Religión Digital insiste en mover artificialmente el debate católico, pero la Iglesia real ya no vive en sus titulares: vive en la adoración, la confesión, las vocaciones y la verdad sin rebajas.
Una vez más, Religión Digital intenta mover la ventana de Overton con una noticia completamente irrelevante. Esta vez el protagonista es Christina Moreira, autoproclamada “obispa” de una estructura sin comunión con Roma, sin sucesión apostólica, sin sacramentos válidos. Una «charo» al margen absoluto del catolicismo y a la que solo los medios más desnortados continúan regalando titulares.
Pero lo que aquí importa no es ella. Es la maniobra. Porque no estamos ante un descuido informativo, sino ante una estrategia deliberada: polarizar artificialmente el debate eclesial. Si alguien habla de liturgia tradicional, ellos responden con “obispas”; si se denuncia un abuso sacramental, ellos colocan en el centro una performance sin asistencia alguna ni valor canónico. Y así, el “centro” —esa falsa equidistancia que luego defienden— se corre hacia lo que ayer era inaceptable.
Buscan desplazar el marco de lo debatible. Si lo “radical” es una señora disfrazada con una casulla, entonces los abusos litúrgicos menos grotescos parecerán moderados. Es una táctica vieja, burda y completamente ajena a la vida real de la Iglesia.
Porque la Iglesia real no se encuentra en estas escenificaciones que solo reflejan la nostalgia estéril de una progresía eclesial agotada. La Iglesia está donde hay confesión, adoración, vocaciones, jóvenes que rezan el rosario, conversiones sinceras, hambre de verdad, fidelidad al Magisterio.
¿Quieren hablar de actualidad eclesial? Hablemos entonces del auge de la tradición, del fervor en los santuarios marianos, de los seminaristas que crecen donde hay claridad doctrinal. Eso es noticia. Lo otro, lo de la “obispa charo», es simplemente caspa ideológica de los años 80 que ya no escandaliza ni interesa a nadie.
La juventud católica no vive allí. La juventud que ama a la Iglesia no quiere “obispas” ni inventos. Quiere a Cristo, quiere verdad, quiere sacramentos vividos con reverencia, quiere una fe sin rebajas. Lo quiere ahora y no entra al trapo de una pobre estrategia de unos rancios desfasados.
Por eso Religión Digital ya no marca el pulso del catolicismo. Porque insiste en una agenda caduca, minoritaria y artificial, aferrada a una nostalgia progresista que huele a naftalina y no prende en ningún corazón joven.
Si quieren entender por dónde camina la Iglesia, que se asomen a los seminarios fieles, que vayan a una adoración eucarística, que miren TikTok, Instagram, Telegram y tomen el pulso de la juventud. El presente está ahí y a algunos comunicadores les va a pillar de performance ridículo haciendo un show dantesco. Lo otro es ruido, es cartón piedra. Y ya nadie compra ese teatro.
