Gracias, Argüello: vuelve la sensatez a la CEE

Gracias, Argüello: vuelve la sensatez a la CEE

Pocas veces uno puede felicitarse al leer una nota de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Y, sin embargo, la última campaña de promoción de la asignatura de Religión, bajo el lema «Son tantas las razones… apúntale a Reli», nos obliga hoy a hacerlo.

Porque esta vez no hay lenguaje gaseoso, ni palabras infladas, ni apelaciones borrosas al «encuentro», al «diálogo» o a «tender puentes» que acaban en ninguna parte. No. Esta vez la CEE habla claro: la Religión sirve para formar a los niños, para desarrollar su dimensión espiritual, para sostener su crecimiento moral y personal. Como siempre fue. Como siempre debió ser.

Se nota, y mucho, el efecto Argüello. Luis Argüello, actual presidente de la CEE, ha barrido, casi sin hacer ruido, la verbosidad francisquista que había colonizado las campañas eclesiales en los últimos diez años. ¿Recuerdan aquellos anuncios en los que la fe cristiana se disfrazaba de talleres de autoestima o de desarrollo personal? Ya no. Esta vez la CEE vuelve a proponer a Jesucristo sin vergüenza, como respuesta a la inquietud humana.

Es justo reconocerlo: esto no habría pasado si el Papa Francisco no hubiera desaparecido de la escena. Su larguísima sombra, y su impulso constante a la «iglesia en salida» mal entendida como huida hacia ninguna parte, había infectado también a nuestros obispos, que parecían incapaces de decir algo sólido sin adornarlo con una docena de términos huecos.

Ahora, con Francisco fuera del tablero —y la necesidad de reconstruir desde los cimientos—, la Iglesia en España empieza a recobrar la memoria y la voz. Y empieza, como no puede ser de otro modo, por lo más fundamental: recordar a los padres que la fe de sus hijos vale más que todas las modas del momento.

Una campaña como esta pone nerviosos, naturalmente, a los sectores eclesiales más acostumbrados a vender incienso al espíritu de este mundo. A esos obispos que en su día se emocionaban con los experimentos sincretistas, los «diálogos de culturas» y las declaraciones que no declaraban nada. Es hora de que se den cuenta: han perdido. La fe no se transmite en lengua de burócrata multicultural. La fe se ofrece como un don que da sentido a la vida y que exige una respuesta.

Por eso, hoy, toca felicitar. Gracias, monseñor Arguello. Gracias a todos los que han devuelto el sentido común a la acción pastoral. Que no sea un espejismo. Que sea el primer paso de muchos.

Porque si algo hemos aprendido en estos años de niebla es que, para construir algo duradero, no basta con «acompañar». Hay que enseñar, formar y confirmar en la fe.

Y eso, ahora sí, vuelve a estar en el centro.

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