la Congregación podrían haber sido profesores de universidad. Además llegamos a ser un grupo de amigos, y en ello creo que jugó un papel importante la figura entrañable del Cardenal Gantin, del Benín, que tuvo cargos de relevancia en el Vaticano siendo todavía muy joven. Era un padre, y amaba mucho las relaciones familiares. Ello, unido junto a la juventud de la mayor parte de los Oficiales de la Congregación, favoreció las buenas relaciones entre todos: salíamos con frecuencia de excursión juntos, nos reuníamos algunas veces para cenar… Como detalle curioso diré que se trabajaba siempre con la puerta del despacho abierta, con lo que en cualquier momento podía entrar alguien para preguntar o consultar un particular. No había nada que ocultar. Siempre he hablado con orgullo de la Congregación para los Obispos que yo conocí. De aquellos Oficiales más de doce han sido nombrados Obispos y dos son Cardenales, el de Galveston-Houston, Card. Di Nardo, y el de Sao Paulo, Card. Scherer. Como todo el mundo sabe, en cualquier administración hay muchas personas que desempeñan egregiamente su trabajo, con prudencia, sabiduría, dedicación y entrega. Hay otros que trabajan allí y hay otros que podían hacerlo seguramente mejor.
¿Guarda amistad con el Cardenal Di nardo y el Cardenal Scherer?
Con el Cardenal Di Nardo coincidí poco tiempo, y no he tenido oportunidad de encontrarme con él después de que dejara la Congregación. Fui compañero de trabajo del Cardenal Scherer unos ocho o diez años y mantengo la amistad con él. Tuve la oportunidad de estar en Aparecida y él tuvo la amabilidad de hacerme conocer lo que llaman la Suiza brasileña. Pasamos una tarde muy agradable los dos solos charlando y recordando viejos tiempos y amigos comunes.
Resulta alarmante el aumento de divorciados entre los fieles, de hecho el Papa ha convocado un sínodo extraordinario para tratar la pastoral familiar. ¿Cuáles cree que deberían ser los pasos a dar en ese sentido?
Es un tema complejo; no se trata sólo de que tú quieras atender, sino de que quieran ser atendidos. En muchos casos se da vivencialmente una situación de tensión entre la realidad y el ideal; y frecuentemente, de tensión muy dolorosa. Confío en que la sabiduría de la Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo, descubra y profundice en esos caminos para que la gracia y la misericordia de Dios lleguen a cuanta más gente mejor. Pero me resulta imposible predecir lo que dirán los Padres sinodales y, más todavía, intuir las medidas concretas que el Papa podrá tomar.
“Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo”. ¿Está de acuerdo con estas palabras del Papa Francisco sobre el bien?
Para nadie es sencillo responder en dos líneas a una pregunta difícil. Pienso que no se puede pretender que el Papa dicte, como de pasada, un tratado completo sobre un tema tan complejo como éste. Indudablemente el respeto de la propia conciencia por parte de los demás y por parte de uno mismo es algo que está en la entraña de la doctrina católica, porque estamos convencidos de que en la conciencia habla Dios, lo crea uno o no lo crea. El Concilio Vaticano II habla de la conciencia como de un “sagrario” donde resuena la voz de Dios, sin que olvide decir que, por diversos motivos, cabe error en la conciencia; el hecho, pues, de obedecer la conciencia no nos asegura, sin más, de que acertemos, pero si nos asegura de nuestra coherencia y sinceridad.
El papa denuncia dos pecados que considera graves en los pastores: El carrerismo y la falta de austeridad. ¿Cree que esa realidad existe en nuestro país?
No lo sé, el Papa habla para toda la Iglesia. No sé si en España representa un pecado especialmente grave; de todas formas el carrerismo, allí donde exista, representa una lepra para la Iglesia. Y añado que estoy convencido de que una de las vías para la deseada reforma reside en ahondar en el espíritu de servicio. Yo formo parte de la Iglesia, del Cuerpo de Cristo, del reino de Dios en la tierra; soy parte de un ejército de paz de bien; da, pues, lo mismo estar aquí o allá, en éste o aquel puesto; mi gloria es ser miembro de ese Cuerpo, formar parte de ese ejército. En un equipo puedo ser portero y parar los goles o delantero y marcarlos. Uno y otro son importantes para lograr la victoria. Si el general tiene que hacer alguna vez de soldado, hace de soldado porque lo que quiere de verdad no es ganar él la batalla, sino, sencillamente, ganar la batalla, que Dios instaure su reino en este mundo y nos lleve a la gloria eterna. Lo que importa es el bien del Pueblo de Dios, de la Iglesia. Los personalismos, el triunfo o autoafirmación personal, el deseo de éxito, de reconocimientos… están de más. Lo importante es el bien del Cuerpo de Cristo, y en ese Cuerpo es importante todo; y lo mismo en la sociedad civil: mientras no prime el espíritu de servicio es muy difícil que no se sucedan crisis con más frecuencia de la deseable.
¿Cuál cree que es el mayor logro del diablo en la sociedad actual?
El Papa Pio XII habló de la pérdida del sentido de pecado, de la pérdida de la dimensión de bien y del mal en las propias acciones como gran pecado de aquel tiempo. El Concilio Vaticano II dijo que el gran problema era la fractura entre fe y vida, entre lo que creemos y lo que hacemos. Y el Papa Benedicto XVI se ha referido a otra fractura: la que se da entre la fe y la razón, que ve la fe como una especie de superestructura que tiene poco que ver con la razón. Naturalmente, podríamos hablar también hablar del hedonismo, del relativismo, del laicismo…
¿Puede un católico votar a un partido que no defienda explícitamente los Principios no negociables definidos por Benedicto XVI?
Esta es una de esas preguntas a las que resulta pretencioso dar una respuesta rápida y sin matizaciones, porque las preguntas se hacen siempre desde un horizonte de comprensión, desde unos presupuestos, y las respuestas pueden darse desde otro horizonte y presupuestos. Y eso engendra confusión y malos entendidos. Los buenos maestros ponían siempre un enorme cuidado en definir los términos de la cuestión, de la tesis en discusión: ¿Qué se quiere decir con ello? ¿Qué se entiende por tal cosa? Buena parte de las discusiones, sin fin posible, se deben a que no se ha establecido exactamente de qué se está hablando, los dialogantes no saben si están hablando de la misma realidad. En cualquier caso, es claro que un católico debe estar por aquellos partidos que defienden esos principios y valores innegociables de que hablaba el Papa. De eso no cabe duda. Ahora bien, la pregunta es ¿existen esos partidos? ¿Defienden todos y cada uno los principios innegociables? ¿Existe uno o son varios? ¿Concretan esos principios en actuaciones políticas razonables?, porque se pueden mantener principios de gran valor, pero no concretarlos debidamente. De todos modos, es claro que cualquier católico, cualquier persona que busque la verdad, favorecerá con su voto a aquellos partidos que defiendan y promuevan esos principios no negociables, o aquellos que defiendan y promuevan el mayor número de principios no negociables.
¿Cree que los medios de comunicación de la Iglesia en España son actualmente portavoces honestos de la defensa de estos principios?
Desde el punto de vista editorial indudablemente sí, no tengo ninguna duda. Otra cosa es que cada uno de los programas, entrevistas, debates, películas… Uno puede tener su opinión de que sería mejor otra cosa, pero pienso que lo se puede llamar el “pensamiento del medio como tal”, la línea editorial de los medios de la Iglesia, defiende esos principios.
Con la entrevista que le hicimos a Monseñor Iceta se abrió un debate interesante sobre el destino de los niños que son abortados.
No recuerdo exactamente la respuesta de monseñor Iceta, que es un experto conocedor de estos temas, inteligente y buen teólogo. El Catecismo de la Iglesia dice que la suerte de los niños que mueren sin haber recibido el bautismo, sin haber tomado, en cualquier caso, una decisión personal frente a Dios, los confía a la misericordia de Dios. El conocimiento de la infinita misericordia de Dios y del amor que profesaba Jesús a los niños nos lleva a pensar que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo, un camino que no conocemos, sin que se quiebre por eso el principio de que sin bautismo no hay salvación. En la solución de este problema hay una línea histórica de evolución que va haciendo más suave: se van privilegiando razones dogmáticas a cuya luz se facilita una respuesta más “benigna” para con la suerte de esos niños.
¿Qué opina de la adopción de embriones congelados para evitar su destrucción?
Del tema se habla en Dignitas personae, n. 19, una Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 2008 sobre algunas cuestiones de bioética. Es un tema complejo, de esos que necesitan quizás un tiempo sereno de estudio, de análisis, para dar una respuesta enteramente satisfactoria, porque intervienen factores biológicos y médicos, además de los de carácter ético. La propuesta en cuestión tiene un aspecto positivo ya que pone de relieve la dignidad del ser humano que sufre una situación injusta en la que la que se frena su desarrollo, queda en Stand By, de manera forzada y violenta. La actitud que subyace en esa propuesta es buena, pero no basta con considerar la actitud y dar respuestas fáciles o emotivas. De hecho en el documento de la Congregación para la Doctrina de la fe se hacen objeciones serias, si bien no del todo precisadas, a dicha iniciativa.
¿Qué legislación sobre matrimonios homosexuales cree que podríamos admitir los católicos?
Los homosexuales no pueden contraer matrimonio, y no hay ninguna unión homosexual que sea matrimonio; aunque dicha unión sea legalmente considerada matrimonio, no lo es, no puede serlo realmente, porque la estructura fundamental del matrimonio requiere la unión de un hombre y una mujer, que intencionalmente y por su propia naturaleza es para siempre, por ser una entrega total y esta totalidad abarca el cuerpo y el tiempo, abarca toda la vida. Es un proyecto definitivo al servicio siempre de unas posibles vidas nuevas. Estos distintos elementos forman parte de la estructura esencial del matrimonio. Las leyes, pues, no deberían mezclar ni confundir el matrimonio con lo que no es ni puede serlo.
¿Cuál es la importancia de la dirección espiritual como complemento a la Confesión frecuente en la vida del laico?
Mucha. En la vida de un laico y en la vida de un sacerdote. Pero habría que precisar bien lo que se entiende por dirección espiritual, pues “dirección” suena para muchos a algo negativo, y hablar de “espiritual” puede parece algo reductivo. Claro que si por dirección entendemos mover a alguien como una marioneta, una especie de suplantación de la personalidad, y además en una esfera tan personal como la espiritual, nadie querrá saber nada de dirección espiritual. Pero si se trata del acompañamiento de una persona más experimentada en la vida cristiana, de más o menos edad, prudente, sabia, con la cual contrastar el propio camino espiritual, y entendiendo siempre que a quien primordialmente se debe escuchar es al Espíritu Santo, que habla dentro del alma, entonces las cosas cambian. Generalmente el director espiritual, sobre todo cuando uno lleva un cierto tiempo de vida cristiana, lo que hace es confirmar lo que uno ve delante de Dios, o quizás hacer presente aspectos que uno pasa por alto. No se trata de discutir de cuestiones teológicas sino de la propia vida en su relación con Dios: una persona experimentada de la cual te fías, que te quiere bien y te va a decir la verdad de lo que piensa, representa una gran ayuda.
¿Cree que la unidad de España es un bien moral?
Es una de esas preguntas que no admiten respuestas demasido rápidas, un sí o no que en realidad no se sabe bien qué quieren decir. Se puede sin dudar afirmar que todos tenemos una seria responsabilidad a la hora de configurar la vida política de un pueblo, en el respeto de las normas que nos hemos dado y en el respeto de las virtudes sociales. Concretar más nos llevaría demasiado lejos. Juzgo que la unidad política es una realidad “moralmente relevante”, para usar una conocida expresión de D. Von Hildebrand. Son realidades que tienen relevancia moral; no son inocuas; exigen la toma de actitudes y determinan comportamientos precisos.
Tengo entendido que usted pertenece al Opus Dei ¿Cómo afecta su pertenencia al Opus Dei a su labor pastoral como Obispo?
Ayudándome a ser un buen obispo, y diría que nada más, que no es poco. Ser un buen sacerdote diocesano, esa es la razón de ser de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, no dicho por mi sino por su Fundador. Lo mismo vale para un Obispo.
En la girola de su hermosa catedral estaban enterrados los tres últimos obispos de Cuenca fallecidos como tales. Los tres muy notables. Uno de ellos, ya beato por mártir en 1936 ha sido trasladado a una capilla de la catedral. ¿Tienen Don Inocencio y Don José incoados procesos de beatificación?
No, ninguno de los dos, aunque con relación a D. José Guerra Campos una institución nacida en la diócesis durante su pontificado promueve el estudio de sus obras (ya han publicado dos libros) y su posible beatificación.
¿Qué parte de responsabilidad tiene la iglesia en la crisis de fe que se vive en Occidente?
No lo sé, entre otras razones porque no es calculable, pero sí se puede decir que la incoherencia de muchos de nosotros, nuestros pecados personales, tienen parte de culpa, de la misma manera que la santidad de Juan Pablo II, de Benedicto XVI, del Papa Francisco, de la Madre Teresa, tienen “culpa” del acercamiento de tantas personas no católicas a la Iglesia; nuestras faltas de coherencia de vida tienen la culpa de que haya personas que sientan un rechazo hacia la Iglesia.
Cedió una iglesia de la diócesis para que los ortodoxos de Tarancón, la comunidad más numerosa, celebrara su sagrada liturgia. ¿Cuál cree que es el camino para el ecumenismo?
No solamente. Tenemos también cedida una ermita en Cuenca y un salón en Iniesta. Cuando se me planteó el tema, pensé que si procuro que el culto católico se desarrolle con sencillez y dignidad, también tenía que ayudar a nuestros hermanos ortodoxos a que pudieran celebrar la misma divina liturgia, la misma Eucaristía que celebramos nosotros, con otro tanto de dignidad. Me parece una cosa completamente natural. Pienso que además del diálogo ecuménico sobre las verdades en discusión, en concreto sobre el carisma de servicio a la unidad de la Iglesia conferido por Dios a San Pedro, contribuyen mucho a la unidad el cariño cordial y fraterno, la relación amigable, tratarnos como lo que somos: hermanos unidos por tantos vínculos de fe, de santidad, de culto, etc. Es importante para la unidad sentir y vivir esos vínculos hoy, cuando el peso histórico de las diferencias se ha hecho quizás más ligero. Todo lo que sea fomentar la concordia, la unión de los corazones, es camino, con la gracia de Dios, que nos llevará a la unión.
¿Cuál es su lema episcopal y por qué lo eligió?
“Spe gaudentes”, “gozosos en la esperanza”, palabras tomadas de la Carta a los Romanos (12,12); una alegría es la alegría de la fe. La fe o es alegre o no es fe. La Fe da una visión de esperanza; el cristiano está arraigado en la historia; es hombre de la memoria, comprometido en el presente pero con la mirada en la meta, en Cristo, consumador de la fe. No nos gusta correr por correr, sino correr para ganar el laurel, y eso produce alegría, pero alegría en la esperanza de la meta, de la corona. Una persona que ha perdido la esperanza es una persona que baja los brazos, que cede, que se deja ir. Ayer viendo un momento del partido de Nadal se veía que el adversario era un jugador que, en un momento, había bajado los brazos completamente, estaba desesperado, había perdido toda esperanza de ganar. Se le notaba en la cara: no tenía ganas de pelear, de luchar, de combatir. Había ya perdido. El que espera ganar, combate y lucha con alegría.
