El ilicitano monseñor Francisco Conesa Ferrer, obispo de Solsona, ha sido uno de los obispos españoles que ha participado en la Asamblea general del Sínodo celebrada durante este mes de octubre en Roma.
Conesa, presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe y de la de la Subcomisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales y el Diálogo interreligiosos, ha concedido una entrevista a InfoVaticana para contar su experiencia desde dentro sobre cómo se ha desarrollado esta etapa final del Sínodo de lo sinodalidad.
P-¿Qué balance hace de estos tres años de proceso sinodal?
R-Han sido tres años dedicados a escuchar y discernir cómo podríamos vivir mejor la sinodalidad de la Iglesia para crecer como evangelizadores. En el primer momento, que fue de escucha de las Iglesias locales, todos tuvieron la oportunidad de expresar su parecer. Después se desarrolló la Asamblea, en dos sesiones, que culminó el sábado pasado con la aprobación del documento final y el canto del “Te Deum”. Personalmente lo he vivido como un momento extraordinario de gracia, en el que he podido compartir mi experiencia de fe, escuchar a los hermanos y ofrecer al Santo Padre el fruto de nuestra escucha y discernimiento.
P-¿Qué le ha parecido la experiencia de compartir mesa con sacerdotes y laicos en un Sínodo que suele ser algo reservado para obispos?
R-Ha sido muy enriquecedor escuchar obispos de otros lugares del mundo y también compartir oración y reflexión con sacerdotes, religiosos y laicos. Como el Papa explicó en el discurso inicial, con la convocatoria de algunos miembros que no eran obispos quiso poner de relieve que el ministerio del obispo no se puede comprender sin el del resto del pueblo de Dios. Añadió que la presencia de miembros no obispos no disminuía de ninguna manera el carácter episcopal de la Asamblea. Agradezco esta oportunidad de haber escuchado la voz de sacerdotes, personas consagradas y laicos de una gran profundidad humana y espiritual.
En el Sínodo se insiste en que la sinodalidad es, ante todo, una disposición espiritual y que no es posible vivirla sin una profunda conversión
P-¿Hacia dónde cree que caminará la Iglesia después de este Sínodo?
R-En el Sínodo he aprendido que la Iglesia es muy diversa y que los procesos en ella suelen ser lentos, de manera que no me atrevo a decir hacia dónde caminará nuestra Iglesia. Sí que estoy convencido de que hay cosas que quedarán después de este Sínodo: una mayor praxis de escucha y acogida, un ejercicio no autoritario de la autoridad, más caminos y vías para la participación del laicado en la vida y misión de la Iglesia, una incorporación más plena de la mujer a la vida ordinaria de la Iglesia, la apuesta clara por la trasparencia y rendición de cuentas en todos los niveles de la Iglesia o la renovación y revitalización de los organismos de sinodalidad (consejos diocesanos y parroquiales, asambleas y sínodos diocesanos, provincias eclesiásticas, conferencias episcopales, etc.). Ahora bien, todo esto no valdría para nada sin una profunda espiritualidad que lo acompañara. En el Sínodo se insiste en que la sinodalidad es, ante todo, una disposición espiritual y que no es posible vivirla sin una profunda conversión. En este sentido, resulta esclarecedor que la conversión sea el hilo conductor del documento final.
P-¿Le sorprendió la decisión del Papa de no publicar una exhortación apostólica después del Sínodo?
R-Esta posibilidad se contemplaba en la constitución apostólica sobre el Sínodo de los obispos, “Episcopalis communio”, de manera que no resulta tan sorprendente. Allí se dice que si el documento final es aprobado expresamente por el Romano Pontífice -como así ha sucedido- entonces participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro. El Papa Francisco ha considerado que en el documento final ya se contienen indicaciones muy precisas que pueden servir de guía para la misión de la Iglesia y que, por ello, no resultaba oportuno publicar otro documento.
P-¿Podría contarnos en qué aspectos ha centrado usted sus intervenciones durante el Sínodo?
R-Intervine en la Congregación General a propósito de dos temas. El primero, sobre el ecumenismo, recordando algunos aspectos de la eclesiología del Concilio y subrayando que era necesario escuchar con atención a los demás cristianos y caminar con ellos, buscando la unidad para que el mundo crea. La segunda intervención se refería a la evangelización de la cultura. Incidí en que, cuando el Evangelio asume una cultura, también la pone en crisis, la transforma y la eleva. Recordé que hoy tenemos el gran reto de transformar una cultura cada vez más globalizada, en la que se impone un modo de vida propio del occidente capitalista, un estilo de vida marcado por la increencia.
El tema del diaconado femenino no formaba parte de la agenda de temas a tratar, lo que explica que fuera el artículo del documento que contara con menos votos favorables.
P-En los últimos días se habló mucho sobre la cuestión del diaconado femenino y el papel de la mujer en la Iglesia, ¿cuál es su posición en este punto?
R-Desde la primera fase del Sínodo apareció como tema importante la cuestión de la mujer. En la síntesis que se presentó hace dos años a nivel nacional ya se pedía al Sínodo considerar el papel de la mujer en la Iglesia. Es un tema que aparecía también en el “Instrumentum laboris” y sobre el que se habló en la Asamblea. Hay un deseo claro de incorporar plenamente a las mujeres en puestos de responsabilidad en la Iglesia. En cambio, el tema del diaconado femenino no formaba parte de la agenda de temas a tratar, ya que el Papa había encargado el tema a un grupo de trabajo. Sorprendió que se incluyera una referencia en el documento final, lo que explica que fuera el artículo del documento que contara con menos votos favorables.
P-Hay quienes defendían que de este Sínodo debían salir propuestas revolucionarias que satisficieran a ciertos grupos que demandan cambios drásticos, ¿cree que esto podrá ocurrir en el futuro?
R-El ambiente que pude captar entre los miembros del Sínodo no era favorable a realizar cambios revolucionarios. Había una conciencia de que la verdadera reforma de la Iglesia no consiste en cambiar estructuras, sino en la conversión del corazón. En diversos momentos del documento final se habla de esta conversión, que es necesaria para poder hacer efectivo el caminar juntos como pueblo de Dios.
P-Hay muchos católicos que aún no entienden en qué consiste esto de la sinodalidad, ¿cómo la definiría usted?
R-La sinodalidad consiste en caminar juntos como pueblo santo y fiel de Dios, siguiendo a Cristo, que es el Caminante, el Camino y la Patria. Para realizar efectivamente este caminar juntos es necesario cultivar unas disposiciones del espíritu (humildad, escucha mutua, atención a la Palabra de Dios), promover la implicación de todos en la vida y misión de la Iglesia y potenciar lo organismos que facilitan la escucha mutua, el discernimiento y la toma de decisiones. La fuente y manantial de la Sinodalidad es la Eucaristía, que nos reúne como pueblo de Dios y, por la comunión en el Cuerpo del Señor, nos hace ser parte de su Cuerpo Santo, que es la Iglesia.
P-Hay países, como por ejemplo Alemania, que el Sínodo despertó mucha expectación. En cambio, en España ha pasado entre los católicos prácticamente inadvertido. ¿Ha encontrado grandes diferencias entre los temas que preocupan a la jerarquía católica en función de sus países de procedencia?
R-Evidentemente en el Aula Sinodal se captaba una gran diferencia de preocupaciones. Los problemas de los obispos de Estados Unidos o Francia son muy diversos de los que tiene que enfrentar un país en guerra como Ucrania o allí donde los cristianos son perseguidos, como Myanmar. Hemos escuchado algunos testimonios estremecedores, sobre la situación de los cristianos. Ante tanta diversidad, con frecuencia evocábamos el texto del Apocalipsis que habla de una multitud de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Pero, al mismo tiempo que apreciábamos esta rica diversidad, sentíamos la importancia de la unidad en la misma fe.
P-El tiempo fuera del Aula Pablo VI, ¿a qué lo ha dedicado?
R-Realmente ha sido poco el tiempo que nos han dejado de descanso, pero siempre queda un hueco para echar un vistazo a las librerías, disfrutar de un paseo por Roma y tomar una buena pizza. Un par de domingos organizamos alguna excursión fuera de Roma y pude visitar, junto a otros obispos, Greccio y Subiaco. El resto del tiempo libre lo dedicábamos a estudiar los documentos y preparar las intervenciones. También mantenía contacto frecuente con mi Diócesis, para poder gestionar los asuntos más urgentes.