Un grupo de fieles de la Comunidad de Madrid ha enviado recientemente una carta a su vicario episcopal de zona (Vicaría VII), cargo de confianza directa de Cobo, Jesús González Alemany con una petición concreta y profundamente sentida: que una de las Misas dominicales en su territorio pueda celebrarse según la forma litúrgica del Misal de 1962, comúnmente conocida como “Misa tradicional” o “Misa en latín”.
En la misiva, firmada por vecinos de Pozuelo de Alarcón, Boadilla del Monte y otras localidades cercanas, los firmantes expresan su aprecio por la vida parroquial actual, al tiempo que comparten el descubrimiento personal y familiar de la liturgia tradicional, descrita como “un tesoro acumulado a lo largo de los siglos” y vinculada con santos como San Juan de la Cruz, San Maximiliano Kolbe y San Juan Pablo II. Subrayan el atractivo especial que esta liturgia ejerce sobre los jóvenes, “empezando por nuestros propios hijos, que la aman incluso más que nosotros”.
La petición no exige cambios radicales, sino la posibilidad de celebrar una Misa dominical semanal en la forma litúrgica anterior a la reforma de 1970, asegurando además que los propios fieles se encargarían de organizar coro, música y monaguillos preparados para una celebración digna.
Una respuesta con base jurídica: Traditionis custodes
Sin embargo, la respuesta recibida, firmada por el vicario, remite directamente al motu proprio Traditionis custodes, promulgado por el papa Francisco el 16 de julio de 2021. En concreto, se invoca el artículo 3.6 del documento, que prohíbe a los obispos autorizar la creación de nuevos grupos que celebren con el Misal anterior a la reforma litúrgica de 1970, incluso en aquellas diócesis donde ya existen comunidades que lo hacen.
La comunicación subraya que el documento papal está motivado por la preocupación de mantener la unidad litúrgica como expresión de comunión eclesial. Se afirma que, lejos de integrar sensibilidades, la proliferación de celebraciones según el rito antiguo “ha ahondado en la fractura de esa comunión”.
Además de la explicación doctrinal, el motu proprio fue adjuntado íntegramente al correo de respuesta, para conocimiento de los solicitantes.
Un codazo a la petición de los fieles
Si un obispo tiene comprensión pastoral y sincera voluntad de acoger a todos los fieles que desean vivir su fe en comunión con la Iglesia, ciertamente puede autorizar la celebración de la Misa tradicional según el Misal de 1962. Traditiones Custodes le concede esa facultad exclusiva, estableciendo condiciones que, bien interpretadas, no son un obstáculo insalvable sino una guía para asegurar que dicha celebración se haga en fidelidad al Papa y al magisterio. Cuando existe un grupo estable de fieles devotos, respetuosos del Concilio y de la autoridad legítima, no hay razón pastoral objetiva para negarles ese alimento espiritual.
Por tanto, la negativa a permitir estas celebraciones, cuando se hace sin atender al corazón creyente de los fieles ni a su deseo legítimo de vivir la liturgia heredada durante siglos, responde más bien a una postura ideológica. Se apoya en una visión excluyente de la Iglesia que desconfía del propio patrimonio litúrgico romano y considera sospechosos —cuando no directamente desleales— a quienes lo aman y piden su preservación. Esta actitud contradice la caridad pastoral, rompe la comunión eclesial y margina injustamente a quienes desean permanecer en la Iglesia sin renunciar a la forma que alimentó a generaciones de santos.
La Iglesia no puede construirse sobre el principio de exclusión, menos aún sobre la persecución litúrgica. La unidad no se logra reprimiendo la diversidad legítima ni exigiendo uniformidad emocional o teológica.