Usted fue de los primeros obispos que celebró Misa aplicando el Motu Proprio de Benedicto XVI “Summorum Pontificum”, que luego no ha tenido mucho desarrollo y que en muchas diócesis no se ha aplicado…
Yo creo que cambia mucho según los lugares. No tengo datos, pero tengo la impresión de que en España no ha habido una petición relevante. Aquí en la diócesis de Cuenca nadie me lo ha pedido y es una diócesis de corte más bien tradicional, de buenas gentes cristianas; nunca se me ha planteado. En Madrid me lo pidieron, y accedí con gusto. Me encantaría poder celebrar la Misa en los distintos ritos de la Iglesia, algunos de antiquísima tradición. Son una riqueza de la Iglesia. El Papa lo ha determinado así y yo no tengo nada que añadir. Es verdad que en otros países la demanda parece ser más fuerte. Francia, Alemania… quizás es la afirmación de las propias particularidades. No conozco los motivos concretos de cada grupo para pedirla, sí conozco los del Papa porque son públicos y están en el Motu Proprio. Pero, evidentemente la petición nunca puede derivar de un rechazo del don que supuso para la Iglesia el Concilio Vaticano II.
De las virtudes ¿hay alguna en la que le guste poner especial énfasis?
La sinceridad, la lealtad y la amistad, que considero que una gran virtud. Dios es amigo, y trataba a Abraham como amigo. La falta de amistad es un empobrecimiento prsonhal; una virtud que sufre a veces deformaciones; pero ese hecho no daña la belleza de la virtud.
¿Qué libros está leyendo ahora?
Un libro sobre la inquisición de Cuenca, del historiador Miguel Jiménez Monteserín, un gran historiador local con dimensión que va más allá de las fronteras diocesanas. Lo estoy leyendo con interés, más tratándose de un tema conquense.
¿Con qué personaje del siglo XX le gustaría tomar un café?
Desde luego me hubiera encantado ser amigo de Juan Pablo II. Mis años de servicio a la Santa Sede fueron los de parte de su pontificado, con la peculiaridad que lo vi en la plenitud de sus facultades y asistí después a su lento declinar. Me parece un Papa formidable, verdaderamente grande, incluso cuando, ya anciano, recordaba un viejo combatiente, lleno de heridas, agravadas por la lucha y el empeño al servicio de Dios y de los hombres.
Y ante temas delicados sobre los que informar, ¿Cuál cree que es la actitud adecuada de un periodista católico?
Siempre hay que tener un respeto exquisito a las personas, se trate de quien se trate, un amor apasionado a la verdad, que no se vende ni se compra, sino que se comunica y se anuncia. Con esas dos premisas el periodista tiene obligación de informar sobre lo que ocurre, pero siempre dentro de esas dos coordenadas, siempre.
¿Y si se discrepa con los pastores de qué manera es legítimo manifestar esa discrepancia?
Los pastores tienen su propia misión en la Iglesia, pero no pocas de sus actuaciones concretas pueden ser objeto de opinión: quizá se podrían hacer de otra manera, ver las cosas desde otros puntos de vista, precisar otros objetivos como metas, tomar unas medidas pastorales o disciplinares diversas, insistir en otros temas… Forma parte de la corresponsabilidad de todos como miembros de la Iglesia, comunicar a los Pastores, en el modo y con la actitud debida el propio parecer cuando se considere verdaderamente importante. Con mayor razón se podrá discrepar si nos situamos en otros ámbitos dentro del amplio mundo de lo opinable.
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