Obispo de Cuenca. Miembro del Opus Dei.
Nació el 26 de octubre de 1947 en Alberite (La Rioja), diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño. En 1971 terminó los estudios eclesiásticos en el Seminario de Calahorra.
Fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1971 para la diócesis de Calahorra.
Comenzó su ministerio sacerdotal como colaborador en varias parroquias de Logroño, entre 1971 y 1972. Desde ese último año y hasta 1989 se dedicó a la docencia en la Universidad de Navarra, por la que es doctor en Teología (1978) y en Filosofía y Letras (1991).
Fue profesor de Teología para los universitarios de las Facultades Civiles, de 1972 a 1976; profesor adjunto de Teología Dogmática, de 1976 a 1981; profesor adjunto de Teología Moral, de 1981 a 1989; y miembro de la “Dirección de Investigación” de la Facultad de Teología, de 1988 a 1989.
En su estancia como profesor de la Universidad de Navarra escribió varios libros, como:
- Pneumatología de San Basilio : La Divinidad del Espíritu Santo y su consustancialidad con el Padre y el Hijo
- El significado esponsal de la sexualidad humana
- La intención fundamental: el pensamiento de Dietrich von Hildebrand, contribución al estudio de un concepto moral clave
- La conciencia : norma subjetiva suprema de la actividad moral (traducción y presentación);
- Ética: cuestiones fundamentales (versión española y prólogo)
- La fe como camino: contribución al “ethos” cristiano en el momento actual (Cardenal Joseph Ratzinger; traducción de José María Yanguas).
Ha publicado además numerosos artículos en las revistas Scripta Teologica y Annales Teologici; en las “Actas de Congresos y Simposios de Teología”, Pamplona, 1985, y Roma, Cittá Nuova Editrice, 1986, 1988.
Esta labor docente la compaginó con la colaboración pastoral en la parroquia S. Nicolás en Pamplona durante el año académico y en varias parroquias de Logroño durante las vacaciones de verano.
D. Santiago Cañardo, actual párroco de San Nicolás, que coincidió en diversas ocasiones con Mons. Yanguas en Navarra, comenta de él que “tenía gran cariño por los sacerdotes, en especial por los mayores, y se preocupaba por ellos en lo humano y en lo espiritual. También lo traté en Roma en mis dos últimos años de estudio. Es un hombre muy cariñoso, afectivo y de gran calidad espiritual”.
Desde el año 1989 Mons. Yanguas Sanz estuvo al servicio de la Santa Sede primero como agregado y luego, desde 2001, como jefe de oficina de la Congregación para los Obispos.
El 20 de abril de 2001 fue nombrado Prelado de Honor de Su Santidad y Jefe de Oficina de la Congregación para los Obispos, en donde permaneció hasta 2006.
El Papa Benedicto XVI lo nombró obispo de Cuenca el 23 de Diciembre de 2005, en sustitución de Ramón del Hoyo.
“Durante sus años en Roma también mantuvo una intensa y constante actividad pastoral, caracterizada por una especial dedicación por la gente joven y los sacerdotes“, comentó al conocer la noticia de su nombramiento episcopal César Izquierdo, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.
Seis años después resumía su experiencia como obispo con estas palabras: “entrega, trabajo, ilusión y esperanza.”
Para Yanguas, el momento más feliz de cada año son las ordenaciones sacerdotales, aunque el seminario sólo cuenta con 8 candidatos al sacerdocio, y es algo que alerta a don José:
“La relación entre población y número de sacerdotes nos permiten contemplar el futuro inmediato sin angustia pero sí con una cierta preocupación. Quien más sufrirá la disminución de sacerdotes serán las parroquias que cuentan apenas unas pocas decenas de habitantes. Hasta ahora, se ha podido celebrar durante el fin de semana la Santa Misa en todas las parroquias de la diócesis.”
Defensor de una concepción del ecumenismo, no dudó en ceder una iglesia de la diócesis para que los ortodoxos de Tarancón, la comunidad más numerosa, celebrara su sagrada liturgia.
En la CEE es miembro de las Comisiones Episcopales para la Doctrina de la Fe (desde 2005) y de la de Seminarios y Universidades desde 2008.
Se refería al aborto con estas palabras: “La Iglesia está a favor de la vida y al lado de las personas que sufren. Su juicio de sobre el aborto es de sobra conocido. El Concilio Vaticano II califica dicho acto como” crimen abominable”, y nadie puede esperar que el juicio de la Iglesia cambie, ya que es la misma ley de Dios la que está en juego: ¡No matarás! De ahí que se entienda bien que los cristianos y cualquier persona que entienda el valor absoluto de la vida de un ser inocente deban empeñarse con todas sus fuerzas en eliminar toda ley que trata al prójimo, también al no nacido, con gravísima injusticia. Si aquí y ahora no puede eliminarla, tratará al menos de limitar su alcance, dejando claro que considera todo aborto directo y voluntario una injusticia y una gravísima ofensa a Dios . Ningún hombre o mujer es dueño de la vida de un inocente.”
También se ha pronunciado abiertamente sobre la educación para la ciudadanía, y la conveniencia de su eliminación:
“Formar a los niños, adolescentes y jóvenes para ser buenos ciudadanos es tarea ineludible de una buena educación. Dicho esto, pienso que la eliminación de la actual asignatura de Educación para la Ciudadanía, tal como está pensada y tal como se contempla en no pocos libros de texto, era algo debido. Por sus carencias y por algunos graves errores en la concepción del hombre y de la sociedad que contribuyen a deformar las conciencias de los más jóvenes.”
No quiere irse de Cuenca porque, dice, aun le quedan muchos frentes abiertos: “En el campo de la educación, en la promoción de las vocaciones, en el desarrollo de la pastoral juvenil, en la atención a la familia y en el cuidado de la preparación al matrimonio, en la pastoral de la cultura y del mundo universitario, en la instrumentación de espacios de diálogo fe-cultura, en una mejor formación del laicado, en la creación de una casa diocesana de espiritualidad…”
En una entrevista para Zenit consideraba que los pilares de la formación espiritual en el seminario deben ser las virtudes, humanas y cristianas, comunes a todo discípulo de Jesús.
“Un candidato al sacerdocio debe procurar adquirir virtudes como la sinceridad y la sencillez, con un rechazo instintivo a la doble vida, de todo lo que es falso, inauténtico, postizo; el espíritu de trabajo; el sentido de la amistad, sincera y abierta, sacrificada y generosa, fundamental para vivir el sacerdocio dentro de un presbiterio y en el seno de una comunidad; el espíritu de servicio, necesario para quien ha de darse incansablemente a todos; la reciedumbre de ánimo y la capacidad de sufrimiento, el “aguante”, podríamos decir, para no doblarse ante las dificultades y los obstáculos, para saber trabajar a largo plazo sin esperar fáciles éxitos inmediatos y no desanimarme ante posibles fracasos.
Además, es claro que el candidato al sacerdocio debe tener la necesaria formación teológica y moral, canónica, litúrgica y pastoral; poseer experiencia viva del Dios que se nos revela en Cristo y que se cultiva en el diálogo vital de la oración personal, pública o privada; sentido sobrenatural que lleve a enjuiciarlo todo a la luz de Dios; afabilidad y sentido de paternidad que moverá a tratar a todos con sincera y madura cordialidad; optimismo sobrenatural que infunda en los fieles alegría y confianza.
También, sentido de responsabilidad, creatividad y espíritu de leadership de quien se empeña, de mil maneras, en servir la Palabra de Dios a sus hermanos, en acercarles a las fuentes de la gracia que son los sacramento, en guiarlos por los caminos de una vida auténticamente cristiana.”
Para Yanguas el director espiritual debe procurar encaminar al candidato hacia una vida afectiva madura, y una vida afectiva madura exige una visión del hombre que responda a su verdad sin reduccionismos, dualismos o visiones parciales. Requiere el conocimiento del verdadero ordo amoris, de la escala de bienes que merecen ser amados. Pero pide también fuerza, voluntad, capacidad para poder seguir y vivir ese ordo.
Fue uno de los primeros obispos de España que celebró la Eucaristía según la forma extraordinaria, lo que le valió alguna crítica.