José Francisco Serrano Oceja: «Ahora no hay debates sobre cuestiones doctrinales»

José Francisco Serrano Oceja

‘Iglesia y poder en España. Del Vaticano II a nuestros días’, es el libro que acaba de publicar el periodista José Francisco Serrano Oceja, catedrático de periodismo en la Universidad CEU San Pablo y colaborador en numerosos medios de comunicación como ABC o Religión Confidencial.

Serrano Oceja aborda en este libro las dinámicas de poder de la historia reciente de la Iglesia en España y en qué medida han influido en la marcha de su historia y de la sociedad.

El reputado y veterano periodista de información religiosa nos descubre en este libro los diversos centros de los que han emanado la toma de decisiones y qué consecuencias ha generado para la Iglesia y el conjunto de la sociedad española.

Además, a lo largo de las más de 370 páginas de este libro, José Francisco Serrano aborda temas bien interesantes como el papel de reputados eclesiásticos españoles en la vida social, política y eclesial de España como Tarancón, Díaz Merchán o Suquía. El periodista cántabro también expone cuál fue el papel de la Iglesia con los primeros gobiernos socialistas o el coqueteo de algunos obispos con ETA y el nacionalismo.

P-¿Por qué escribir un libro sobre Iglesia y poder en España?

R-A lo largo de los años de trabajo periodístico en la información religiosa y en la gestión de la comunicación como asesor del arzobispo de Madrid, del cardenal Rouco Varela, he tenido más preguntas que respuestas. Esas preguntas se convierten en retos. Una de ellas era cómo se ejerce de verdad el poder en la Iglesia, cómo lo ejercen los obispos, qué relación tiene con las denominadas constelaciones episcopales o grupos de amistad, como se dice ahora en la moderna historiografía. Llevaba mucho tiempo leyendo y recopilando referencias de diversos autores sobre estos temas. No te negaré que también subyacía la pregunta sobre el porqué de determinados fenómenos que ocurren en la Iglesia como es el hecho de que se nombren obispos de un determinado perfil en un tiempo y luego, cuando cambian las tornas, los perfiles son otros. Por otra parte, te diré que cada vez me doy más cuenta de que se desconoce, o no se conoce adecuadamente, lo que los obispos españoles hicieron en la Transición. Y esto es especialmente grave en estos momentos en los que estamos en una nueva Transición, también de formas políticas y espero que no de régimen. Por ejemplo se ha hablado siempre del papel de Tarancón pero no se ha hablado de otros actores sociales relevantes como fue don Marcelo. Hoy hay quienes consideran que la Transición fue una operación de simple maquillaje y otros que piensan que la Transición no se hizo bien y que de aquellos polvos, estos lodos. 

P-¿Cambió mucho la Iglesia en España al morir Franco?

R-La Iglesia había cambiado mucho antes de morir Franco principalmente por la aplicación del Concilio Vaticano II, que coincidió temporalmente con los atisbos de un nuevo cambio de régimen. Tenemos que leer España a la luz del Concilio, y no solo el Concilio a la luz de España. La situación era muy compleja. La Iglesia no es monolítica, había una Iglesia plural que debatía. Fíjate cómo monseñor Fernando Sebastián, en los últimos años de su vida, retrató la situación. Las autoridades eclesiásticas criticaban a un gobierno que se profesaba católico. Por otra parte, unos gobernantes que se sentían miembros de la Iglesia multaban o encarcelaban a los sacerdotes que se habían entregado a las cuestiones temporales. Obispos y gobernantes se veían ante un complejo problema de conciencia. Un Gobierno católico se veía enfrentado con la Iglesia en virtud de su misma confesionalidad. En aquel tiempo se daba la politización de la Iglesia y también un debate plural interno. 

P-¿Por qué hechos crees que pasará a la historia el cardenal Tarancón?

R-Con demasiada frecuencia olvidamos la historia completa del cardenal Tarancón. Por ejemplo, quién fue el obispo que le potenció e hizo todo lo posible para que accediera al episcopado. Fue monseñor Casimiro Morcillo. Una personalidad, por cierto, a la que no se le ha hecho aún justicia. Es incomprensible que monseñor Casimiro Morcillo no tenga una biografía a la altura de su personalidad. Tarancón era también el que decía que aquella unión de la Iglesia y el Estado por los años cuarenta no producía escándalo alguno entre los que llamábamos la buena gente. La mayor parte de los obispos, sacerdotes y fieles lo encontraban normal, como un deber de la Iglesia, apuntaba Tarancón, el sostener a un Estado que ciertamente estaba dando una legislación católica y devolvía a los creyentes muchos derechos que les habían sido arrebatados. Está claro que la imagen dominante con la que nos hemos quedado es la del cardenal Tarancón político entre políticos o la de sus Confesiones escritas al final de su vida. En aquella época España tuvo la suerte de tener dos cardenales, uno de una sensibilidad y otro de la otra, las dos alas que permitían que volara bien el avión. Tarancón y don Marcelo, sus relaciones, sus encuentros y desencuentros, forman parte del contenido más interesante de este libro.       

