Impresionante crónica que entierra, o debería enterrar, la Guerra Civil

Impresionante crónica que entierra, o debería enterrar, la Guerra Civil

Mañana se cumplen los 80 años del 18 de julio de 1936. Apenas deben quedar protagonistas de aquella tragedia. Quiero decir personas que de algún modo hubieran participado en la misma. Combatiendo o asesinando. En cualquiera de los bandos. Por convicción o porque les tocó geográficamente.

Hijos y nietos de los principales protagonistas se han encontrado y en lo que parece muy grato encuentro. Los apellidos lo dicen todo: Franco, Rojo, Moscardó, Líster, Varela, Escobar, Yagüe, Gámir, Dávila… Vencedores y vencidos. Algunos incluso ejecutados.

Ejemplares todos en sus declaraciones. Hasta emocionantes algunas. Es más que probable que entre ellos haya quien no es católico. Pero en sus sentimientos hay mucho del mensaje de Cristo: perdón, olvido, reconciliación… Porque no me parece un acto exclusivamente político lo traigo al Blog.

Ante ese encuentro que seguramente sería exagerado calificar de fraterno pero sí de cordial y amistoso, protagonizado por sucesores directos de las figuras más destacadas de aquella guerra, es incomprensible que chiquilicuatres de hoy, sin la menor vinculación personal con la misma y sólo víctimas de un odio sin sentido que ha envenenado sus corazones la quieran resucitar a los ochenta años de su iniciación y a los setenta y siete de su fin.

Yo fui de algún modo víctima de aquella guerra. No conocí a mi abuelo materno porque cuatro años antes de nacer fue asesinado por los rojos. Un hijo suyo murió en el frente. Y un primo fue asesinado por los nacionales. Jamás fui educado en el odio. Un compañero de colegio, amigo mío, venía por casa y si era la hora de la merienda mi madre le daba la misma que a sus hijo. Que meriendas las de entonces. Un trozo de pan con una o dos onzas de chocolate o una rebanada de dulce de membrillo. Debía tener yo treinta o treinta y cinco años cuando un día mi madre me preguntó por ese amigo al que tantas veces abrió las puertas de su casa. Le dije que se había ido al extranjero y hacía años que no sabía nada de él. Y entonces me contó que la madre de ese chico era de las que más animaban a los asesinos de su padre para que acabaran con él. Ese día admiré todavía más a mi madre.

Creo que entenderéis que el artículo que os enlazo  puede entrar perfectamente en un Blog que no se quiere político sino eclesial.

http://www.elmundo.es/cronica/2016/07/17/57890937468aeb592b8b45ff.html

 

 

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