A la cárcel por defender al niño por nacer

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Linda Gibbons y Mary Wagner son dos mujeres canadienses que han pisado la cárcel innumerables veces por defender al no nacido. El derecho a asesinar a un bebé prima en muchos países sobre la libertad de expresión.

Linda Gibbons tiene poco más de 60 años, no mide más de 1,50 metros y apenas si llega a los 50 kilos de peso. En los últimos 15 años ha estado en la cárcel alrededor de 75 meses, unos 7 años. Inclusive ha pasado ahí la Navidad. ¿El motivo? Se manifestó pacíficamente fuera de clínicas para el asesinato legal de bebés. Lo ha venido haciendo desde 1994, buscando también aconsejar a las mujeres que se acercan para abortar.

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Pero la cárcel no ha sido un obstáculo para Linda Gibbons. Sale y vuelve a la lucha: “Si estuviera toda una vida en la cárcel y sólo un niño hubiera sido salvado, habría merecido la pena”, ha dicho a los guardias y compañeras que le preguntan si vale de algo lo que hace, si al final termina en prisión. De hecho en la misma cárcel el trabajo continúa y más de alguna compañera de prisión ha decidido continuar su embarazo tras hablar con la abuelita Gibbons.“Un cristiano en la cárcel no es tiempo perdido”, también ha afirmado. Por fortuna, Linda Gibbons ya tiene la alegría de contar a un buen número de niños cuyas madres decidieron tenerlos después de toparse con ella.

Mary Wagner comparte con Linda Gibbons mucho más que la misma nacionalidad (canadiense): también es una defensora de los bebés en el vientre de sus mamás y, como la abuelita Gibbons, ha pasado años en la cárcel por el simple hecho de manifestarse pacíficamente fuera de clínicas abortistas. Mary pisó la cárcel por primera vez a sus 23 años, en 1999. Y de ahí en adelante muchísimas veces más.

Mary es pequeña, delgada, suave, nada amenazadora. Pero muy tenaz. En la JMJ de Denver (EEUU), en 1993, experimentó un despertar espiritual. Con 19 años, Mary entendió «cómo Dios nos mira y nos ama a cada uno de nosotros de una forma cercana y personal». Siempre había sabido que Dios ama, pero ahora entendía su protección y amor inagotable. Y eso, declaraba ya en una entrevista en el año 2000, «me hace sentir feliz, llena de gozo y puedo vivir como Cristo nos enseñó«.

Son innumerables las veces que Mary ha pisado la cárcel. Su crimen es entrar en clínicas abortistas, en la sala de espera, o en el jardín ante la puerta de entrada, y repartir rosas blancas con una tarjeta a las mujeres que hay allí. En ella se puede leer: «Fuiste hecha para amar y ser amada. Tu bondad es más grande que las dificultades. Las circunstancias en la vida cambian. Una nueva vida, aunque sea diminuta, promete un gozo irrepetible. ¡Hay esperanza!«

En una de sus últimas condenas el juez William Bassel de Toronto la declaró culpable de «un uso y disfrute ilegal» de las instalaciones de la clínica abortista de Bloor West, cerca de Toronto. Y de «retrasar el desarrollo del negocio». Los testigos dejaron claro que Mary había sido amable, tranquila, pacífica en su trato con las mujeres de la clínica, pero al juez le dio igual.

En la cárcel de mujeres reparte folletos sobre la Biblia y la Iglesia. Escucha a las mujeres que han abortado (el 90% de las presas), llora con ellas, reza con ellas. Para cuando salgan, les recomienda centros que ayudan a la mujer a superar el trauma post-aborto. Recibe visitas y cartas. La gente pro-vida le visita, como hacían los primeros cristianos con sus presos encarcelados por el César.

Siempre rechaza tener abogado, pide defenderse ella misma, y allí, en la vista pública, en vez de hablar de sí misma, en vez de defenderse, lee una breve declaración contra el aborto que suele llegar a manos de la prensa local.

«Ese negocio existe casi exclusivamente para destruir a los niños en el vientre de su madre; bajo el disfraz de ayuda a la mujer, se mata a bebés indefensos, y sus madres quedan heridas. Intentaba llegar a las mujeres que consideran el aborto como una solución a las circunstancias difíciles que atraviesan. Mi presencia era pacífica, y nace del reconocimiento del hecho de que una nueva vida humana existe desde la concepción«.

A mediados de agosto de 2013 el Cardenal Oswaldo Gracias, arzobispo de Bombay, visitó a Mary en la Centro Penitencial para Mujeres Vanier, donde pudo celebrarle misa. «Hablando con Mary me ha quedado claro que tiene una misión […] es la voz del niño no nacido, el abogado de sus derechos», declaró el cardenal, quien quedó convencido de la utilidad de lo que Mary está haciendo, incluso ahí desde la cárcel. Al respecto dijo que su lucha «no es un ejercicio innecesario para combatir molinos de vientos. Incluso si la gente podría dudar de la eficacia de su elección, ella misma ha narrado la historia de muchas personas que, influenciadas por esa decisión, no fueron a abortar. El hecho de que esto, inmediatamente, haya mostrado sus frutos, quiere decir que vale la pena. Incluso si sólo hubiera salvado una sola vida, habría valido la pena».

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Comentarios
0 comentarios en “A la cárcel por defender al niño por nacer
  1. Testimonio, en el mejor y más genuino sentido de la palabra. ¡Recemos fervientemente por ellas! Pidamos también la gracia de imitarlas. Emocionante.

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