P-En tu libro no solo abordas las relaciones de poder entre Iglesia-Estado sino también esos juegos de poder dentro de la propia Iglesia española, ¿ves más unidad en estos momentos dentro del episcopado español?

R-Hay una diferencia en estos momentos respecto a las divergencias entre los obispos. Al menos hasta este momento, nadie puede saber qué va a pasar en el futuro. La diferencia es que ahora no hay debates sobre cuestiones doctrinales. Hay una percepción de la unidad en la fe común, en la Tradición, en el magisterio continuado. Sin embargo, según narran los que fueron testigos y protagonistas en los primeros años de la Conferencia Episcopal, había discusiones a fondo sobre cuestiones teológicas y doctrinales que hoy parece que no se dan. Eso hace que quizá las divisiones o divergencias ahora sean más por cuestiones de orientación práctica de los temas, llámalo también de política intraeclesial. 

P-Dedicas uno de los capítulos del libro a hablar sobre la Iglesia y los gobiernos socialistas. ¿Qué diferencias y similitudes ves con la situación actual en la relación de los obispos con este gobierno socialista?

R-Los gobiernos socialistas de Felipe González no tienen nada que ver con los gobiernos de Zapatero y de Sánchez, que han asumido el relato de la Transición mentirosa, por una parte, y por otra llevan adelante un proyecto de cambio antropológico en la sociedad española desde los nuevos socialismos identitarios. Felipe González no pretendió de hecho cambiar los Acuerdos entre la Iglesia y el Estado. Sí le preocupaba la cuestión del peso de la Iglesia en la educación, pero no debemos olvidar que el régimen de los conciertos es una propuesta socialista. Y la de la financiación, y resulta que las veces que se ha incrementado el tanto por ciento de la asignación tributaria ha sido con gobiernos socialistas. Tanto por parte de los líderes socialistas como por la de los obispos que eran sus interlocutores había una interlocución dura, pero con un nivel que ahora no se da.  

P-En el libro cuentas que en 20 años, de 1960 a 1980, el número de sacerdotes ordenados bajó de 1.000 a menos de 200 y los seminaristas de 8.000 a poco más de 1.684, ¿a qué achacas esta drástica bajada de ordenaciones sacerdotales y de seminaristas?

R-Fíjate que más que la bajada de seminaristas lo que todavía no está explicado suficientemente es el drama que supusieron las secularizaciones. Ése fue el momento más dramático de la Iglesia en España, el abandono de miles de sacerdotes y religiosos y religiosas. Los obispos de hecho, bien pronto, tuvieron que volver a recordar en qué consistía el sacerdocio, cuál era la raíz y razón del ministerio, ante la desbandada en gran medida producida por la confusión que se daba en la Iglesia. Una confusión de roles y de identidades que procedía de determinadas teologías. Sería muy fácil, en lo referido a los seminaristas, hablar de la secularización de la sociedad, de la pérdida del sentido religioso en las familias, de la quiebra de la transmisión de la fe. También tendríamos que hablar de la disminución en la tensión y el pulso evangelizador general por incluso el descenso de personas y por esa desorientación a la que me he referido. Y del papel que jugaron determinados movimientos y realidades de Iglesia, algunos de ellos originariamente españoles, en la salida a esa desorientación. 

P-¿Fue igual de sangrante la cifra de abandonos de sacerdotes en España en esos años?

R-Creo que ya te he respondido. Déjame añadir que esos abandonos produjeron, por una parte, un efecto negativo en el pueblo de Dios, que se mostraba desorientado y perplejo, y por otra una reacción contraria de fortalecimiento de la identidad sacerdotal y de reorientación de esa identidad. 

P-¿Tiene en estos momentos algún poder la Iglesia en España?

R-El poder de la Iglesia hoy ya no radica en su capacidad de influir en quienes hacen leyes, ni en la política entendida como la gestión directa del bien común. Los obispos han dejado de ser desde hace tiempo líderes políticos, incluso cada vez más están dejando de ser líderes mediáticos, que es una forma de medir la influencia social. El poder de la Iglesia radica en su presencia en la sociedad, una presencia fecunda evangelizadora, una presencia volcada en la educación y en la caridad, principalmente. Pero claro, el problema es que esa educación de la Iglesia, la educación católica, no ha sabido siempre ser tal. Lo que se ha producido es un efecto contrario a lo que se pretendía. Y sobre la presencia social habría que preguntarse por qué cierta política está encantada con que la Iglesia se convierta en una super ONG, incluso la financie, y además se mantenga  callada. Me preocupa que la Iglesia durante la Transición tenía un relato claro y lo sabía presentar a la sociedad. Un relato con divergencias internas fuertes, pero considerado como válido. El problema es que ahora la Iglesia ya no tiene un relato que capte la atención de la sociedad.