El boletín de la Santa Sede del 28 de mayo recoge una serie de cambios episcopales en América Latina. Entre ellos, el Papa León XIV ha aceptado la renuncia del arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, y ha nombrado en su lugar a monseñor Raúl Martín, hasta ahora obispo de Santa Rosa.
Según el comunicado, monseñor Martín —nacido en Buenos Aires en 1957, ordenado sacerdote en 1990 y obispo desde 2006— ha desempeñado diversos cargos en la pastoral parroquial, catequética y administrativa. Fue obispo auxiliar de Buenos Aires y luego, desde 2013, obispo de Santa Rosa. Forma parte del Consejo para los Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Argentina.
El nombramiento, en sí mismo discreto, ha despertado sin embargo una fuerte reacción entre los fieles que recuerdan la gestión de Martín en La Pampa. No por su celo misionero o su carisma pastoral, sino por una larga lista de agravios y humillaciones infligidas a católicos normales —sacerdotes y laicos— que simplemente querían vivir su fe con reverencia y libertad.
Cuando el problema es comulgar de rodillas
Durante años, se han documentado episodios graves en Santa Rosa: monaguillos reprendidos públicamente por arrodillarse, niños a quienes se les negó la Primera Comunión por querer recibirla de rodillas, coros a los que se les prohibió cantar en latín, y sacerdotes trasladados o marginados por no ajustarse al “modelo” ideológico dominante.
Fieles locales denunciaron que Martín llegó a visitar parroquias expresamente para asegurarse de que nadie comulgara de rodillas. Como si el enemigo fuera la piedad.
El caso Murri: una expulsión reveladora
Uno de los episodios más elocuentes fue el del padre Luis Murri, obligado a abandonar la diócesis después de más de dos décadas de servicio. En su carta de despedida —publicada íntegramente en 2019—, el sacerdote describe cómo se le acusó de “no sumar”, de tener un estilo pastoral que “rompía la unidad”.
Sin entrar a valorar integralmente su trayectoria, lo relevante es el hecho objetivo: un sacerdote fue apartado por motivos ideológicos, por sostener prácticas y posturas que jamás han sido condenadas por la Iglesia y que han sido comunes durante siglos.
¿Reforma o continuidad?
El blog Caminante Wanderer lo expresó con resignación: “Con los obispos que nos dejó Francisco, no hay mucho que el Papa León pueda hacer”. Muchos católicos esperaban que el nuevo pontífice comenzara a revertir los daños causados por años de ingeniería pastoral. Pero el nombramiento de Martín sugiere continuidad más que reforma.
Obediencia ideológica vs. libertad católica
Los nombramientos episcopales no deberían ser premios a la capacidad de controlar, silenciar o intimidar. No es signo de unidad imponer una forma de pastoral en la que la reverencia es vista como provocación y la obediencia doctrinal como deslealtad personal.
No se trata aquí de preferencias estéticas ni de “sensibilidades”. Se trata de libertad. De permitir que los fieles puedan vivir su fe católica con naturalidad, sin que nadie —y menos un obispo— los trate como sospechosos por el modo en que se arrodillan, rezan o celebran.
