El nuevo martirio silencioso: el gobierno español contra la Iglesia

El nuevo martirio silencioso: el gobierno español contra la Iglesia

En un nuevo episodio de intromisión estatal en los asuntos religiosos, la ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha decidido que la Iglesia Católica debe someterse a su interpretación de la Constitución.

Según su iluminada visión, de indigente intelectual, negar la comunión a un homosexual es «claramente inconstitucional». Es decir, el Gobierno ahora pretende legislar sobre los sacramentos, dictando a la Iglesia qué puede y qué no puede hacer dentro de su propia doctrina. La arrogancia no tiene límites.

Pero esto no es todo. Su ministerio ha iniciado expedientes sancionadores contra varias diócesis por lo que llaman «terapias de conversión». Lo que en realidad están haciendo es castigar cualquier acompañamiento espiritual a quienes desean vivir conforme a la fe católica. La Iglesia no ofrece coerción ni tortura, como quieren hacer creer; simplemente brinda orientación a quienes libremente la buscan. Pero en esta dictadura progresista y woke, todo lo que no encaje con la ideología de género debe ser criminalizado.

¿Qué significa ser católico?

Antes de hablar de los ministros que se declaran católicos, conviene recordar qué significa realmente ser católico. No se trata de llevar una medallita de San Cristóbal, ni de hacerse una foto con el Papa para ganar votos. Ser católico es vivir conforme a la fe y defenderla con coherencia, sin someterse a la corrección política ni a las presiones ideológicas de turno.

Un católico verdadero no puede permanecer callado mientras su propia fe es atacada. Si alguien dice ser católico pero apoya leyes que van en contra de la doctrina, su fe es solo una etiqueta vacía.

El silencio del Vaticano y los hipócritas «católicos»

Mientras en España se perpetra este atropello, el Vaticano guarda silencio. Cuando conviene, son rápidos para condenar cuestiones económicas, medioambientales y sociales, pero cuando los fieles están bajo ataque, callan. Lo más vergonzoso es que estos mismos ministros socialistas que ahora persiguen a la Iglesia, luego corren a ver al Papa Francisco para sacarse la foto y ganar legitimidad ante los votantes católicos. ¿Otra vez serán recibidos con sonrisas y diplomacia vacía?

Por otro lado, ¿qué pasa con los ministros que se declaran católicos? Algunos llevan un barniz de catolicismo cuando les conviene: María Jesús Montero, Margarita Robles, Óscar Puente, Teresa Ribera, Jordi Hereu y Yolanda Díaz han tenido alguna relación con la Iglesia en el pasado o una foto de fotomatón, pero callan cuando su gobierno la persigue. Bueno, no callan. Mejor: atacan sin piedad ni formación. Si no van a defender su fe, que al menos dejen de usarla como adorno electoral.

Los obispos: un silencio cómplice

Si el Vaticano calla, la Conferencia Episcopal Española no se queda atrás. Mientras la Iglesia es atacada, los obispos no lanzan una defensa contundente. Se está muy a gustito en el sillón. ¿Dónde están los obispos progresistas que siempre encuentran tiempo para hablar de ecología y migraciones y poco de Jesucristo? ¿Acaso el respeto a los sacramentos es un tema menor para ellos?

Eso sí, hay algunas excepciones honrosas. Obispos como Munilla, Jesús Sanz o José María Yanguas han demostrado tener el valor —y los arrestos, por no decir otra cosa— para alzar la voz contra el gobierno dominante. Pocos más se atreven a hacerlo.

Del guerracivilismo a la persecución moderna

El PSOE y Podemos están obsesionados con reescribir la historia de la Guerra Civil, pero olvidan mencionar su herencia ideológica. En los años 30, sus predecesores quemaban iglesias y fusilaban curas. Hoy no pueden hacerlo, pero han encontrado nuevas herramientas: las sanciones, la censura y la manipulación mediática.

No nos engañemos: estamos ante un nuevo martirio silencioso. No fusilan sacerdotes, pero sí los arrinconan con leyes, multas y escarnio público. Y como en el pasado, la única respuesta digna es resistir. La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos, y esta persecución sólo fortalecerá a quienes de verdad creen y están dispuestos a defender su fe.

¿Cómo responder?

No se puede ceder ni un solo paso en la doctrina. No podemos sacrificar la fe para contemporizar con un gobierno ideologizado que desprecia nuestra tradición y nuestras creencias. La batalla jurídica es fundamental; los abogados católicos deben luchar en los tribunales para defender la libertad religiosa y los derechos de la Iglesia.

Es necesario también denunciar la hipocresía de un gobierno que se arrodilla ante otras religiones mientras persigue con saña a la Iglesia Católica. La movilización de los fieles debe ser inmediata: es hora de salir a la calle, de hacer oír nuestras voces y de exigir respeto. No podemos permitir que el miedo o la pasividad nos inmovilicen.

Además, es vital fortalecer la identidad católica, reafirmarnos en nuestra fe y no caer en la tibieza que nos quieren imponer. Y, sobre todo, orar y confiar en Dios. La Iglesia ha sobrevivido a todas las persecuciones a lo largo de la historia y esta no será la excepción.

Y aquí cabe preguntarse: ¿qué hacen los católicos españoles? ¿Siguen votando a esta panda de represores? La mejor respuesta es no volver a votarles nunca más. ¿Puede un católico en conciencia votar a un partido que ataca su fe, que alienta el aborto, que fomenta la eutanasia y que pretende cambiar el catecismo bajo capa de constitucionalidad? La respuesta es clara: no. La coherencia con la fe no admite componendas ni concesiones. Basta ya de ser cómplices con el voto. Ha llegado el momento de despertar.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando