Papa Francisco: «¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano?»

|

Más de cien mil personas participaron ayer en la Santa Misa celebrada por el Papa Francisco ante la estatua de la Virgen de Fátima, con motivo de la Jornada Mariana, en la Plaza de San Pedro. La homilía del Papa se centró en tres puntos: Dios nos sorprende, nos pide fidelidad y es nuestra fuerza. Y María nos ayuda a decir ‘sí’ a Dios cada día. Ofrecemos a continuación una amplia síntesis de la homilía papal:   “En el Salmo hemos recitado: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas”.Hoy nos encontramos ante una de esas maravillas del Señor: ¡María! Una criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador. Precisamente mirando a María a la luz de las lecturas que hemos escuchado, me gustaría reflexionar con ustedes sobre tres puntos: Primero, Dios nos sorprende; segundo, Dios nos pide fidelidad; tercero, Dios es nuestra fuerza”. “El primero: Dios nos sorprende. La historia de Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, es llamativa: para curarse de la lepra se presenta ante el profeta de Dios, Eliseo, que no …le pide cosas extraordinarias, sino únicamente fiarse de Dios y lavarse en el agua del río…en el pequeño Jordán. Es un requerimiento que deja a Naamán perplejo y también sorprendido: ¿qué Dios es este que pide una cosa tan simple? Decide marcharse, pero después da el paso, se baña en el Jordán e inmediatamente queda curado…Dios nos sorprende; precisamente en la pobreza, en la debilidad, en la humildad es donde se manifiesta y nos da su amor que nos salva, nos cura, nos da fuerza. Sólo pide que sigamos su palabra y nos fiemos de él”. “Ésta es también la experiencia de la Virgen María: ante el anuncio del Ángel, no oculta su asombro. Es el asombro de ver que Dios, para hacerse hombre, la ha elegido precisamente a Ella, una sencilla muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias, pero que está abierta a Dios, se fía de él, aunque no lo comprenda del todo…Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de mí, no tengas miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y sígueme”. “Preguntémonos hoy todos nosotros si tenemos miedo de lo que el Señor pudiera pedirnos o de lo que nos está pidiendo. ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades, seguridades materiales, seguridades intelectuales, seguridades ideológicas, seguridades de mis proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en mi vida? ¿Cómo le respondo?”. “En la lectura de San Pablo que hemos escuchado, el Apóstol se dirige a su discípulo Timoteo diciéndole: Acuérdate de Jesucristo; si perseveramos con él, reinaremos con él Éste es el segundo punto: acordarse siempre de Cristo… y esto es perseverar en la fe: Dios nos sorprende con su amor, pero nos pide que le sigamos fielmente. Nosotros podemos convertirnos en “no fieles”, pero él no puede, él es “el fiel”, y nos pide a nosotros la misma fidelidad. Pensemos cuántas veces nos hemos entusiasmado con una cosa, con un proyecto… pero después, ante las primeras dificultades, hemos tirado la toalla. Y esto, desgraciadamente, sucede también con nuestras opciones fundamentales, como el matrimonio. La dificultad de ser constantes, de ser fieles a las decisiones tomadas, a los compromisos asumidos. A menudo es fácil decir “sí”, pero después no se consigue repetir este “sí” cada día. No se consigue ser fieles”. “María ha dicho su “sí” a Dios, un “sí” que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos “sí” pronunciados en su corazón tanto en sus momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos “sí” culminaron en el pronunciado bajo la Cruz”. “Y yo me pregunto: ¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano? La cultura de lo provisional, de lo relativo entra también en la vida de fe. Dios nos pide que le seamos fieles cada día, en las cosas ordinarias, y añade que, a pesar de que a veces no somos fieles, él siempre es fiel y con su misericordia no se cansa de tendernos la mano para levantarnos, para animarnos a retomar el camino, a volver a él y confesarle nuestra debilidad para que él nos dé su fuerza. Y este es el camino definitivo: siempre con el Señor, también en nuestras debilidades, también en nuestros pecados. no ir jamás por el camino de lo provisional”. “El último punto: Dios es nuestra fuerza. Pienso en los diez leprosos del Evangelio curados por Jesús: …Están enfermos, necesitados de amor y de fuerza, y buscan a alguien que los cure. Y Jesús responde liberándolos a todos de su enfermedad. Llama la atención, sin embargo, que solamente uno regrese alabando a Dios a grandes gritos y dando gracias. Jesús mismo lo indica: diez han dado gritos para alcanzar la curación y uno solo ha vuelto a dar gracias a Dios a gritos y reconocer que en él está nuestra fuerza. Saber agradecer, saber alabar al Señor por lo que hace por nosotros”. “Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, es decir, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo; Si podemos entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad habrá en nuestro corazón! él es nuestra fuerza. Decir gracias es tan fácil, y sin embargo tan difícil. ¿Cuántas veces nos decimos gracias en la familia? Es una de las palabras clave de la convivencia. ‘Por favor’, ‘perdona’, ‘gracias’: si en una familia se dicen estas tres palabras, la familia va adelante…Muchas veces damos todo por descontado. Y así hacemos también con Dios. Es fácil ir al Señor a pedirle algo, pero ir a darle gracias… ¡Ah!, no se me ocurre”. “Continuemos la Eucaristía invocando la intercesión de María para que nos ayude a dejarnos sorprender por Dios sin oponer resistencia, a ser hijos fieles cada día, a alabarlo y darle gracias porque él es nuestra fuerza”. Al final de la ceremonia el Papa realizó el acto de consagración a la Virgen de Fátima. “Enséñanos – ha dicho- tu mismo amor de predilección por los pequeños y los pobres, por los excluidos y los que sufren, por los pecadores y los que se han extraviado”. Antes de rezar el Ángelus, Francisco recordó que ayer en Tarragona, (España) “se proclaman beatos a más de 500 mártires asesinados por su fe durante la guerra civil española. Demos gracias al Señor por estos valientes testigos suyos y le suplicamos por su intercesión que libere al mundo de toda violencia”. “Doy las gracias a todos vosotros que habéis venido, tan numerosos, desde Roma, desde Italia y desde tantas partes del mundo para esta fiesta de fe dedicada a María, nuestra madre”.   Fuente: Vatican Information Service

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles