Inspirándose en San Agustín, el Papa subrayó la importancia de la humildad ante la acción insondable de Dios. En lugar de creerse poseedores de todas las respuestas, los animó a acoger con fe lo que el Señor inspira, dejándose guiar por el Espíritu que recuerda las palabras de Cristo.
Finalmente, centró su reflexión en el valor de la unidad. Citando a San Pablo, recordó que los dones del Espíritu se reciben siempre para edificación de todos. En un momento de la homilía habló en inglés, pidiendo a Dios para los agustinos “no tanto el don de hablar todas las lenguas, sino el don de escuchar, el don de la humildad y el don de promover la unidad —dentro de la Orden y, a través de ella, en toda la Iglesia y en el mundo”.
“Que la unidad sea un objetivo indispensable de vuestro trabajo y también el criterio para juzgar vuestras acciones”, afirmó en italiano. “Porque lo que une viene de Dios, lo que divide no puede serlo.”
Concluyó confiando a los agustinos a la acción del Paráclito: “Que ilumine vuestras mentes y, conforme a la promesa del Hijo, os guíe a la verdad plena”.
